María trabajaba en la cuadra de la 65, un lugar visitado por un montón de personas comunes, justamente porque el precio de las habitaciones de los hoteles vecinos y principalmente del hotel donde María era la recepcionista y camarera el tiempo, se acomodaba perfectamente al bolsillo de los particulares huéspedes, dueños temporales del famoso lugar. Todos los santos días llegaban gentes de diversas ciudades, unos con apariencia aceptable de curiosos aspectos y otros ordinarios en su aseo y sus olores promulgados. Muleros, cóteros, dueños de cargas, amantes clandestinos vestidos de deseos y otro tanto más de personas clasificadas para ser parte del engranaje de los clientes, conmemoraban las historias estrafalarias y matutinas que hacían parte del día a día. María era una mujer de rostro cansado y ojos apagados por el pliegue de tantos recuerdos tristes, con una figura redonda de curvas voluptuosas y cabellos simples, sin tintes, sin forma, ni brillo. Apagada por el tormentoso pasado que enmarcaba memorias latentes de mucho maltrato y olvido. Sin embargo el hambre le recordaba que a pesar de lo cruel que resulta ser la vida, no se puede parar. ¡La comida y el techo no caen del cielo! Para «fortuna», el dueño del famoso hotel de la 65, un viejo amargado, tacaño y ambicioso, le daba el empleo con la estricta condición de que tenía que desempeñar el cargo como responsable de prácticamente todo el hotel. Sólo tenía un ayudante, que era un botones con artas necesidades y trabajaba por la mitad del sueldo que normalmente debe ganar una persona con este cargo- Qué se le va hacer, la necesidad tiene cara de perro callejero hambriento y un poco más, -Repetía constantemente el botones del famoso hotel de la 65.
Un día como cualquier otro, de color gris cómo normalmente hace en la ciudad de Bogotá, la mujer de ojos tristes se topa nuevamente con la mirada maestra de profunda violencia que le obligó a huir despavorida una fecha de abril a las horas de la madrugada, solamente con la ropa que llevaba puesta, ensangrentada, con manchas de odio y dolor. Raúl el nombre del hombre manchado por el terror, llegó a la madrugada un día de ese mes, borracho y mal oliente, sin comida en la bolsa, a abusar y maltratar como era la costumbre que tenía contra esta pobre mujer. Ella aturdida y motivada por el dolor y la desesperación. le clavó un cuchillo oxidado en toda la panza y huyó a las 5 horas aproximadas de la madrugada sin rumbo fijo, donde por cosas del destino o de la causalidad, fue encontrada por don Pedro; el dueño del hotel, en una acera, cubierta de lágrimas y sangre. Ella ensombrecida por el llanto y el terror, a penas lo alcanzó a mirar de re ojo, cuando el tipo de vestidura elegante se bajó de su viejo automóvil para socorrerla. No tuvo más opción que agarrar la primera oportunidad que la niebla de esa madrugada le puso ante sus ojos, por consiguiente, acordó con su «salvador», ayudarle con las tareas del hotel envuelto en la quiebra, a cambio de techo, comida y un poco de dinero para sus cosas personales. Fue así como para infortunio de María, su ex pareja, dueño de los golpes y las heridas marcadas en cada parte de su piel, ingresa al hotel como huésped, con una borrachera donde a duras penas se sostenía de pié por generosidad de la vida. Junto a él se hallaba una mujer joven de ropaje indecente, con cabellos rubios rizados y la cara exageradamente revestida de maquillaje. Para fortuna, el oscuro personaje no la reconoció gracias a la ebriedad que le acompañaba, entonces la misteriosa mujer recibió las llaves cuando María le otorgó el permiso para que ingresaran a la habitación asignada.
Las horas se hacían eternas mientras María esperaba que su patrón llegara a cubrirla, mientras ella podía descansar un poco. Por la ligereza de sus pensamientos ansiosos paseaban un sinnúmero de temores; no sabía si agradecer que su agresor no hubiera muerto con la puñalada, o si maldecir no haber contado con la suficiente suerte. Lo que más quería en ese preciso momento, era desaparecer del lugar y huir de todo.
Un éxtasis de rencor la embarcaba; en esos instantes ensombrecidos de pánico e ira, recordaba como había perdido a sus hijos cuando la escoria de Raúl de una pela que le dio, le ocasionó un aborto; la muerte de sus pequeños gemelos, a penas ella teniendo 4 meses de gestación. Venía también a su memoria la muerte de su gato, que sin ser merecida, falleció de una patada lanzada por la misma persona que mató las vidas que se estaban formando en su ser. Algo se estaba apoderando de sus deseos; la idea de acabar de una vez por todas con la pesadilla que la acompañaba desde su sufrida niñez. Fue así como con cautela se dirigió a la habitación ocupada por el animal y su acompañante, con la copia de las llaves, un cuchillo afilado y un trapo que le cubría su rostro. Se lanzó sin pensarlo a la cama donde ambos estaban desnudos y de una puñalada al corazón mató a la mujer para que no quedaran testigos del asesinato. Por desgracia Raúl alcanzó a quitarle el puñal y con este mismo la mató.
OPINIONES Y COMENTARIOS