No tengas miedo, fueron sus palabras aun sin saber realmente qué me ocurría. Me abrazó  muy fuerte y sentí casi desmayarme… ya no tenía fuerzas para sostenerme.

Respiré profundamente como si hubiese estado reteniendo el aire durante horas, como si esa parálisis interna que me secuestraba también estuviese tratando de asfixiarme. No habíamos cruzado realmente palabras pero lo sabía todo con solo verme y tocarme.

Minutos después me sentó con mucha suavidad, se sentó a mi lado, lentamente me recosté sobre sus piernas. Yo no quería hablar, solo quería llorar. Por un momento intente controlarme y contener las lágrimas pero lo notó y lo escuché decir -tranquilo aquí estoy, no tienes que contenerte – . Sus palabras fueron suficiente para que no intentara mas detener mi llanto, me dejé llevar.

Solo quería rendirme y no luchar por un rato. Llorar hasta que ya no tener lágrimas y él me lo estaba permitiendo de una hermosa manera. Tomaba mi mano y todos sus gestos y movimientos me decían que podía seguir.

Nunca escuche un «deja de llorar», «todo va a estar bien», «Estas bien, mira que hay gente realmente en mala situación» o cualquier frase de las que suele decir la gente en estos casos.

Mientras acariciaba mi cabello dijo -Descansa un rato-

Y eso hice me dejé llevar, me rendí y por primera vez en mucho tiempo me sentí seguro, aun estando débil. Descansé un buen rato a su cuidado y entendí lo valioso e importante  que era tener a alguien que también te sostenga cuando lo necesites.

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