El sol en el horizonte, tiznando de color las nubes lejanas, un anaranjado mezclado con rosado llenaba de color el cielo. Los pájaros volviendo a su nido y los arboles empalagaban el lugar. Así son los atardeceres en Normandia, y Víctor lo sabia. Eran incontables la cantidad de recuerdos que tardes así le traían, todas esas imágenes comiendo, charlando y riendo con Lucy, con un cielo mas lindo que otro pero ninguno se comparaba con la belleza de su enamorada.

Acostado en el pasto y mirando el cielo reflexionaba sobre como seguir con su vida, sintiendo la suave brisa de un viento fresco en su piel, era inevitable no sentir paz en ese momento. Considerando su costumbre por relajarse y disfrutar de momentos así, el sostenía que las mejores decisiones surgen de los momentos mas tranquilos, y cuanta razón tenia!. Fue en ese preciso instante que se planteo el no querer pertenecer a un lugar por obligación, que no tiene por que soportar todo lo que viene aguantando hasta ahora. Y tomo la decisión de viajar por tiempo indeterminado por donde tenga la oportunidad de vivir.

Fue en ese instante que su alma recibió un brillo de esperanza entre tanto dolor, la cual estaba resurgiendo de las cenizas como el ave fénix pero su memoria intentaba volver a matarla. Tratando de no volver a sentir la oscuridad y el vació absoluto, Víctor se sentó y se prometió seguir adelante para ver si en realidad el mundo le tenia mejores cosas en la vida, si en realidad algún día iba a poder estar agradecido de haber tomado esta decisión y no la de quitarse la vida.

Fue ahí cuando un rayo de esperanza reventó su alma y pudo aceptar que Lucy esta en un lugar mejor esperándolo hasta el día que el muera.

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