Borrador(Capítulo IV)

_ Quiero que sepa señor Altozano que hemos procedido de esta manera porque dudo que usted nos hubiese querido acompañar de manera voluntaria.

_ ¿Que me ha pasado?- Mi cabeza daba vueltas.

_ ¿Ve este hombre?, este es mi buen amigo Septiembre, él ha tenido la delicadeza de aplicarle una llave que lo dejo noqueado.

_¿ De donde ha salido?, en el baño solo estábamos usted y yo.

_ Nosotros ser como el tiempo- Dijo el hombre enorme, su acento era muy fuerte, tal como los nórdicos.

_ A lo que mi amigo se refiere, es que somos y no somos a la vez, el tiempo esta allí, corriendo a su paso, el tic tac marca los segundos, pero, ¿podría usted tocar el tiempo?, ¿podría usted señor altozano decirme que a capturado un minuto de su vida en un frasco?

_ ¿Que demonios les ocurre?, a que vienen estas preguntas tan extrañas, ¿es esto un secuestro?, ja, ja. ¿Saben que no tengo dinero cierto?

_ Creo que he dejado claro que sabemos todo de usted, sabemos que solo gana un salario mínimo. Y no, esto no es un secuestro, por lo menos no dentro del sentido estricto, pues le apuesto que luego sera usted quien quiera quedarse aquí.

_ ¿Donde estoy?

_ El lugar exacto no se lo puedo decir señor Altozano, pero esta habitación sera su hogar por ahora. Yo, septiembre o alguno más le estará trayendo la comida tres veces al día. tras aquella puerta esta un baño con un retrete y una ducha, y como ve, en el aquella maleta esta toda su ropa, así que recuestese y descanse.

Me desvanecí nuevamente.

Ahora, la habitación; estaba yo en aquel lugar de unos seis metros de largo por tres de ancho, mi cama estaba recostada al lado largo del lugar, el baño estaba tal como dijo Mayer tras la puerta, baño diminuto debo decir, era de un promedio de dos metros de largo por dos de ancho. Cerca de la puerta de entrada había ubicado un pequeño escritorio y una silla, sobre el, unas hojas blancas y dos lapices, una sola bombilla iluminaba la habitación, la verdad, era deprimente.

En el baño no había ninguna ventana, más en el cuarto estaba una cortina, y tras ella una ventana corrediza la cual por más esfuerzo que hice no logre abrir o romper, destroce mis nudillos golpeándola con desespero y la silla de la habitación la hice añicos golpeando el cristal que quizás y era blindado. Septiembre entro una tarde y me encontró tirado, muerto de cansancio y a mi lado la silla en varios pedazos. El enorme hombre solo rió y dijo, «inútil intento». al día siguiente entro con una silla idéntica a la anterior.

En su muñeca pude notar un llavero que sujetaba la llave de la puerta, pero la idea de arremeter contra él y robarle la llave se esfumaban al ver su enorme cuerpo. Más algo debía hacer, a lo mejor algo que me costaría mucho.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS