Caminando entre tu y mi yo No. 76

Caminando entre tu y mi yo No. 76

Markadaver

05/11/2021

Camino por senderos mundanos, me detengo a cavilar ¿de dónde provienen las risas? De seres multiformes, algunos son monstruosos seres de siete cabezas diminutas, en vez de orejas tienen brazos, poseen piernas pequeñas que están cubiertas de musgo, no hablan como humanos, sino que relinchan en inglés, a veces también hablan voxchiuren, otros son reptiles alados con vientres abultados y sonrisa torpe, al hablar escupen mayonesa. Algunos son dioses que intentan volar a mi alrededor, son viejecitos muy estúpidos con una túnica invisible, usan camaleones por cinturón y serruchos por zapatos. Vuelan a mi alrededor como pequeñas moscas. Sigo caminando, veo muchas mujeres pintarrajeadas con glucosa, les gusta el baile, les gusta ver el movimiento de sus labios en una cámara. Son sensuales y animosas y sus escotes tienen caballos de fuerza. Cada vez las escenas se vuelven más patéticas. Sigo y sigo dando pasos quizás este bajando o quizás este subiendo. Dante tenía que bajar para encontrar la salida.

Soy una persona muy rara, cuando camino no me gusta topar las colillas de cigarro que la gente bota en el piso porque siento que me voy a contagiar de su suciedad, como que me transmitieran, a través de ellas su mal karma, su mala energía. Por eso al pasar evito toparlas dando pequeños saltitos. La gente me mira. Yo escupo al piso como si hiciera un ritual.

Las luces de la noche lastiman mis ojos. Me acostumbré a la oscuridad de las imágenes que veo al pasar, imágenes que viven debajo del puente, es un puente estrecho que baja hacia el inframundo, también viaja hacia el sótano de tu casa. ¡Pero miren lo que encuentro por aquí! Algunos duendecillos que vomitan letras. El más narizón de ellos me acaba de vomitar encima la espantosa letra S. Se me incrusta en el zapato y un gran chorro de sangre brota de él. Pero al duendecillo no le importa, porque se atrasa a su fiesta. Toman sus autos último modelo, y se marchan sin dejar rastro. Y yo no puedo parar de caminar. Me gusta caminar solo. Para no tener que hablar como si fuera inteligente, como si supiera algo, en fin, cuando hablas con alguien quieres pretender ser una figura de barro, otras veces de plastilina, pero siempre quieres ser una figura.

La noche me gusta porque te permite ocultar. Algunos ocultan sus monstruosidades, otros simplemente ocultan su estupidez. A mí me gusta ocultar mi dolor y por eso me rio a carcajadas. Mientras camino me río. Pero nunca paro de caminar. A veces veo gente metida en sus máscaras de acero y adentro tienen más máscaras, pero son de madera y otras son de agua, me gustan más las que son de gelatina rosada. Yo tengo una máscara de excremento, que solo me la quito cuando me baño, la dejo colgada al filo de mi ventana para que se oree.

Sigo caminando y una mujer gorda se me acerca, era tan gorda como el fin del mundo y se acerca nadando entre vómito, excremento y pedazos de hueso con sangre pululante en las esquinas. Nada de espaldas, de cuando en cuando traga agua. Me dice- Oye flaco vamos a divertirnos- Yo pienso en la posible diversión y me espeluzno. Y gracias a que me acaba de salpicar un pedazo de hueso con pus en el ojo, ya no quiero saber nada de su propuesta. Prefiero nadar solo. Pero lo mío es la caminata. Yo jamás dejo de caminar. Porque si lo hago moriría.

La noche se vuelve más profunda, más oscura, ya solo caminan a mi lado las almas en pena de Joselito, los borrachitos y los vendedores de crack. Apuro el paso no quiero quedarme bebiendo unas copas con burócratas que beben saliva. Sé que cuando salga el sol todo desaparecerá.

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