Sus palabras fueron tan lacerantes como una estocada mandoble que me atravesó el miocardio, al notar mi semblante supo la magnitud de lo que había dicho, rápidamente me abrazo pidiéndome disculpas. Pero ese abrazo fue efímero me intento apabullar pero ya todo estaba claro y pudo darse cuenta al sentir mi desaire hacia ella, demudo esa cara de arrepentimiento y culpabilidad por una de mucha arrogancia, hay supe que todo mi esfuerzo le fue fútil, me despedí y de manera sutil suprimí todo aquello que por ella alguna vez sentí.
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