A punto de partir….sin prisas!

A punto de partir….sin prisas!

Lore Delga

29/06/2017

Ni más ni menos. Todo en la vida ha sido perjudicial. Sigo desesperada por ti, aún no detecto alguna pizca de aviso de lo que pudiera ser el fin. Pero hoy aquí en la punta del precipicio me pregunto porque me has dejado al olvido. Podría decirte que es una razón ilógica querer terminar mi vida por ti, podría decirte que es una reverenda estupidez terminar mis sueños aquí. Pero hoy no siento nada, hoy mi mente esta en blanco. Ayer me culminaba el dolor por dentro, me atizaba la desesperación por ir corriendo a tu encuentro… ese encuentro del que se perfectamente que tu rechazabas. ¿Cómo es posible que echaras al caño años de relación? Pero sobre todo, ¿Cómo es posible que ahora yo me sienta nada? Sin embargo, a pesar de todo hoy me debato en la forma de actuar. Si doy un traspié con la intención de irme por completo al vacío o si doy la vuelta y comienzo de nuevo.

Las nubes corren veloces, el viento sopla en mi cara, doy un profundo suspiro y cierro los ojos.

– Si acaso fuera yo el de tus pensamientos –me dice una voz masculina detrás de mí –ten por seguro que no estarías haciendo esto.

Girándome alertada, con la esperanza de ver tu cara, esa que tantas veces miraba, volvía a sentir la ilusión de ser rescatada. Pero no eras tú, solo alguien más.

– Dame la mano –extendió la suya –te mostraré lo que hay, un mundo surreal… solo…

Expectante lo miraba. Otro chico igual, prometiendo el sol y la luna, un mundo diferente, otra vez soñar. Pero… ¿y qué más? ¿Dónde acaba? ¿Qué pasa después? ¿También me traicionará? Le di la mano, lo abrace por su cuello, le sonreí y le di un beso. Al cabo de 10 segundos, con precipitado furor lo jale conmigo hacia atrás con tal fuerza, que caímos los dos. Era mi intención, quería que voláramos los dos, ahora podía confirmar que era amor, pues en ningún momento me soltó.

El chico con una gran sonrisa y emotiva voz, me dijo mientras íbamos cayendo al precipicio:

– Eres tú, mi niña amada por quien daría hasta mi alma, mi gran amiga de la infancia, hoy solo somos tú y yo.

Jaló de su espalda, donde tenía una gran mochila, la cuerda para abrirse el paracaídas. Y volamos, volamos sin importarnos nada más.

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