Tenía muchos amigos donde vivía. Ellos solían manifestarse de varias formas, desde los colores vividos que les gustaba desfilar en primavera como sus prendas austeras en otoño. Si bien era fiel a la idea de mantenerse a su estilo a lo largo del año, admiraba y disfrutaba la presencia del resto.
Eran molestos los chiquillos trepadores. Además de no ofrecer una delicia a la comunidad, exigían y se aventajaban de la ración energética que le correspondía a otros como si fuesen crías hambrientas que nunca crecieron. De todas formas, nunca se le hubiese cruzado por la cabeza que no existan.
Al fin y al cabo se todo se trataba de entropía.
Algunos cedían sus propiedades mientras que otros no. Algunos soportaban cargas o daban un lugar a los que necesitaban allanar espacios. Los malos modos de algunos eran tapados por el sentido de comunidad de los otros. Todo coexistía en un delicado equilibrio que entregaba una sensación de eternidad.
Entre ellos circulaba una amnesia que les impedía recordar la historia del pueblo. Estaban los mas viejitos claro, pero ni ellos sabían quién llegó primero. Sin embargo, tenían la noción de que la comunidad no era la misma que años atrás, había crecido y el orgullo circulaba por sus espesas venas.
Es por esto que el lema de ella era “Aquí y ahora”. Sus cicatrices eran anecdóticas, no le generaba algún conflicto no conocer a sus ancestros y se sentía cómoda con la idea de que la partida de algunos amigos que tenía había generado una especie de legado.
Seríamos ingenuos si creemos que no habían problemas. Recuerda como si fuese ayer cuando a su mejor amiga la atacaron una especie de parásitos desconocidos. Fue costosa esa batalla pero no deja de ser una buena historia para contarle a los más chicos. Si algo permitió impedir que pase a mayores fue la manera en la que se comunicaban. Los mensajes volaban como el soplido de un viento de verano, y ante la enfermedad de uno todos estaban preparados.
En fin, ahí estaban todos. La incertidumbre del pasado nunca fue una cuestión de importancia debido a que los buenos momentos simplemente eran parte de su crecimiento.
Hoy fue cuando realmente comenzó a sentir una especia de tristeza con gusto a antaño. La llegada de unos nuevos animales les había generado cierta sorpresa a ellos. No, no eran parásitos. Lo sabían, pero no eran como el resto de los animales. Rápidos fueron los tiempos en los cuales fueron desapareciendo sus amigos.
Entre una gama de colores grisáceos reposa ella, la única sobreviviente de la comunidad, con sus grandes brazos verdes dando sombra a lo que alguna vez fueron sus seres queridos.
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