Blaze! Capítulo 111

Capítulo 111 – Remanente.

Los días pasaron y pasaron y Hänä no se movió un paso de la entrada del castillo, esperando a que Jur saliera de este, sentada sobre un cubo de hielo negro, con una viciosa y penetrante mirada que no se desviaba del acceso del lugar, perturbando a los guardias que resguardaban el sitio.

¿Qué es lo que miran? –preguntó la maga del agua con evidente ira contenida, con ambos ojos amoratados por la falta de sueño, apoyando ambas manos sobre la guarda de una larga, gruesa y cristalina espada de hielo, escondiendo parcialmente su rostro detrás de la empuñadura de esta—. Los recuerdo, son los niños del otro día…

Eso fue hace una semana, señora… –respondió uno de los soldados, sintiendo la fría brisa proveniente del entorno de Hänä, como si se tratara de un espectro mirando desde el fondo de una profunda oscuridad, algo que le crispaba los nervios.

Hänä escuchó tales palabras y se levantó de inmediato de su asiento, dejando caer la espada al piso, descongelándose ambas creaciones de hielo, abandonando el lugar sin mirar atrás. Estaba dispuesta a esperar a su presa el tiempo que fuera necesario, pero no le daría ningún tipo de ventajas, yendo a alimentarse y a descansar de forma apropiada. Cambiaría su enfoque, atacaría directamente sin ninguna contemplación ni aviso previo.

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Yamm cayó sobre un extenso y líquido lugar, fundiéndose con este hasta el punto de perder completamente su forma física. El flujo lo arrastraba, logrando arrimarse a algo duro y fijo que sobresalía del fondo del río en el que se encontraba inmerso. Divisó el azul cielo y sus nubes, alguno que otro animal volador en la lejanía, el sonido de las hojas de los árboles moviéndose por el viento, el canto armonioso de ciertas criaturas que nunca logró contemplar, la luminosidad de las estrellas nocturnas… Hasta que un día observó una figura cercana y desnuda. Era sólido, móvil y fuerte. Podía sentir su fuerza en sus pisadas, acariciando los desarrollados músculos de sus piernas, subiendo luego por estas al resto de su cuerpo.

El hombre desnudo que se bañaba en El Caudal de los Tiempos se sintió repentinamente apresado por una fuerza invisible, la que se introdujo al interior de su cuerpo por todos sus poros mientras este intentaba luchar para liberarse, sintiendo como su alma era destrozada y consumida a mordiscos por una depredadora e invisible entidad, desvaneciéndose como si nunca hubiera existido y dejando su cuerpo como un cascarón vacío y sin vida, un vehículo excelente para el recién llegado Yamm, quien con su sola presencia hizo crecer el recipiente humano que ahora lo contenía, alcanzando su dimensión original a la cual estaba acostumbrado, comenzando a desplazarse sin tener en cuenta su entorno, destruyendo varias cosas a su paso, incluso pisando a un ser muy parecido al que le legó su nuevo cuerpo. En la distancia observó un lugar lleno de agua, caminando hacia este, eligiéndolo como su nueva morada, sumergiéndose en esta para dominarla y reinarla, aunque tuviera que tomarla por la fuerza.

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Blaze continuaba poniéndose al día con Starmancer y Camellie cuando vio llegar a Hänä a la estancia donde sabía se estaban alojando, acercándose a ella solo para quitarle su jarra de cerveza y plato de comida, tragando los alimentos para luego arrojarse sobre la cama, durmiéndose de inmediato.

¡Gracias! –gritó Blaze a su amiga, quien fue tapada en seguida por Claire para que no se enfriara durmiendo sobre la cama. Las ondinas habían sido instruidas a quedarse con la ígnea hechicera para poder saber su paradero en caso de que le tomara mucho tiempo volver a ver a Jur, cosa que terminó sucediendo una semana después de que se quedara esperando infructuosamente frente al castillo de Baal.

