El Tío Armando

En la foto inspiradora, tomada el 06 de Febrero de 1949 vemos montado cada uno en su bicicleta, de izquierda a derecha Silvia (8 años); Susana (14 años); Marta (16 años); Tío Armando (34 años). Era Domingo por la mañana, y el buen tío obvió su descanso semanal para acompañar a sus sobrinas en un paseo por los denominados bosques de Palerrno. El lugar se llama en realidad Parque 3 de Febrero, tiene 40 hectáreas de superficie y es el pulmón verde de la Ciudad de Buenos Aires capital de Argentina.

Señalamos como detalle de la época, que las niñas llevan falda aunque salieron a pedalear, el tío vistió de saco y corbata a pesar del calor de Febrero en el hemisferio sur. Todos usábamos zapatos, ninguno va en cómodas zapatillas.

Relato

Mi abuela materna Salvadora, llegó a la Argentina en 1906 desde Asturias, donde había nacido 15 años antes. La acompañaba su hermano Francisco, un par de años mayor que ella. Poco tiempo después, fundaron dos nuevas familias en su voluntario destierro.

Mi abuela tuvo cinco hijos: Luisa, Ester, Carmen, Ana y Héctor.

Yo fui la hija única de Carmen. Mis primos fueron Marta, Susana, Ricardo y Alicia, hijos de Luisa, y Jorge hijo de Héctor. Ester y Ana, si bien se casaron, no tuvieron descendencia.

En esta historia contaré como fui descubriendo el mundo y al mismo tiempo la familia en la que había nacido. A través de los años comprendí la influencia de uno de sus miembros en la mayoría de nosotros y en el grupo familiar. Me refiero al hombre que se incorporó por su matrimonio con la tía Ana. Armando fue tío político de mis primos y mío, convirtiéndose para todos y para siempre en el “Tío Armando”

La familia estaba dividida: un grupo vivía en la ciudad de Buenos Aires y el otro en la provincia, a una distancia de 200 Km, en un pequeño pueblo rodeado de campo. ¿Por qué esa división? Porque Luisa se casó con un hombre de ese pueblo y él tenía allí su negocio.

Yo llegué al mundo en la Ciudad de Buenos Aires, y viví en una casona que mis padres compartían con la abuela (ya viuda), con la tía Ana y su marido Armando.

Fácil es imaginar los mimos para la más chica, en esa amplia casa donde inicié mi vida rodeada por una abuela, una pareja de tíos y mis propios padres. Todos ellos me querían, educaban y protegían pero… el Tío Armando era un ser distinto y especial, a quien el resto de los chicos de la familia y yo, adorábamos.

En mi niñez no sabía aún que compartir la vida con ese tío sería un regalo del destino.

El tío Armando era cantante, su registro de voz era el de un tenor lírico, con un timbre claro y una potencia envidiable. Fue él quien me guió en el conocimiento de la música desde aproximadamente mis tres años. Juntos, escuchábamos buena música popular, clásica y ópera. Un día nos dimos cuenta que yo sabía de memoria la letra de las obras que el tío ensayaba. Granada, Ojos Verdes, I’Pagliacci, Tosca, Doña Francisquita, y tantas otras. El tío también dibujaba y pintaba y, cuando lo supe, al poco tiempo yo también tuve mi paleta, lápices y pinceles.

Salía de paseo con mis tíos siempre que me invitaban. Me llevaban sola o con mis primos del campo, cuando nos visitaban. Generalmente venían las dos primas mayores, Marta y Susana. Frecuentábamos un cine que sólo exhibía dibujos animados, o íbamos al parque de diversiones, donde el tren fantasma nos asustaba mucho. Cuando fuimos más grandes, el tío salía en bicicleta con nosotros por los Bosques de Palermo. A uno de esos paseos corresponde la foto que ilustra e inspira esta historia de familia.

El tío Armando fue guía y mentor de los chicos de la familia. Con su fortaleza y determinación contribuyó a salvar la vida de su esposa, mi tía Ana, que había contraído una enfermedad muy grave. Supo también ayudar a sus hermanos, interviniendo para solucionar diversos problemas, antes que se lo pidieran.

Siempre estaba alegre, haciendo bromas, con ocurrencias para hacernos reír. El tío era quien animaba en las buenas y en las malas. A todos nos unió el cariño hacia él y el agradecimiento por su bondad.

Cuando se fue definitivamente, un invernal 20 de Junio de 1983, todos sus sobrinos estábamos cerca de él y también quienes se habían incorporado a la familia por matrimonio.

Había desaparecido el ser que nos unía en un entendimiento común. El hermano menor de mi mamá se alejó y nunca más supimos de él. Los primos nos dispersamos por distintos motivos.

¿Quién fue el Tío Armando? Un hombre bondadoso, generoso y compasivo, que hizo por su familia política todo lo que hubiera hecho para mantener la unión de su familia de sangre, si la hubiera tenido o conocido.

Él lamentó no haber podido volver al pueblo donde creció hasta que emigró a la Argentina. Se llama Arganda del Rey y está en las cercanías de Madrid. Yo lo visité en su nombre. Ese día, el Tío Armando disfrutó de pasear por su pueblo. Lo hizo bien abrigado dentro de mi corazón.

FIN

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