¿Mientes?
Yo no la he escrito. Me lo decía una y otra vez mezclando su insistencia con lágrimas y mocos. Y no le creía. ¿Era un mentiroso? ¿Un enfermo mental? Desde que ella se fue no era dueño de sus actos, tampoco de sus pensamientos. Todos sus desvaríos se los provocaba aquella mujer, siempre se los provocó ella.
Hacía un año desde que no estaba. Las flores contrastaban con el frío color de la lápida. Allí encontré una carta, la letra era de ella; el destinatario, él.
Él insistía en que no escribía con tinta azul.
Susana Alvarez Iglesias
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