Auto-retrato de una mentira

Auto-retrato de una mentira

Viviana Restrepo

15/09/2018

Me siento desinteresada en las olas azules de las buenas palabras de un ciudadano.

Observo con desgano el vaivén de los zapatos oscuros que pisotean sin ánimo su propia dignidad.
Espero desprevenida en tu taciturna mirada la llegada de los que no vienen nunca. Muestro colérica, seductora mis formas en los bailes de la ciudad llena de basura, indigentes, sociedad de carroña, pero no me precipito… Tengo la belleza de las cavernas vampiresas en mis ojeras, mis ojos desorbitados entre la protesta del descanso anulan su vehemencia. Mis pupilas amuletos egipcios de Anubis no muestran nada más que la ironía de unas curvas melancólicas en mis pestañas. Esa mirada que no puede tolerar la mentira, refleja la inocencia de su tristeza, sus lágrimas, cada lágrima librando la batalla en sus cuencos para que no se derrame nada sobre mis pómulos de condenada que tanto teme a que sus rasgos delaten la endeble montura de su máscara.

En la cristalina tolerancia de un chorro de agua que baña mi rostro de las sobras de un mal día,
me niego a la desnudez perfecta de mi descompuesta fuerza que se detiene en el espacio como la madre perdida e ingenua de palacios alquímicos.
Veo las facciones de una mujer tóxica, de corazón de roble, de silencios que gritan por salir al mundo y distraerse en chistes mal contados, consejos al aire, tentaciones angelicales. Pero decido inconforme el pacto del silencio absoluto que no saque mis palabras lisiadas hacía la luz del buen vecino, que los secretos venenosos de mi infancia de hedor a desgracia jueguen a esconderse en lo más profundo de las fauces de Satán.
Tengo miedo
de mis susurros,
tengo miedo
de mis necesidades,
tengo miedo,
de abrir la caja de pandora
que contiene mis alegrías negras.

Pero también tengo miedo
de la permanencia de esas grietas
mortales en mis silencios,
tengo miedo de susurrar,
de estirar mis brazos,
de creer en alguien más,
tengo miedo de partir
mis rodillas en fragmentos
de pequeñas cargas
que pesan el final de mi vida..

Quisiera gritar en aullidos que se ahogan
que necesito tus oídos, tu mente, sólo escucha.
Desde niña condenada a la miseria,
con crueldad arrojada sobre la cruz de tormentos
que goza en lastimar mi espalda.
Anhelo absurdamente compartir la carga,
pero ¿acaso podré?
¿Podrá la angustia arrojar el candado de mi boca?

O seguiré elegante en la pomposa
avenida de la arrogancia,
aniquilando el afecto de las mariposas,
y destruyendo el final del túnel que me da
señales de luz.

Amiga mía que soy:
Perderé en silencio,
perderé el amor.

Anuncio mi mandato,
y al tiempo de mis felicitaciones rastreras,
no importan las palabras del extraño,
importa la carga coherente de tu voz.

La cruz que dejo en el camino,
mientras reparto mi retrato
con el confidente, podré respirar sin el espasmo en mi epidermis.

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