Café y cigarrillos

Café y cigarrillos

Aquella mañana, ella despertó como todos los días, los ojos hinchados por la víspera en llanto que había pasado. Durante la madrugada, a pesar de haberse prometido meses atrás no hacerlo, había estado viendo fotografías, escuchando los mensajes de voz del celular, y adentrándose en un mundo que ya no podría recuperar.

Miró a la ventana, era un día soleado, hermoso, el azul del cielo le juraba que ya no había nada que temer. Y entonces, sintiendo un calor en su pecho se levantó. Tras tomar un poco de té y algo de pan tostado decidió reencontrarse, tal vez reencontrarlo. Motivada por los recuerdos entró al baño. Cuando abrió la regadera sintió un extraño cosquilleo en el estómago. Finalmente estaría con él una vez más. Tomó una ducha caliente, y tras elegir su mejor conjunto se sentó frente al espejo. Utilizó el maquillaje más caro que tenía, se esforzó por verse hermosa para él, él lo merecía; y ella quería borrar hasta el más pequeño rastro de tristeza de su rostro.

Una vez lista, tomó el teléfono, abrió aquel chat que tanta pena le causaba ver y escribió sólo una frase:

«Amor, voy en camino»

Tomó su bolso, sus llaves y salió de casa. Con cada paso que daba, una desbordante emoción iba creciendo dentro de ella, miró el teléfono, no había mensaje. Siguió caminando, a su alrededor la multitud de gente que iba y venía le producían cierta molestia, pero ese día no iba a permitir que nada acabara con su buen ánimo. Tomó la ruta que a lado de su príncipe solía recorrer para llegar hasta el lugar indicado. Sabía que al final, aquel día tendría un desenlace hermoso, estaba segura de ello.

Antes de llegar, para darle una sorpresa, decidió entrar en la tienda y comprar una cajetilla de cigarros, ella sabía cuales eran sus favoritos, y aunque hacía tiempo no mencionaba siquiera la marca se llevó una para él. Siguió caminando, cada vez más ansiosa, cada vez más nerviosa. Y llegó entonces a la cafetería que en tiempos más dichosos fuera su santuario, el escondite en el que ambos habían hablado tantas veces del futuro, de sus sueños, sus metas y deseos. Juntos, como la hermosa pareja que siempre fueron.

Entró en el lugar y tras elegir una mesa en particular, la preferida de él, se dispuso a ordenar. Los que le atendían la miraban con curiosa lástima, ellos conocían la historia y les sorprendía verla ahí otra vez. Durante meses habían dudado verla de nuevo. Pero ahí estaba, se veía tranquila y mejorada, cansada, por supuesto, pero en definitiva serena.

Ordenó la bebida de temporada para ella y una taza grande de café intenso para él. Le llevaron la orden, y ella colocó las tazas una frente a otra. Una silla para ella y a su lado una silla para él.

Miró de nuevo el teléfono, sin mensaje. Tomó un poco de su bebida y tras mirar a ningún lugar en particular sonrió. Estaba esperándolo, sabía que de una forma u otra él llegaría. Miró la silla vacía a su lado. Abrió la cajetilla y tras encender un cigarro lo colocó en el cenicero. Solo ahí, solo consumiéndose. Entonces cerró los ojos y recordó aquella noche.

Él en la puerta, recordaba el calor de sus labios que besaban su mano como si fuera la doncella más hermosa del mundo. Recordaba su sonrisa y lo magnifica que la hacía sentir. Recordaba como había prometido volver al día siguiente, sonriendole, ofreciéndole el mundo entero con solo mirarla a los ojos. Ella confiaba en él, y así, tras haber dado varios pasos él volteo para soplarle un beso. Ella sonrió con las mejillas rojizas y tras bajar la mirada en señal de adulación cerró la puerta.

Ya no volvió a verlo, ya jamás escuchó su voz otra vez. En su chat, el cuál ella consideraba el más importante de todos nunca apareció un mensaje nuevo. Él se despidió de ella esa noche sin saber que justo ese día algún conductor enloquecido le arrebataría el palpitar de su corazón.

Pero mientras ella tomaba su bebida y el cigarro se consumía lentamente en el cenicero, ella estaba contenta, porque sin verlo a su lado, sin oír su voz ella lo sentía ahí. Como antes, exactamente igual que antes. Sonriendole, acariciando su rostro diciéndole en un susurro cuánto la amaba. Y ella lo sentía, sabía que estaba ahí, haciéndole compañía, cuidándola con la pasión con que solía hacerlo.

Tomó su celular, abrió el chat, en el cual había muchos mensajes de meses pasados pero ninguno reciente. Miró la foto que tenía ahí, eran ellos dos, felices, enamorados, juntos hasta el fin. Una lágrima brotó de sus ojos pero la sonrisa no se le borró. Mirando directamente la foto escribió un mensaje para él, uno que sabía perfectamente que de alguna manera él sería capaz de recibir:

«Te extraño mucho mi amor»

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