Acompañado del silencio recorre calles

pensando saborear el néctar de granos ancestrales.

Aviva sus sentidos el aroma de nostalgia.

Rememora la mesa, aquella que fue testigo de un desliz, donde los granos molidos se transforman.

Camina, la boca se le hace agua.

Espera, como cuando esperaba a la maestra, su primer amor, por la mezcla del grano y la caña.

Llega, acaricia a su amada, en el rinconcito de la virgen de Guadalupe, mientras aparecen las tazas.

Ellos toman café, los demás te de Jamaica.

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