ARMERO CIUDAD DE LUZ

Describir con palabras ese mar de sentimientos que se agolpa en mi corazón cada vez que desfila tu recuerdo por mi mente, es algo que ahora desea plasmar mi pluma. Hay instantes en que mi corazón danza de felicidad igual que ahora bailan las letras en la computadora al sentir la emoción de escribir para ti. Pero también hay momentos en que la pita de la tristeza y el dolor, se enredan en todo mi ser; tanto que no puedo evitar que un relicario de lágrimas desfile por mis níveas mejillas. Hoy por ejemplo faltando tan solo unos cuantos días para que se cumplan treinta y dos años de tu desaparición, un poco cabizbaja, he corroborado que aunque bajo tu cielo de esmeralda pasé los días más maravillosos de mi vida, momentos que disfruté junto a mi familia, en el colegio La Sagrada Familia, con mis compañeras de clase y amigos inolvidables, la frazada de la nostalgia cobija mi alma. ¡Es que es ineludible olvidar que ya no estás, que abruptamente te arrasaron de la faz de la tierra! ¡Es tan difícil aceptarlo! Parece que fue ayer cuando lucías tan hermosa y radiante; y cómo me gustaría pensar que aquella fatídica noche no está registrada en el calendario; pero infortunadamente lo ocurrido aquel nefasto día no solo las manecillas del reloj se han encargado de recordarlo sino también de grabarlo en el corazón de la humanidad, porque sin duda alguna todos los habitantes del planeta tierra han quedados marcados con tu pérdida. Más aún, todos los que te conocimos, los que vivimos bajo tu sombra, los que te amamos, somos los que hemos sufrido en carne propia la tristeza de saber que ya no estás; pero al mismo tiempo, somos nosotros tus amados hijos los que tenemos la plena certeza de entender que los lazos de amor que nos unen a ti, son inquebrantables, y que aunque ya físicamente no estés, nunca te olvidaremos, porque fuiste tú mi querido Armero, ciudad de luz, y como tal brillarás siempre en nuestra memoria y nuestros corazones.

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