Cuando la tarde cae
él enlaza los leños y atiza el fuego y a la llama de tenue sombra, la atisba.
Cuando la noche llega
ella pone su mirada al fuego
que de a poco irá creciendo con su paso lento.
Por el tenor del color del fuego
ella dejará caer un halo de su sombra en la fina hoguera.
Si el fuego se agita hasta mover el aire
él también rozará la llama con un hilo de su opaca nube.
Pero solo cuando el fuego
marque el ritmo de la respiración,
ellos arrancarán sus sombras por completo;
hasta que sus alas dejen de ser el contorno de la flama
para que la vivacidad de la noche las deshaga.
Y solo por el batir de sus alas en el día,
ellos sabrán si juntos apagaran otra vez las sombras
en los encimados leños de otra furtiva noche.

Enrique Lara

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS