A mi también me hizo andar (parafraseando
a Roland Barthes)*
..levaba una camiseta ligera, creo que roja, que no escondía nada..
Me di cuenta nada más llegar, mientras que ella estaba bajando la pequeña escalera de madera, que se encuentra en la izquierda, llevando no sé cuantos libros en sus brazos. Hola!… la misma sonrisa de siempre… Hola! Mi mirada, sin embargo apunta de repente a sus pechos, justo por arriba de los libros que sostenía como resaltándolos. No pude evitarlo, a pesar de lo mucho que me gustaba su cara.
Ella tuvo que darse cuenta. Por otro lado, no llevaba sujetador. Sus senos eran tan.. y sus pezones..
Era un día cualquiera,
había llegado por la tarde, como casi todos los
días. No había sido fácil, nunca lo fue. La presencia de ella le animaba a pesar de la angustia y de la vergüenza por el simple hecho de estar por ahí, de aparecer. Tenía muchas ganas, se sentía atraído por el lugar, aunque solo conseguía hablar con la chica y con otra persona, nadie más. La parte más difícil era animarse a salir, ir andando, desafiando el miedo a caerse en cada paso, sin fijarse en su apariencia, en su debilidad, solo pensando en el momento, en el destino final, donde, atravesando la puerta, encontraba a sus callados amigos… los libros.
*“La
literatura no permite andar, pero permite respirar” en Ensayos
Criticos…
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