Claire cerró la puerta de la habitación donde Hänä se encontraba reposando, sentándose en una silla al lado de la puerta. Hänä cayó en un profundo sueño, casi como si hubiera sido noqueada por un ataque enemigo, sumiéndose en una tranquila y imperecedera oscuridad. Después de una indeterminada cantidad de tiempo se sintió aprisionada, como cuando la consciencia se adelanta a despertar con respecto al resto del cuerpo, abriendo los ojos para hallarse atada a una silla, siendo observada por una muchacha desde el fondo de una habitación llena de artículos dorados.

Qué sueño más extraño… –murmuró Hänä, sintiéndose un poco mareada y somnolienta, como si estuviera fuertemente alcoholizada, viendo que la muchacha que segundos atrás estaba en el otro extremo de la habitación ahora estaba apoyando la frente sobre la suya, mirándola directamente a los ojos.

Así que eres tú la que tiene ahora el ojo… –dijo la muchacha, golpeando el rostro de Hänä en varias ocasiones con la palma de su mano para despertarla—. Espabila, chica, que esto no es un sueño.

¡¿Quién te crees que eres para abofetearme, ignota?! –exclamó Hänä, ahora completamente despierta y con la mejilla izquierda enrojecida por los impactos, notando que efectivamente estaba atada a una silla, incapaz de moverse e iracunda—. ¿Dónde estamos?

Dentro del ojo –respondió escuetamente la muchacha de frondosa cabellera rubia, almendrados ojos verdes y turgentes labios rosados, la que vestía un traje de color rojo y aterciopelado colgando desde su hombro izquierdo, dejando el otro descubierto, como si se tratara de una especie de sotana con un gran corte en su costado inferior derecho, dejándose ver a través de esta separación la longitud completa de la pierna de la mujer.

¿Dentro del… te refieres a que estamos dentro del Abysmal Greed? –consultó Hänä, mirando en todas direcciones, encontrando lujos que solo imaginaría ver en la morada de la realeza, recordando las palabras de la reina Raphaela—. Tú eres la muchacha que estaba dentro del ojo, yo…

Sí, soy yo. Si crees que debo agradecerte por liberarme, deberás esperar sentada a que lo haga –respondió con desdén la muchacha, alejándose un poco de Hänä, extendiendo sus brazos para enseñar el lugar donde estaban—. No me has liberado de nada, sigo aquí encerrada como siempre, toda esta mierda que tengo no me contenta en nada, ¡no me sirve de nada! Pero algo cambió. Lo sentí en el momento en que el ojo cambió de dueño… Tú eres distinta, hay algo en ti que puede darme más que solo lo que pueda captar con el ojo, ¿qué es? No lo entiendo, explícame que te hace especial, qué es ese destello que proviene de tu interior y…

Hänä logró recolectar agua del lugar para romper las ataduras que la mantenían ceñida a la silla, congelándolas para poder quebrarlas con un solo tirón, levantándose de golpe del mueble, poniéndose en guardia contra la chica después de haberla golpeado en su descubierta mandíbula con la punta de su extendido pie.

Y no creas que estamos a mano, te devolveré cada una de las cachetadas que me diste y no necesariamente usando ese mismo golpe –declaró Hänä creando unas delgadas esquirlas de hielo con la poca agua que logró juntar, manteniéndolas a flote cerca de ella para atacar a la rubia atacante.

¿Acaso eso que utilizas es magia? –consultó la muchacha, bajando su rostro a su posición normal luego de haber recibido el ataque de Hänä, sobándose la barbilla—. La deseo, ¡la quiero para mí! ¡También deseo tu cuerpo, tu vida, tus amistades, todo lo que vi a través de tus ojos!

Hänä bajó sus brazos, bajando también su mirada al oscuro piso. Las esquirlas de agua se evaporaron, quedándose en silencio frente a la mujer que quería todo lo que le pertenecía, ensombreciéndose su mirada.

Así que fuiste tú todo este último tiempo… Y yo que le echaba la culpa a Ileana de ser una mala influencia –dijo Hänä, apretando sus puños con fuerza, frunciéndosele el ceño de la rabia que sentía, mirando con odio a la rubia muchacha en frente de ella—. Dime, ¿y si quieres todo lo que he ganado a punta de batallas y esfuerzo, qué estás dispuesta a dejar, a entregar, para lograrlo?

