Amo la calle.

Eran aquellos días de vientos gélidos donde el frío castigaba mi alma y mi frágil espíritu, pero en el cielo muy muy arriba había una luz blanca la cual era la única aliada que tenía para combatir el siniestro abrazo del frio.

Mis padres me habían dicho que esa luz, eran mis antepasados que me cuidaban desde arriba; aunque nunca experimente dicha sensación. Mis experiencias eran tristes, siempre me mostraba delante de la puerta de cualquier lugar, esperando quizás que me ofrezcan algo de comer, puesto que nunca podía saciar mi hambre, la debilidad azotaba mi débil cuerpo y lo obligaba a contenerse a la muerte, no había fuerzas en mi ser estaba ya decidida a terminar con mi vida tirándome a una calle donde veía pasar muchos mounstros con ruedas; aquellos mounstros mataron a mi familia y solo se molestaron en tirarlos a un lado. Era la última sobreviviente. Pero entonces un día llegó, ¿Quién era? Me pregunte atemorizada, pero era un hombre, me recogió, me puso al calor de su pecho dentro de su abrigo y me llevo a un lugar desconocido.

Me dio de comer un poco de unas bolitas de carne que de inmediato las termine, hubo una sensación extraña que por primera vez había experimentado, sí, era aquella experiencia de haberme saciado; de tener es descanso del martirizante dolor de cuerpo días después me sentía muy a gusto, la misma noche me baño, me corto el pelaje lleno de mugre y exhalo un aliento compasivo al ver mi cuerpo lleno de heridas y mordidas, seguido de eso pasaron los días recuperándome del cruel infierno del exterior…….

Era Andrés mi nuevo dueño, tenía su esposa y un hijo con quien yo siempre jugaba; yo lo cuidaba, le protegía de otros perros. Cuando lloraba quien más sino yo estaba para consolarlo, lamia su mano en la noche cuando tenía miedo; en dos palabras yo era su ángel de la guarda.

Nunca olvidaré ese día que Andrés me recogió pues son ya tres años de felicidad que vivo con esta familia. Todos los días juego con David, el pequeño hijo de Andrés. Los domingos vamos al parque y nunca pero nunca me falta la merienda.

Cuánto agradezco que Andrés haya venido por mi ese día – ¿qué hubiera sido de mí, si ese día mi amo no me hubiera recogido? ¡oh Cuánto te amo, cuanto te agradezco ¡

Un día como cualquiera me dejaron en casa, pero era misterioso puesto que nunca lo habían hecho. ¿A dónde irían? ¿irían a comprarme algo? ¿un regalo? ¿Qué será? Eran las preguntas que rondaban en mi mente.

Hasta que llegaron, venían muy felices los tres, tenían planes de comprar algo, pero no sabía que era. Nose que paso con ellos, ya no eran como antes. Desde ese día todo cambió, ya no me querían como antes tenían una mirada distinta hacia mí, una mirada como de repugnancia de odio y rencor. Me sentía triste como que algo se rompía dentro de mí, estaba confusa, pensaba la razón de las actitudes de mis dueños, la razón de ese cambio repentino en sus miradas, en su carácter, en la forma de cuidarme, de tratarme, todo era fue distinto después de ese día. Mi semblante decayó se fue piso abajo ya no comía, me sentía de sobra en esa casa.

Hasta que por fin descubrí la razón de los enfados rencores miradas frías y todo lo que me había ocurrido. Lo descubrí cuando entraron a la casa, no entraron tres sino cuatro.

Habían comprado una perrita hermosa de parecer, ellos decían de “raza”.

La consentían mucho más que a mí era como que yo no existiera como si nunca hubieran tenido una mascota antes de aquella nueva perrita.

Era muy cachorra, pero hermosa de un pelaje esponjoso de un color rubio que resaltaba en todo lugar “somos la envidia de los vecinos” decía David, en cambio, mi pelaje era áspero de color café oscuro sin dudas yo era una perrita “runa” era obvio puesto que me habían recogido de la calle, yo no tenía nada de bonito y pensaba que a mis dueños eso no les importaba, el cariño hacia mí era puro y sincero antes de que ella llegara.

Yo creía que era lógico, ¿Quién no iba a querer a tan semejante belleza de perrita? Hasta yo sentía envidia de su aspecto. Pero no me quedaba de otra, sino que aceptar que ella era mejor que yo y aprender a convivir con ella.

Pero no podía, mi familia que una vez me amo tanto ahora me miraba con unos ojos de repugnancia de odio y fastidio. En cambio, por Lulú el afecto era infaltable. Ya acostumbrada al odio de mi familia ocurrió algo que no me lo esperaba. Me pusieron mi vieja y sucia correa que no había usado hace mucho tiempo ¿es un paseo? Esa decisión era repentina. Puesto que siempre pasaba encerrada afuera de la casa.

Me llevaron a dar una vuelta por toda la cuidad, por lugares que no conocía me llegué a sentir bien por un momento, pensé que mis dueños habían reflexionado acerca de sus actitudes conmigo estaba feliz después de tanto tiempo. Llegamos a un lugar que se me hacía familiar.

Ya me acorde, era aquí donde Andrés me recogió por primera vez. Entonces cogieron mi correa y la amarraron a un poste cercano a un restaurante. Pensé que iban a entrar a comprar algo de comida, pero al ver que se alejaban con algo de tristeza en sus ojos me sentía confundida nuevamente, pero me dispuse a esperarlos allí. Nunca llegaron, entendí lo que habían hecho.

Me habían abandonado. Lloré como nunca mi vida se caía a pequeños trozos de recuerdos felices, pero entendí la situación con sus actitudes anteriores.

¡Cuánto los extrañe viejos botes de basura ¡!oh cómo te extrañe vieja cama hecha con varios trapos sucios¡ ¿Por qué decidí salir de este lugar tan lindo y confortable? Aunque mi vida era infeliz, estaba mejor que con aquel hombre que me recogió de aquí. Ahora comprendo, vivir en la calle es lo mejor. Ojalá nadie me vuelva a recoger de mi hogar. Aquí estaré mejor que en cualquier otro lugar oh ¡Cuánto te amo calle anhelada de mis sueños ¡

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