A las orillas del bosque

A las orillas del bosque

Jazmin Mar

16/05/2022

A ORILLAS DEL BOSQUE

En lo más profundo del bosque, alejada de las grandes ciudades, oculta entre las sobras se hallaba una pequeña cabaña echa de madera de pino, con las paredes cubiertas en partes desiguales por la corteza seca de los troncos, las tejas mohosas que cubrían el techado de dicho lugar se encontraban rotas en su mayoría o simplemente podía apreciarse el espacio donde estas antes estaban. El lugar en si tenia un aspecto lúgubre, añadiendo el ambiente en el que se encontraba la cabaña, la tierra mojada debido a la humedad del clima, amarillentas hojas secas mescladas con ramas esparcidas por todo el rededor, siendo cubiertas por la penumbra mañanera del bosque.

Cual quiera pensaría que dicho lugar se encontraba abandonado debido a las condiciones en las que se encontraban, sin embargo, sería una idea equivocada, pues en ese lugar habitaba un hombre junto a su única hija de nombre “Amaris”, una pequeña niña de cabello negro como la noche, de hermosos ojos azules que reflejaban la hermosura de el cielo y piel blanca como la nieve, siendo el tesoro mas preciado para su padre, pues no tenia nada más, y tampoco lo necesitaba, lo único que importaba era cada momento que pasaba junto a ella, las veces en las que esperaban la caída de la noche para apreciar las hermosas estrellas y la luna alzada sobre el cielo nocturno, mientras el hombre relataba viejas historias dejadas en el olvido, las cuales narraban impresionantes historias sobre la formación de cada constelación del cielo y los astros antiguos que adornaban el manto oscuro, sacando a la niña una sonrisa tan resplandeciente como las perlas mas hermosas del mar, acompañada de su mirar, semejante a una tormenta eléctrica al contrastar su mirada azulada con la luz de la resplandeciente luna, aquellos momentos generaban un cálido sentimiento en el hombre, podría apreciar aquella expresión durante mucho tiempo, pues la alegría de la niña llenaban su corazón de una felicidad incomparable.

Nada es eterno

Todo se rompe en un momento

¿Qué hombre previera?

Lo que no se espera

Quién diría

Que un día todo perdería…

Un día como de costumbre, el padre de Amaris, que era un leñador, salía antes del amanecer a realizar su trabajo, dejando a su hija sola la mayor parte del tiempo. Al despertar Amaris, comenzó a realizar su rutina diaria, cepillar sus largos cabellos negros, idénticos a los de su madre fallecida tiempo atrás, lavar su fino rostro para después salir de la recamara en dirección a la cocina y comer el ligero desayuno que como siempre, su padre preparaba para ella antes de salir de la cabaña; cuando la pequeña niña hubo terminado sus alimentos, coloco los viejos trastos en el fregadero oxidado de la cocina para comenzar a lavarlos, pues, aunque la pequeña contaba con aproximadamente 8 años de edad, era capaz de encargarse de las básicas tareas domésticas, asear la casa, lavar, barrer, etc., dichas actividades abarcaban la mayor parte de la maña, y cuando finalmente acabo con los deberes, salió a pasear al bosque, con la esperanza de encontrar algunas bayas o frutos en los frondosos arbustos de moras y en los grandes árboles de zarzamoras.

Mientras Amaris recorría las zonas boscosas a pasos tranquilos, detuvo su andar al divisar a lo lejos lo que tanto buscaba, dirigiéndose rápidamente hacia el pequeño arbusto que contenía los pequeños frutos azules, pero detuvo su carrera abruptamente al observar como de entre las hojas del matorral, salía un pequeño conejo, de un color parecido a la madera pulida, un par de ojos como la noche y un pelaje que parecía tan suave como la seda, sin dudarlo mucho la niña se acerco con la intención de acariciarlo, pero el animal salió corriendo entre los arbustos, Amaris siguió rápidamente los pasos del conejo hasta darle alcance a las orillas del bosque; pero antes de que pudiera emprender el regreso a su hogar, algo mas llamo su atención, pues al alzar la vista entre los arbustos que la cubrían, pudo observar un campo de pastos verdes, en el que varios niños parecían jugar felices, asombrada por tan llamativa escena, decidió acercarse más y más, hasta finalmente salir de entre las sombras del bosque, observando todo a su alrededor frenéticamente, viendo a la distancia las grandes estructuras que parecían tocar el cielo.

