ALGO RARO ME LLEGÓ DE JERUSALEM

Jerusalem (en hebreo יְרוּשָׁלַיִםYerushaláyim; en árabe القُدس)es la capital de Israel y su ciudad más grande y poblada, con 804,355 residentes en un área de 125,1 kilómetros cuadrados. Situada en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y la ribera norte del mar Muerto, se ha extendido bastante más allá de los límites de la Ciudad Vieja.El estatus de la parte oriental de la ciudad, conquistada en 1967 por Israel, se encuentra disputado, ya que en este sector —referido habitualmente como Jerusalén Este o Jerusalén Oriental, que incluye la Ciudad Vieja— es donde el Estado de Palestina quiere establecer su capital. Israel discute las reclamaciones palestinas y, tras la Guerra de los Seis Días, considera la ciudad como un todo unificado y un mismo municipio, declarándola como su capital «eterna e indivisible» mediante la Ley de Jerusalén en 1980. Esta anexión no es reconocida por la mayoría de la comunidad internacional.Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo, habitada por los jebuseos antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del siglo XIII a. C. Fue la antigua capital del Reino de Israel y del Reino de Judá, y siglos más tarde del reino franco de Jerusalén. Es considerada una ciudad sagrada por tres de las mayores religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

La Ciudad Vieja de Jerusalén fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981.

A realizar un tour por Europa que incluyera también unos días en Jerusalem, estaba invitando el Padre Cañizales (se oculta su nombre real).

La profesora Olinta Muñoz -se oculta su nombre real- decidió ir y nos llamó a mi esposa y a mí para motivarnos a acompañarla. Lamentablemente, varios compromisos previamente contraídos nos lo impidieron, y no nos quedó más que esperar a que Olinta regresara y nos contara detalles de su viaje.

Aquél octubre se perfilaba caluroso y lluvioso, dada la humedad pegajosa insoportable. Era ya cercano al mediodía, y me encontraba metido en el carro, con el motor encendido, vidrios subidos y aire acondicionado a millón.Me estacioné en el espacio dispuesto para tal fin en la sede de la universidad en la calle Pichincha de Ciudad Bolívar, Venezuela.Esperaba a mi esposa.Un CD de “Lo Cortez no quita lo Cabral” mantenía mi impaciencia controlada. Mi camisa marrón de lino, manga larga, que me había regalado mi hermano Carlos en el pasado diciembre del 2001 me incomodaba la espalda, ya húmeda por la elevada temperatura y el tejido algo picoso, como todo lino.

–“Allá viene Rosiris”, pensé…en efecto, se acercaba al carro con las manos llenas de carpetas –además del pesado maletín- y en amena charla con Olinta Muñoz.Con mucho cariño me sonreí, pues teníamos ya como un mes esperando que nuestra amiga regresara de Tierra Santa. –“¡Hola, José Luis!”, resonó profunda la voz inolvidable de Olinta, abriendo la puerta trasera derecha de la camioneta. –“Hola, Olinta, ¿Cuándo llegaste?”Simultáneamente, sus brazos rodearon mi cuello y recibí su fraterno y cariñoso beso en mi mejilla derecha.Pero algo me ocurrió. Algo desagradable sentí. Como médico, pensé que la torsión del cuello desde mi asiento de chofer pudiese haber bloqueado momentáneamente el flujo sanguíneo cerebral que aportan las delgadas arterias vertebral y basilar.Sentía que todo giraba…las voces de Rosiris y Olinta las oía como eco al final de un túnel.Consciente de lo que me estaba ocurriendo, pero tratando de disimular aquélla terrible sensación, respiré profundo y presioné mis globos oculares, buscando reactivar el parasimpático a través de lo que los médicos conocemos como maniobras vagales. Mi pulso parecía una ráfaga sostenida de metralleta.–“Entonces te fué bien”, le dije a Olinta, buscando ganar tiempo para reponerme y poder manejar.No sé qué tiempo transcurrió, ellas hablaban y hablaban, hasta que de pronto: -“Bueno, dále, José Luis, arranca, que hay que llevar a Olinta a su casa”. Yo trataba de disimular, pues no quería que se dieran cuenta que algo me pasaba.Debo haber arrancado el carro pero, en verdad, si les digo que me acuerdo con detalle les mentiría…no sé cómo llegué manejando a casa de nuestra amiga…no recuerdo si me despedí o no. Sólo recuerdo que Rosiris me dijo: “Bueno, ¿Y qué es lo que te pasa?, estás raro”. Al verme solo con ella, le dije: -“Ven, maneja tú, vamos a la casa que no me siento bien”.

Sus ojos comenzaban a desorbitarse, sin comprender lo que me ocurría. –“¿Vamos a la clínica?” – “No, vamos a la casa”.

No recuerdo cuándo llegamos.Al sentarme en una de las sillas del corredor, le dije:“Llama al compadre Víctor”. (Dr. Víctor Medina Silva) Pero Víctor no estaba. Creo que se hicieron unas cuantas llamadas, mientras yo luchaba por estabilizarme. Pero la fulana estabilidad no llegaba. Otros síntomas extraños llegaron…mi conciencia iba y venía…me era casi imposible mantenerme en esta orilla de la vida.

