A mi amigo el príncipe

A mi amigo el príncipe

Brisa

10/08/2022

Mi compañero de celda llegó un día como cualquier otro. Lo arrojaron al suelo cual bolsa de papas y tras un golpe sordo quedó recostado sobre el ladrillo por un lapsus de tiempo indefinible.

Pero un día se paró, me observó y me saludó con unos modales impecables. Cojeo hacía un rincón y me contó que moriría en tres días.

Me tomó de confidente. Quizás la celda era demasiado compacta y le estrujó los pensamientos hasta hacerlos salir. O quizás la gente que se da por muerta se vuelve más habladora.

No lo sé. Nunca entendí muy bien a la gente.

Mi compañero de celda es un príncipe elegante, joven y amable. Se rio de sus desgracias y mencionó que antes de toda la sangre, ni siquiera soñó con gobernar. El séptimo hijo de un rey solo aspira a una vida tranquila si no quiere perderla. Al final, la perderá igual.

Habló por horas, aunque no pude responder. Me contó una historia de acertijos y trampas, de hermanos y egoísmo. De muerte, de pena y de arrepentimiento, pero sobre todo de traición. Cuando me ejecuten, murmuró en aquella oscuridad, quizás deje atrás las pesadillas.

El día que entraron para llevárselo, el príncipe me hizo una reverencia y con solemnidad, sentenció: gracias por tu atención, mi buen amigo.

Un guardia lo pateo y lo acusó de estar demente. Se lo llevaron a rastras, entre empujones e insultos, aunque nunca puso resistencia. Quizás el príncipe tenía razón y ya éramos buenos amigos. Porque extrañamente me asuste cuando vi que se iba y corrí fuera de la celda para agarrarme a sus pies sucios. El príncipe prisionero se rio un buen tiempo y antes de llegar a las escaleras, sacudió su pierna y me dijo que viviera un poco más.

Al final, volví a la celda solo y jamás supe cuánto tiempo siguió sufriendo. La vida de los humanos no es asunto de las ratas, me dije.

Pero a partir de aquél día, la fría y oscura celda se hizo amplía y vacía, y el silencio dejó de ser seguridad, para volverse ausencia.

A mi amigo el príncipe, le deseo una muerte rápida. Y que en su eterno sueño no haya gente que de a su corazón menos consuelo del que pudo hallar en un roedor.

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