Perdida en el asombro que sentía, Amaris no se percato de que alguien se le había acercado, un hombre de apariencia amable, sus ojos del color de la tierra, sus cabellos dorados como el sol, de altura como un joven brote de árbol de pino y una sonrisa blanca como la nieve.

Ten cuidado, Ten cuidado

El peligro ha llegado

Su sonrisa, Su sonrisa

Inocente pareciera

El engaño es natural

Mentir es tan fácil

Pero lobo en piel de oveja

Es más que advertencia

Interrumpiendo los pensamientos de la pequeña Amaris, el hombre saludo amistosamente a la niña, quien giro su vista rápidamente a aquel sujeto, para luego correr asustada nuevamente al bosque, fallando en su carrera al ser sostenida del brazo por el adulto, quien intento tranquilizarla asegurando que no le haría nada, pero aun así la niña intentaba zafarse del agarre que este ejercía sobre ella, el hombre al ver que la menor seguía en su intento de huida, opto por usar otra opción, diciendo que quería mostrarle algo sorprendente, que solo las personas especiales como ella podían ver, aquellas palabras lograron calmar a la pequeña un poco, y continuando con su relato, el sujeto hizo mención de criaturas impresionantes y golosinas realmente deliciosas, ocasionando asombro en Amaris, quien dejo de intentar alejarse y soltando al conejo que tenía en manos, se acercó un poco al hombre, pidiendo que le contara más de ello.

El adulto viendo que su plan funcionaba, tomo a la niña de la mano, pidiendo que esta lo siguiera para mostrarle las cosas maravillosas de las que hablaba, guiando a la pequeña hasta un auto color negro, y cuando la pequeña subió a este, fue sostenía fuertemente por otro hombre quien tapo rápidamente su nariz y boca con un pañuelo blanco, ocasionando que Amaris sintiera pesádes en sus ojos, nublado su vista, hasta finalmente oscurecer todo a su alrededor.

Al despertar, aun no podía ver nada puesto que una venda cubría sus ojos, solo sentía la frialdad del lugar en el que se encontraba, sus manos atadas por detrás de su espalda y sentada sobre una superficie algo suave, pero eso no evitaba sentir el frio suelo debajo del objeto que probablemente sea una delgada cobija. Estaba asustada, no recordaba cómo había llegado a ese lugar, sus lágrimas como las gotas de lluvia comenzaron a derramarse por sobre sus mejillas, el sonido de una puerta oxidada siendo abierta la ínsito a preguntar quién era, pero no hubo respuesta, simplemente se escuchaban los pasos firmes de una persona acercándose, provocando que la pequeña retrocediera hasta chocar con el frio concreto de la pared, para luego sentir como su mentón era alzado bruscamente.

“no dolerá si no te resistes”

Aquellas palabras habían confundido y asustado en gran manera a Amaris, quien nunca habría podido imaginar lo que venia a continuación, las acciones que realizo el hombre sobre la pequeña niña, provocando un dolor incomparable, sus gritos denotaban sufrimiento puro, y en un intento por callarlos el adulto tomo fuertemente el cuello de la niña, dejando marcas visiblemente notorias sobre la blanca piel de la pequeña, provocando que su vista se nublaba lentamente, la falta de aire se hiciera presente y desesperante y comenzara a sentir presión sobre su cabeza, hasta que finalmente el dolor desapareció, ya no sentía frio, ya nada la hacía sufrir, el lugar donde se encontraba había cambiado, ya no estaba en una habitación fría y oscura, ahora estaba en un gran campo lleno de flores, en el que esperaría hasta que volviera a reunirse con su padre.

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