La sombra del diablo se extendía por la pared y la proyección de sus afilados y pesados cuernos llega hasta el centro del cielo raso. Se reía y susurraba palabras en un lenguaje no conocido. Yo como siempre he sido miedoso, en medio de mi miedo sumado más el miedo que me causaba semejante espectro tomé una resolución poco ortodoxa; tome al gato por la cola y lance al animal directo sobre el rostro del diablo. Esperaba así tener la oportunidad perfecta para huir.
¡Risa! ¡Más risa! Si Dios hizo al diablo para distraerse y al hombre para distraer al diablo y al gato para distraer al hombre, quien salía ganando en este juego espantoso y escabroso, es obvio. Así que me arrastré como un parásito hasta la puerta, le dije que no era mi alma alimento de buen sabor, porque yo era demasiado pecador. Le conté de la vez en la que le levanté la falda a la hija de la vecina solo para burlarme del color de sus bragas. También le conté de la vez en la que escupí en el café del jefe, y, el pecado que más me pesa: la vez que forniqué con la novia de mi hermano.
Me miro con ojos extasiados, con cara de incredulidad, como si yo fuera una especie de animal fuera de lugar, se arrancó al gato de entre las pezuñas y caminó en mi dirección. Y yo sentí que debí aprender a rezar el santo rosario y me despedí del mundo. Cerré los ojos, apreté las manos y me preparé para una muerte atroz.
…
¿Y qué pasó?
Aquí sigues, el diablo no te llevó, no te mató, qué pasó.
…
No lo sé, cuando abrí los ojos ya no estaba allí, el único que estaba encrespado y molesro era el gato.
…Después de todo lo que le confesaste, seguramente le dió pena y se fue o quizá se equivocó de habitación, porque a la mía nunca llegó.
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