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La irrupción de la inteligencia artificial en nuestras vidas, a través de OpenAI en septiembre de 2023, fue toda una sorpresa. Parecía que se abrían los cielos y que la sabiduría nos iba a caer, al igual que nos cae la lluvia en medio de una tormenta. Todo iba a cambiar radicalmente. Infinidad de puestos de trabajo iban a ser sustituidos por esos programas cuya capacidad sobrepasaba todo lo antes imaginable. Pero, con el paso de las semanas y los meses, nos dimos cuenta de que todo aquello que se pronosticaba resultó ser cierto a medias.
Desde que surgieron las inteligencias artificiales con fuerza, se han producido algunos profundos cambios, sobre todo en la generación de texto, imagen, sonido y vídeos, principalmente. Han surgido infinidad de nuevas IAs, cada una o cada grupo de ellas adaptadas a un determinado entorno de conocimiento. Lo que ha hecho que, al mismo tiempo que unos puestos de trabajo fueran desapareciendo como consecuencia de la capacidad de las máquinas de desarrollar más tareas, han ido surgiendo otros distintos que antes no había. Estos consisten en el aprendizaje, el manejo y la mejora de las capacidades del ser humano en esta nueva tecnología.
Un ejemplo puede ser el descubrimiento de la electricidad. Un día, las calles empezaron a ser iluminadas con bombillas. Por lo tanto, las personas que se dedicaban a encender y apagar las antiguas lámparas de aceite y las personas que las fabricaban, entre otras, se quedaron sin trabajo. Pero, como contraposición, surgieron otros trabajos, como el de generar y distribuir la energía eléctrica, también el de montar las bombillas y controlar que todo funcionara correctamente. En este caso, justo al surgir las nuevas IAs, hubo personas que se quedaron sin trabajo y otras que empezaron a trabajar en esta nueva tecnología. Por lo tanto, podemos decir que el trabajo es parecido a la energía: «ni se crea ni se destruye, solo se transforma». De ahí la necesidad de adaptarse, de evolucionar.
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La competencia hace que nos esforcemos y que tengamos que pensar, planear e invertir para innovar. Todo este esfuerzo ha sido necesario desde que el ser humano empezó a manejar herramientas básicas para resolver problemas. Aquel que era capaz de cazar y recolectar más y mejor aprovechaba los recursos que otros no eran capaces de aprovechar. Ese conocimiento o habilidad les permitía sobrevivir con más facilidad que aquellos que no lo poseían.
Hoy en día, la faceta de la supervivencia física ya es un problema mucho menor que en aquellos tiempos; sin embargo, la supervivencia en el mercado laboral o entre empresas no ha cambiado nada. Aquella empresa o empleado que se ve superado en su capacidad de lograr objetivos se ve inexorablemente fuera del mercado empresarial y laboral. Las grandes empresas, e incluso grandes núcleos de población, perecen al no alcanzar un mínimo de adaptación a las nuevas circunstancias.
Tampoco es necesario ser el mejor, pero sí es necesario imitar al que lo hace de forma excelente. Con ciertos cambios y mejoras, los barcos más básicos para la pesca han ido evolucionando hasta convertirse en grandes buques que pasan 6 meses en el océano sin volver a puerto. Qué sería de esos pescadores tradicionales si no cambiaran nada de su forma tradicional de trabajo, pues quedarían fuera del mercado y trabajarían solo para su propia subsistencia y la de los más cercanos.
No hace más de dos años que los drones irrumpieron con fuerza en el campo militar, y por desgracia están evolucionando a pasos agigantados. Aquel ejército que no sea capaz de generar la tecnología para desarrollarlos o asumir el coste de adquirirlos puede tener los días contados. Esa desventaja en el combate significa casi una derrota. Y aun pudiendo resistir, en cuanto entraran en la escena de guerra los nuevos robots no tripulados en forma de tanque, los perros con armamento incorporado o aquellos que poseen una célula de evacuación, el resultado sería de total derrota para el ejército que no evoluciona.
Desde que el ser humano habita este planeta hasta hace décadas, la población viajaba más por necesidad que por ocio. La búsqueda de recursos obligaba a las poblaciones a desplazarse, muchas veces en condiciones muy precarias, para no sucumbir. Primero seguían el movimiento de aquello que les alimentaba y cubría sus necesidades más básicas; otras, para huir de una falta casi total de recursos o simplemente para buscar un sueño dorado.
Hoy en día, el ser humano tiene la posibilidad de viajar más fácilmente y, por tanto, puede satisfacer esa necesidad de conocer otras culturas y, con ello, toda la tecnología que les ha hecho evolucionar. La fuga de cerebros o de talentos, al igual que el trabajo online, ha hecho que la población se pueda mezclar con mucha facilidad. Ahora no es tan raro encontrarte con una persona que se ha criado en un país, o en varios incluso, pasa su vida laboral en otro y acaba jubilándose donde nunca había planteado.
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Todas estas reflexiones que plasmo aquí me han surgido después de seguir las noticias acerca de la aparición de DeepSeek y la evolución que ha tenido a lo largo de apenas dos semanas de acceso al público en general. Ha conseguido que las empresas que ofrecen ChatGPT, Perplexity y Google Bard, entre otras, pierdan cerca de un quinto de su valor en bolsa. Encima necesita un octavo de sus recursos electrónicos más potentes y es de código abierto. Todo un reto para los desarrolladores de esta tecnología y de quienes les proporcionan los recursos. Estoy ansioso de ver qué sucede ahora cuando los computadores cuánticos también puedan combinarse con las IAs.
¿Cuál es vuestra experiencia con las inteligencias artificiales?
¿Cuál es la que más os gusta o usáis más y por qué?
¿Habéis probado DeeSeek?
Gracias por vuestraos comentarios respetuosos.
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