Bilo, el sapo que se transfomó en oveja

Bilo, el sapo que se transfomó en oveja

Romeo Cigarroa

27/02/2018

La historia que va usted a leer el día de hoy no está basada en una simple fantasía superflua, ni pasó en una abarrotada ciudad llena de multitudes que caminan de un lado para otro en un desenfreno que les ha producido indiferencia y cansancio emocional, ¡No! El relato de la presente historia, está basada en hechos completamente reales sucedidos a un pobre e indefenso sapito. Para que usted pueda imaginar la dimensión de lo sucedido le pediré que se remonte conmigo en su imaginación a las afueras de Chiapas, ha unos seiscientos kilómetros hacía el norte de la sierra, a ese diminuto pueblo, bueno, pueblo es muy exagerado, aún llamarle colonia no le dará la referencia clara de lo que realmente era; remóntese conmigo a esa diminuta comunidad llamada «Stand Ke», no estaba rodeada de flores silvestres, ni de grandes pastizales; era más bien una especie de pantano en el que vivían muy infelizmente un grupo de animales, sino moustrosos, estaban muy cerca de serlo debido a la condición de suciedad, pobreza y desesperanza en la que vivían.

Ahí en Stan Ke vivía Bilo, un pobre sapo al que todos despreciaban. Todos se burlaban de él y le pusieron por sobre nombre el «masfe», porque decían todos que era el animal más feo del pantano. Y como no, si sus patas eran flacas y sus cachetes gordos e inflados como si anduviera siempre una pelota en la boca. Así se hacía la vida de Bilo cada vez más vil. Una mañana, antes de que el sol saliera, tomó la poca ropa que tenía y decidió irse de Stan Ke. Avanzó unos kilómetros y debido al sol sofocante, característico de la zona comenzó a sentir el cansancio, y como si quisiera el mismo martirizarse busco una piedra áspera, se sentó sobre ella y comenzó a llorar.

-Amigo ¿porque lloras? -Pregunto la dulce voz de una oveja que pastaba por ahí.

Al escuchar Bilo la pregunta de aquella oveja lloró aún con más intensidad, al punto que el lugar en el que estaban se convirtió en un mar de lagrimas, y tanto Bilo como la ovejita tuvieron que salir nadando sobre una tabla para no ahogarse, pues aunque Bilo sabía nadar no estaba acostumbrado a respirar bajo el agua salada.

El mar de lagrimas permanece hasta el día de hoy, aunque pocos son los que han dado con su verdadera ubicación geográfica. Se cuenta que ha quedado subterráneo, que ahí los pobladores hicieron un pozo y de ahí es de dónde producen la sal. Pero en fin volveremos a nuestra historia.

Cuando Bilo y la ovejita salieron al fin del mar de lagrimas, la ovejita volvió a preguntar:

– ¿Porque estabas llorando?.

Las lagrimas de Bilo el sapito volvieron a brotar de sus ojos y rodaron sobre sus enormes mejillas.

-Ya deja de llorar – Dijo la ovejita, porque si sigues llorando inundaras la tierra con tus lagrimas.

– ¡Está bien! – dijo Bilo mientras contenía sus lagrimas. -El motivo de mi llanto es porque nací en Stan Ke, un pequeño pantano a unos kilómetros de este lugar. Mis padres me abandonaron, me crecí sólo. En el pantano nadie me quiere. Todos se burlan de mí por mi apariencia.

– Conozco a alguien que te puede ayudar -dijo la ovejita – yo antes fuí un terrible cocodrilo malo, pero el Pastor de las ovejas me transformó en lo que ahora ves.

-¿En serio? – Preguntó Bilo. Sus ojos saltaron en respuesta a la esperanza que había nacido en su corazón lastimado por lo duro de su vida. -¿Dónde es? ¿donde es? preguntó emocionado.

-¡En la Colina del Pastor! por el camino angosto -dijo la ovejita. -¡Anda! ¡Date prisa!

Bilo corrió presurosamente sin detenerse, corrió un día, luego dos, tres y hasta el cuarto día encontró el entronque de ese camino angosto. Al encontrarse casi al pie de la Colina del Pastor, se detuvo para dar un respiro; sin contar con que un lobo estaba cerca, escondido detrás de un matorral.

-¿A donde te diriges tan a prisa? – Dijo el lobo desde el matorral, con una voz gruesa y aterradora.

-Voy a la colina del pastor – contestó Bilo.

-¿Acaso quieres morir? – dijo el lobo, mientras dio un salto y caminaba arrogantemente alrededor de Bilo.

-¿Morir? ¡No! Me encontré una ovejita que me dijo que el puede cambiarme.

-No te ayudará. Tu no puedes ser diferente a lo que ahora eres -dijo el lobo para desanimarle.

