Siempre, siempre…
Aún recuerdo el día en que te pregunté, en medio de aquel pequeño cuarto lleno de libros:
- ¿Qué es para ti la soledad?
- Un sentimiento que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas- me respondiste, mientras recorrías con la mirada los libros que nos rodeaban.
- -No es lo mismo estar sola que sentir soledad. No es lo mismo? – me pregunté, y con la mirada fija en el espejo, me dije: No es lo mismo, no puede ser lo mismo.
- Dudosa y confundida quería saber de ella. Quería conocer de tristezas, de nostalgias, de días en silencio, de noches largas; y recordé mis días en la escuela en solitario. Mis días de adolescente en soledad, y mis días de ahora, y te sentí tan cerca, siempre mi compañera en todo; presente siempre, y me dije: ¡Pero si yo sé de soledad, yo la conozco!
- ¿Estás segura? – me preguntaste.
- Tal vez no lo estuve, ni en ese momento ni ahora; pero pensé en ese instante, que tu tiempo a mi lado me enseño que puedo sentir paz y vivir la calma. Que es posible, y en efecto lo fue; hacerme crecer interiormente, y lo más importante, me hiciste sentir ese crecimiento.
- Repentinamente, cayó al piso un libro grueso, muy grueso, de páginas muy amarillas – amarillas por la vida y el tiempo – especulé. Lo tomé, y con manos curiosas comencé a hojearlo. Me di cuenta que se trataba de una serie de testimonios acerca de la soledad.
- Mi mirada te buscó, y al mirarme, me dijiste:¿Sabes?, tú crees saber de soledad, pero aun eres muy joven para ello.
- No lo creo – te respondí – mientras revisaba con pausa el libro . No hay edad para sentirse solo.
- Puede que tengas razón en eso último – me señalaste – pero todavía te falta mucho por vivir y sentir. Solo mientras más vivas y más sientas podrás conocerla en realidad, tal y como ella es. En verdad, no entiendo tu afán.
- A propósito? – pregunté, señalando el libro – es tuyo?- Y ahora tuyo – me respondiste.
- Leí algunas páginas, no sé cuántas, varias, muchas tal vez…no lo sé, y cuando te busque; inquieta y curiosa, caí en cuenta que ya no estabas. Yo estaba sola, en ese cuarto.Al cerrar el libro, advertí que me faltó revisar la última página que parecía esconderse para evitar que la miraran. Al hacerlo, encontré pegada en ella una foto, tu foto. En un extremo de la misma, se podía leer: “…Soledad, quien vive y vivirá siempre entre nosotros…”. Y si, sigues viviendo y siendo siempre tú, en mi vida y en la de otros…
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