Súbitamente, me ví en una casa mediana, de una sola planta, con muebles estilo danés de madera, en la sala –como de los sesenta- y en la ventana una cortina blanca o gris claro con rayas azules…más bien fea. Una señora vestida como árabe o algo así, con su cabeza cubierta, le hablaba a un niño como de nueve años en un lenguaje inintelegible para mí. Tiros. Dos bombas explotaron cerca. Había como una especie de guerra. Un anciano apareció de pronto y casi a empujones arrastró a la mujer y al niño hacia un lugar cerca de la mesa del comedor.A mí me habló también con mucha autoridad, pero no entendía yo nada.El anciano abrió una puerta que en el piso estaba escondida bajo una alfombra vino tinto, estampada con arabescos amarillos…era la entrada a un sótano. Allí se metieron los tres, bajando por unos escalones de madera.Yo estaba como perplejo, no sabía dónde estaba…pensé que a lo mejor tendría que hacer todo lo que ellos hicieran…así que me acerqué a la abertura del piso para intentar bajar, pero una potente explosión bajo la casa me voló como a tres metros y me dejó sordo.A todas estas mi conciencia regresó a Ciudad Bolívar. –“Me está pasando algo extraño, busca ayuda” Apenas pude balbucearlo.

Volví a la casa bombardeada…ahora veía cómo los soldados estaban ya casi dentro del inmueble.Como pude intenté lo del sótano, pero la explosión sólo había dejado los cuatro peldaños superiores…ví el cuerpo del niño sobre el señor mayor, y más allá la señora…todos muertos. Se me ocurrió colgarme de los poquitos peldaños que quedaban hasta que se fueran los soldados….eso hice…no sé qué tiempo permanecí allí…la fuerzas casi abandonaban a mis manos adoloridas y engarrotadas…tiros y bombas…no tenía cómo saber cuándo pudiese salir de aquel hueco…regresó mi conciencia a Ciudad Bolívar. Mi esposa –desesperada- creo que hablaba con alguien solicitando ayuda…empecé a creer que me estaba muriendo…la pérdida de agarre de una de mis manos me regresó a mi terrible situación de guerra, sin saber lo que ocurría…pasaron como horas, pero seguro eran minutos…sentí como la necesidad de tomar la decisión de salir de dónde me encontraba…solté mi mano izquierda para alcanzar el borde de la abertura…lo hice…pero cuando me decidía a impulsarme hacia arriba para salir, alcancé a ver la figura de un soldado, quien –vociferando algo en su lenguaje- descargó un terrible golpe sobre mi dedo meñique izquierdo, con la culata de su fusil de asalto. El intensísimo dolor me trajo de regreso a Ciudad Bolívar, en el momento en que me estaban dando una medicina a tomar.No recuerdo lo que después ocurrió.

Al otro día me desperté como a las 11 y media de la mañana. Había dormido casi ventitrés horas seguidas.Ya mi esposa había llegado, y estábamos en la mesa esperando para almorzar.Encendimos el televisor para enterarnos de las noticias, como siempre lo hacíamos, cuando de pronto, y en relación con un bombardeo que había ocurrido en o cerca de Palestina, pude observar la misma bombardeada…semidestruída…¡y ví la cortina de rayas!…entrevistaron a un sobreviviente…era alto y fuerte, como de unos cuarenta años, de negra barba…contaba los detalles del bombardeo, y de cómo se ocultó colgando de los escalones del sótano, hasta que un soldado lo descubrió y le aplastó un dedo de la mano con la culata de su fusil de asalto…¡Y enseñó su dedo meñique izquierdo, vendado!

Nelsi (nuestra ahijada y niñera de mis hijos), Rosiris y yo no salíamos de nuestro asombro…¿Cómo explicarlo?…¿Cómo entender esto?

A tantos años transcurridos aún busco las respuestas.

No puedo evitar pensar como médico. Podría clínicamente pasearme por los sucedáneos del síndrome de insuficiencia vertebro-basilar, hasta el síndrome del lóbulo temporal…todos capaces de producir estados alterados de conciencia –vigiles o sonambúlicos- o alucinaciones.Hasta allí todo bien.Lo que clínicamente no cuadra es: a)la sincronicidad espacio-temporal;b)la conciencia vigil compartida,habida cuenta que los dos sujetos estaban separados por miles de millas intercontinentales. Además, si no hay personalidad pre-mórbida la única etiología posible es la de toxicidad o un accidente cerebrovascular, que nunca ocurrieron. Pero seguimos sin explicar los puntos a y b antes mencionados.

El evento, aparentemente desencadenado por el contacto físico con la profesora Olinta, podría explicarse por el fenómeno Psi-Gamma denominado metagnomia táctil.

Reflexiones finales:

La física clásica la erigió Newton como respuesta al sentido común. La materia se puede evaluar, se precisa su posición y su comportamiento, se preveen los movimientos y velocidades, sus energías y sus resultados. Las ondas eran elementos de segundo orden en comparación con las partículas que por sí solas eran suficientes para conformar la materia.

La física cuántica establece que las partículas elementales, constituyentes del átomo, no son elementos esencialmente reales dada su imprecisión existencial. Se pueden comportar como partículas en un momento dado y como ondas en el siguiente o en el anterior. Existen en un espacio y un tiempo que no reconoce el presente, saltan del pasado al futuro, y a la inversa. El presente material sólo es reconocido como una necesidad y una arbitrariedad de la observación humana. No obstante, contradictoriamente, las partículas elementales y las ondas exigen su derecho de ser el fundamento de la materia. Paradigma complejo y de difícil solución. La curiosidad estriba en que tanto la física relativista como la cuántica resuelven problemas siempre que no sea simultáneamente. Esta disyuntiva generó el Principio de Incertidumbre propuesto por Heisenberg, que expresa que no hay ningún elemento que exista en un lugar y en un tiempo determinados.

Complejidades…la vida es simple, y demasiado compleja también.De cualquier manera, la experiencia vivida por mí en aquél singular día no creo que pueda olvidarla fácilmente.

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