En efecto soy un hombre de tristezas, no sé en qué momento pasó

Solo llegó como la niebla en una noche de invierno, lenta y silenciosa.

Dejando en la banca la resiliencia ya cansada de correr en un corazón frío

Intentando llenar y mojar con lágrimas un alma vacía y un espíritu seco.

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Será porque extraño esas tardes de golondrinas en los abriles de antaño

O los destellos centellantes de las luciérnagas en el amanecer de la noche.

El perdido sabor del beso y el chocolate en la mañana de verano.

Y el maldito tiempo que sin prisa pero seguro se llevó la claridad de sus rostros.

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He agotado la calma, con el correr de una vida afanosa

Olvidando mirar mi sangre sonreír y sentir en ello el éxtasis de la vida

Con los perdones agotados de tanto evadir una dualidad en mi cabeza

El dolor lacerante de no poder sentir nada.

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Me da una nostalgia atrofiante extrañar algo que ya no recuerdo

Desear tanto conocer el norte, para correr a toda prisa hacía el sur

Por las calles marchitas que se tragó la bruma cuando humanizó el miedo

en cada golpe de realidad que desangró y mató el yo puedo.

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Es cierto que soy un hombre triste, completamente imperfecto

De manera clara desorientado y muy seguramente perdido

Estoy aprendiendo lo necesario, para olvidar el resto

Y dejarlos como estrellas a medio día en un último gesto.

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