A los brazos de Alfonsina
Verde fresco sol en el atardecer,
cuando las gaviotas regresan mudas de mar adentro
La mar acaricia la playa y la envuelve en un manto espumoso
El aire a sal se respira en lo profundo del alma
Mis pies están descalzos, camino y me hundo levemente en la arena
Tomo un puñado de granos saturados a algas marinas y palpo,
con mi espíritu al viento,
galopar a los compases de las olas
el camino solitario de mi alma que se dirige
hacia el inexorable final en que los amantes se encuentran
Ella, si ella está allí esperándome en el fondo del océano
Y en su espera desde el más allá, presiento ver sus brazos,
que se cierran abrazándose a su pecho
Su canto me ha invadido y me adentro en el gélido abismo
de las corrientes marinas que me hacen su cautivo
ya no hay vuelta atrás soy arrastrado por las corrientes y
en un último deseo me aferro a la vida,
me arrepiento y ruego a los dioses regresar a tierra firme
pero ya es demasiado tarde el agua invade mis pulmones,
ni la última suplica, ni el último milagro, ya nada me hará regresar,
y como el destino que siempre me atrapo al final de cada camino
soy como esa naufraga botella que adentro guarda un poema y es arrojada al mar.
Vuelvo a los brazos de la niña mujer que recuerdo y que el pasado sepulto
Vuelvo a suspirar el perfume de su piel
Ya no volveré borracho a seguir su fantasma, por las playas desiertas
La miro a los ojos, la respiro, lloro, acaricio su cabello y
me alimento de la sabia que emana de sus labios,
la beso, la beso, su espíritu me ha invadido.
Palacios Juan Pablo
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