-Por lo menos lo intentaré -dijo Bilo mientras tomó aire y corrió un poco más a prisa rumbo a la Colina del Pastor, y el lobo como si estuviera lleno de mucho rencor lanzó un sarpazo con el fin de destrozarlo.

Aun estaba Bilo a la puerta de aquella vieja cabaña, cuando resonó como por un parlante:

-¡Bilo, te he estado esperando!

-¿Bilo? -Se preguntó el sapito mientras veía que se abría la puerta y aparecía aquel hombre vestido tan elegantemente. Su mirada era tan tierna, no pudo contenerse y Bilo cayó de rodillas abrazandose a sus pies, mientras preguntaba -¿De dónde me conoces Señor?.

– Desde cuando estabas en aquella roca áspera te vi. Yo soy el buen pastor.

-¡Cámbiame! -dijo Bilo, y aún no había terminado de hablar cuando vio que su cuerpo se llenó de una luz radiante y al instante dejó de ser el sapo que antes era para convertirse en una bella y tierna oveja.

Bilo permaneció muchos días en la cabaña. Fue guiado e instruido en el Libro de las Promesas del Pastor. Pedro, su nueva oveja amiga, le enseñó durante largos días lo referente a la nueva vida. Bilo comenzó a sentir la felicidad que antes no había sentido.

Pero como siempre, el deseo de experimentar hizo que pasados algunos años Bilo comenzara a sentirse insatisfecho. Dejó de leer el Libro de las Promesas del Pastor. Estar en la Cabaña le comenzó a parecer aburrido y así comenzó a revolotear la idea en su cabeza de que podía salir unos días cerca del bosque. Todas las mañanas se paraba cerca de su ventana y veía como muchos animales aparentaban felicidad y libertad. La idea comenzó a hacerse una necesidad y de pronto tomó su mochila mientras todos dormían, salió de la cabaña y corrió rumbo al bosque. Se paró frente a un lago que brillaba de hermosura, sin saber que dentro del mismo vivían los más fieros reptiles que jamás en la historia de la raza animal habían existido. Iba a saltar sobre el lago cuando vio en la transparencia del agua que uno de ellos acechaba para devorarlo.

Así que avanzó un poco más. Estaba por sentarse sobre la raíz de un árbol, cuando aquella voz tenebrosa le susurró:

-¡Amigo Bilo! Que gusto volver a verte. Sabía que regresarías, pues la vida en la cabaña es de lo más aburrida -Era el lobo que había querido impedirle que fuera a la Colina del Pastor.

-No -dijo Bilo -sólo vine para dar un paseo.

-¿Un paseo? ¿acaso piensas volver? ¿para que si tu nunca cambiarás? -reprochó el lobo.

-Claro que he cambiado, ahora soy una oveja – dijo Bilo mientras corría para alejarse lo más posible del lobo.

El lobo le grito con mucha fuerza:

-¡No has cambiado, las ovejas son blancas y tu sigues siendo verde!

Bilo avanzó pero estaba impactado por lo que el lobo le había gritado. Caminó un poco y se acercó por la otra orilla al lago para ver si era cierto lo que el lobo le había dicho. Grande y terrible fue su sorpresa, que al ver su rostro reflejado en el agua notó que el color de la piel de su rostro era verde, y la lana se le comenzaba a caer. Oh que tan grande decepción para alguien que había sufrido tanto con su vida anterior.

Avanzó por el camino tras el despeñadero y tuvo hambre, al ver unas mandrogaras colgadas a la orilla quiso alcanzarlas. Se resbaló por el despeñadero y calló al río, y no se sabe si por la mucha basura que arrastraba a su paso, pero la Corriente iba muy enojada. Cuando Bilo se chocó con la Corriente está lo envolvió en su furia, lo arrastró por largas horas; y cuando al fin se canso de lastimarlo lo aventó a la orilla.

Cuando Bilo abrió sus ojos se dio cuenta que se encontraba cerca de aquella pequeña colonia de la que había salido. Cuando al fin llegó a Stan Ke los animales del pantano comenzaron a reírse de él sin parar.

Bilo se sorprendió de que se rieran de él, y argumentó -¿porqué se ríen? sí soy verde pero ya no soy el mismo sapo sino una oveja.

Los animales reían con más fuerza, y decían: -¡ahora es feo y loco!

Entonces Bilo vio a prisa sus manos, y sus patas, tocó a prisa sus mejillas y notó que era otra vez un sapo.

Decepcionado entró a su pequeña casa, bajó su mochila y se acostó para dormir un poco. Así estuvo triste durante muchos días hasta que buscando entre las cosas que traía en su mochila encontró el Libro de las Promesas del Pastor.

