Afilando un verso se me escapó la vida, rodeado de improperios y maldiciones crecí dudando de mis fuerzas. Ignorado, paupérrimo, recorriendo un desolador paraje empecé a solicitar del cielo su misericordia.

Aún guardo mis primeras líneas. Maltrechas y torpes me inundaban el alma de dolor. Eran un bálsamo para no sucumbir ante la frustración. Y las palabras redentoras fluyeron en mis venas, y me desperté. Abrazando una ilusión agónica pasé una eternidad, y conocí musas misteriosas dueñas de mundos inconquistados, donde fui un mártir. Pero allí me forjaron. Extraño dios de barro y metal. Cansado. Pobre. Endeble. Dueño del universo y mendigando un suspiro. No se como llegue aquí.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS