Es una lastima que dentro de la existencia no se cuente con un título de la historia vivida, tal cual pasa con las obras escritas. Únicamente se nombran al finalizarlas, es la muerte quien se encarga de determinar tanto el nombre como la bonanza cultivada en los años de vida. El ser humano puede ser solo un pequeño accidente dentro de la complejidad cósmica carente de vida o abundante de ella.
Construir un legado se puede volver la obsesión que genere la fuerza necesaria para abrir la mirada cada mañana, tomar un respiro y continuar existiendo Lo paradójico puede llegar en ese instante del alba, eso mismo que nos obliga a despertar acerca la muerte a la vida de forma acelerada. Después de la muerte no habrá segundas oportunidades, tampoco tiempo extra o un mañana en que solucionar el pendiente que queda. Simplemente todo termina en ese suspiro y es un adiós definitivo.
Empezar el camino de la escritura se ha convertido en el propósito de vida, haber solucionado de alguna manera la estabilidad laboral que muchos habitantes de esta humilde nación suramericana anhelan,ha permitido aligerar la carga y explotar toda la creatividad guardada en las tres décadas de existencia que actualmente tiene el escritor. Mientras ve en la pantalla cada línea de sus pensamientos capitalizados.
Rubén Darío León Rivera
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