Comenzó nuevamente a leerlo. Al principio de forma aburrida y sin encontrar ninguna satisfacción, pero conforme pasaban los días encontraba frases que le ayudaban a tener esperanza, comenzó a creer a propósito y gradualmente las promesas del Pastor escritas en su libro comenzaron a transformarle. De pronto notó que sus patas se hicieron pesuñas, que su piel se volvía rojiza y que le comenzaba a salir lana otra vez. Eso le entusiasmó tanto que día tras día leía el libro de las promesas.

Los animales del pantano comenzaron a rumorar sobre Bilo y a notar como él iba cambiando paso a paso.

Un día los buitres Yeyo, Melo y Tertulo, malos por naturaleza; por envidia y maldad le robaron el libro.

Bilo se levantó de su cama muy por la mañana, listo para continuar leyendo El Libro de las Promesas del Pastor, pero grande fue su sorpresa al darse cuenta que el libro no estaba donde lo había dejado el día anterior, revoloteo todo en su pequeña casa pero el libro no apareció.

Caminó por todo Stan Ke preguntando casa por casa, la iguana con una sonrisa burda dijo: -No se de que libro hablas. Fue a casa de doña tortuga la cual aunque no fue pronta dijo: – ¡No está aquí! Preguntó al Horangután, al Tlacuache y al Mandril, pero todos se reían y con burla entre sus dientes le insistían: ¡No está aquí!

Al recorrer el pantano, el sol casi se ocultaba; ya no le cada más, sólo aquella choza vieja sobre la copa de una árbol, dónde horriblemente vivían los buitres del vecindario; los más malos del lugar. Lo pensaba y repensaba, pero tomó aliento y dando saltos y saltos hasta la copa llegó.

¡Toc, toc! Tocó Bilo con temor y una voz escalofriante en el fondo se escuchó: -¿Quien osa despertarnos de nuestro más bello sueño?.

No creo que sean bellos: quizá sueñan con destrozos o animales que persiguen y se los quieren comer -pensó Bilo. -Que no sea esta mi suerte susurró.

-Soy Bilo, el sapito -Les gritó desde afuera.

Yeyo, Melo y Tertulo se rieron sin parar -¿El sapito? -Preguntaron a una voz sin ninguna clase de respeto.

-Sí -repitió Bilo -el sapito Bilo.

-Ah, el Masfe, ese sapo con las patas flacas y los cachetes inflados -dijeron los buitres -¿porqué has venido a molestarnos? ¡sabes que te podemos comer!

Bilo tragó saliva y sintió como si con su pequeña garganta se había tragado un tractor -vengo a preguntarles si han visto mi libro.

-¡Ah, el libro! -dijo Melo -ese libro que no contiene nada.

La observación de Melo era real para ellos, puesto que el Libro de las Promesas del Pastor no contenía nada para aquellos que nunca habían conocido al Pastor de la Colina y sólo podían leerlo aquellos que habían creído en el Pastor.

-¡Sabemos dónde está! -se adelantó Yeyo.

El corazón de Bilo saltó de mucha alegría, pues leyendo las promesas es como sentía paz y su vida iba cambiando.

-¡Dónde, donde! -dijo Bilo con euforia.

-En la sima de aquel monte -dijeron los buitres.

El monte que le mostraron estaba bastante lejos del pantano, y su sima era de las más altas del lugar; para cuando estos hechos sucedieron, ningún alpinista había subido a ese lugar, pero a Bilo no le importaba pues lo quería encontrar.

Mientras los buitres hablaban Bilo saltó del árbol y comenzó a correr a prisa en dirección a la montaña que le señalaron, y los buitres con más burla revoloteaban encima de él mientras le golpeaban con sus desplumadas alas. -¡Anda corre! -le gritaban creyendo que no podría llegar.

Bilo, que ya estaba enamorado del Libro y del Pastor corrió por varios días hasta que al fin llegó. No se sabe nada más de su historia en esa cima, puesto que de eso no quiere contar. Sólo sabemos que estuvo durante cuarenta días en aquel lugar. Ahora es una tierna oveja que ha logrado en el pantano un cambio muy radical.

La tortuga ahora le escucha y tiene su propio libro, ha creído en el pastor y ya tiene las pezuñas. El Tlacuache ya casi es una oveja sólo le falta la boca. El Horangutan descubrió su talento y canta muy bonito, ya tiene lana y color.

Por cierto quien les cuenta esta historia es Tertulo el más malo de los buitres, ahora ya soy una oveja y espero un día poder ver cara a cara a mi Pastor. No he cambiado por completo pero espero ese gran día cuando mi lana sea blanca, pues mi piel y mis pezuñas me delatan ante todos que soy ahora una oveja del pastor.

Fin.

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