Yo no tengo nada que entregar, todo lo que deseo termina siendo mío –dijo la muchacha, ennegreciéndose la parte blanca de sus ojos mientras sus iris comenzaban a brillar como si estuvieran hechos de oro.

Hänä sintió como si fuera succionada por un espiral marino, resistiéndose a la fuerza, separando sus piernas para pararse firme en el piso, viendo a la mujer con la mirada abismal estirando los brazos como si intentara atraparla por los hombros.

¡Ven, no hay forma de resistirse, aunque no te toque ya eres mía! –dijo la mujer, dejando de producirse la forzada succión, emergiendo un halo cristalino desde el cuerpo de la maga oceánica, sintiendo esta como lentamente la fuerza abandonaba su cuerpo físico y astral—. ¿Ves?

Hänä entendió que la estaban drenando forzosamente, abalanzándose sobre la atacante, sin llegar a tocarla, como si fuera una visión fantasmagórica. La maga drenó parte de su sangre para fabricar armas arrojadizas para atacarla, debido a la falta de humedad en el ambiente, todo sin producir ningún efecto ni daño. Después de un momento, ya casi sintiéndose exprimida como una fruta machacada a la fuerza, dejó de moverse, sentándose en el piso, mirando con malicia y desdén a la mujer, recolectando toda su sangre que había arrojado como arma, formando una cuchilla entre sus manos.

¡Puedes robarme todo lo que quieras, pero nunca tendrás mi vida! –exclamó Hänä, apuntando su arma carmesí hacia su cuerpo, intentando acabar con su vida antes de que le fuera arrebatada por la ladrona, sintiendo como su cuerpo se detenía completamente, presionando con todas sus fuerzas para intentar atravesarse el cuello con su cuchilla de sangre.

No, no te dejaré suicidarte, tendré el placer de desecarte como uno de tus amados seres marinos –dijo la mujer, recibiendo una estocada certera en el pecho, lo que no le hizo nada de daño, como si estuviera hecha de gas—. Ya me lanzaste de todo, deberías saber que nada físico podría dañarme…

Lo sé, solo quería estar más cerca de ti cuando esto explotara –dijo Hänä, sacándole una burlona sonrisa a la mujer de ojos negros y brillantes, respondiéndole de la misma forma antes de exclamar su siguiente y definitivo hechizo—. ¡Astral Explotion!

La mujer no alcanzó a reaccionar, recibiendo desde su interior miles de fragmentos de la cuchilla sangrienta cubiertos por la esencia misma del hechizo explosivo capaz de destrozar entidades desencarnadas, desgarrándola desde dentro sin que fuera capaz de defenderse, desapareciendo para siempre del Abysmal Greed. Hänä se incorporó lentamente, cansada, reuniendo nuevamente toda su sangre para reingresarla en su cuerpo, sintiendo como su energía mágica también volvía al cabo de unos segundos.

Suerte que aprendí otros tipos de hechizos. Mejor ni mencionárselo, para que no se crea que me salvó u otra cosa… –murmuró Hänä, recordando los entrenamientos que tuvo junto a Blaze desde pequeñas, escuchando como todos los artículos de la habitación se sacudían y empezaban a ser tragados desde todas las direcciones, sintiendo la misma succión que había sentido rato atrás, siendo arrastrada hacía la oscuridad de fondo, abriendo sus ojos como si despertara repentinamente de un sueño.

¿Qué es todo ese alboroto? –preguntó Blaze, entrando en la habitación junto con Claire luego de que escucharan cosas estrellándose y chocando en el interior de la pieza, encontrando botados por todos lados varios muebles y otros artilugios dorados, los cuales no estaban anteriormente en ese lugar—. ¿Y todo esto de donde salió?

Hänä miró con sueño a sus amigas, hundiendo el rostro en la cama donde yacía acostada sobre su panza, no importándole dar explicaciones ni nada por el estilo, prefiriendo que toda la situación hubiera sido efectivamente un mal sueño en vez de una realidad.

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