Dicen que los momentos de impacto en tu vida son más predecibles que los que no significan nada. Como cuando te gradúas de la universidad, por el simple hecho de haberte matado estudiando todas las noches por más de un mes para aprobar tu examen final. O cuando obtienes el trabajo de tus sueños por el cuál te preparaste más de 4 años sentado en un pupitre escuchando a un maestro hablar de filosofía y ciencias en la materia. Si, cada acción tiene su consecuencia, cada momento de impacto se deriva a una acción conclusa que efectuaste anteriormente. Pero no es cierto, la teoría miente. Lo he podido comprobar. No siempre es así. Por qué lo digo? Porque ahí esta ella, justo frente a mi, parada hablando con una chica. Y yo? Yo la miro un segundo para después voltearme y platicar con alguien más. Porque pase más de dos semanas sin aprenderme su nombre. Porque la tuve cerca muchas veces y no le dirigí la palabra. Porque la vi, y la vi detalladamente sin sentir ningún tipo de interés en ser su amiga. Porque cuando hablaba me parecía engreída y molesta. Porque no me importaba el hecho de que estuviese o no. Realmente no era nadie, pero estaba ahí, muy callada sin hablarle a nadie, y entonces yo la miré, la miré fijamente y me di cuenta que no parecía ser tan mala después de todo. Que la había juzgado mucho tiempo sin saber nada de ella, y entonces pasó. El momento de impacto ocurrió sin haber tenido causa alguna. «Hola Andrea», me sabía su nombre. Aquel que dije mal por todo ese tiempo, salió de mi boca tan naturalmente y sin dudarlo un segundo. Y cada palabra que salía de su boca me parecía tan llena de gracia. Podía hacerme reír hasta llorar y aún así cada estupidez que pudiera decir, tenía un sentido común, felicidad. Y así fue, así de impredecible se derivó esto. Esto a lo que muchos llaman «amor» y solo pocos lo llegan a conocer de verdad. Porque no había duda alguna de que por ella sentía eso que con nadie había sentido jamás, y entonces supe que me había enamorado. Me enamoré de ella, mi mejor amiga y compañera de trabajo. Me enamoré de su sonrisa, la que tiene más de una faceta, pero todas te llenan de alegría y luz. Me enamoré de sus ojos, esos ojos color café y esa mirada tan profunda que puede atravesar tu alma y hacerte sentir cosas que no puedes explicar. Me enamoré de sus pestañas, tan largas y onduladas, simulan olas de mar perfectamente formadas. Me enamoré de su nariz, un marco perfecto que complementa su rostro. Me enamoré de sus labios, tan suaves y delicados, aquellos que con un beso son capaces de conquistarte por completo y llevarte a lugares que están fuera de la imaginación de cualquier ser humano. Me enamoré de su cabello y la forma en la que cae perfectamente detrás de sus hombros en una coleta, y cuando ella lo deja suelto lo crea o no, se ve tan lindo y fino como si de ceda se tratara. Me enamoré de sus manos, tan pequeñas y delicadas, es increíble como es que encajan tan perfectamente con las mias como si fueran dos piezas de rompecabezas fijamente unidas. Me enamoré de su piel, tan suave como algodón, y tan cálida como el sol. Me enamoré de su risa, tan bella y peculiar, te contagia una alegría inmensa y un gozo inimaginable, y en ese momento, te hace sentir afortunada de estar presente. Me enamoré de su voz, una voz tan dulce y tierna que parece ser una melodía que deleita al escucharla. Me enamoré de las cosas simples que la hacen ser tan especial. Como la manera en la que ella tan delicadamente quita de sus ojos su flequillo y lo coloca detrás de su oreja para que no la moleste más. O la manera en la que mueve los ojos hacia los lados, arriba y abajo y hace una expresión de seriedad combinada con una pequeña sonrisa de lado, cada vez que se concentra o cada vez que hay algo que la pone en duda. O cuando te escucha detenidamente y no puede evitar decir «aja, ujum, aja» cada que tomas una pause para agarrar aire. O cuando se queja absolutamente de todo lo que no quiere hacer para al final terminar haciéndolo de todas formas porque sabe que es lo correcto. O cuando pide comida de más que no se va a comer y termina jugando con ella con un tenedor. O cuando me canta canciones y si es posible me hace un concierto completo. Me volvió loca su personalidad, es capaz de hacerme sentir infinitamente feliz para que solo un instante después me haga enojar de mil maneras distintas. Pero no puedo odiarla, no puedo sentir nada negativo hacia ella, porque ella es más de lo que se puede imaginar. Ella es sencilla, es amable, es modesta, es humilde, ella es bella. Ella ayuda al que necesite ayuda. Ella apoya a quien necesite apoyo. Ella puede ser mi amiga, y aconsejarme como una hermana, una madre, puede ser mi novia, y puede ser mi amante, podría ser mi peor enemiga pero jamás la querría lejos. Ella sana, sana heridas del pasado con una sonrisa y una energía positiva. Ella es olvido, olvidas lo malo para remplazarlo con lo bueno. Ella es razón, y conocimiento de un mundo diferente al que no estamos acostumbrados. Ella es de mente abierta y pensamientos diferentes, pero todo tiene un sentido racional. Ella es fé, fé en creer en ti mismo porque te hace sentir orgullosa de ser quien eres. Ella es positivismo, porque no importa que tan mal sea la situación, ella puede sacar un lado bueno y transmitírtelo con acciones que den paz, porque ella es paz, paz que te da tenerla cercas. Paz que sientes al hablarle, paz que da a cualquiera que tenga el gusto de conocerla. Ella es felicidad, felicidad que contagia con una sonrisa y un buen sentido del humor. Ella es amor, si, amor que regala con lindos detalles, amor que regala en forma de besos, amor que regala en forma de abrazos, amor que regala con palabras de aliento, amor que regala en melodías y canciones. Amor que regala con miradas tiernas, amor que regala con acciones de bondad, amor que regala con su presencia y su presencia, es más que necesaria en este mundo. Ella lo es todo, todo para mi y para muchas personas que la amamos, pero yo la amo más que nadie. Imposible no amarla, imposible no quererla cercas, imposible no ver que tan perfecta luce con sus jeans rotos y sus blusas con algún tipo de logo, dibujo o super héroe. Con sus vans o sus converse viejos, con su coleta, y su cara totalmente libre de maquillaje, luce tan bella, tan natural, tan ella. Soy afortunada de tenerla, y la he tenido. La he tenido tan cerca, cuerpo con cuerpo, como nadie más la ha tenido, o tal vez si, pero yo la he sentido, la sentí de una manera especial, única y maravillosa. Fue tan mía como yo de ella. La sentí tan frágil y al mismo tiempo inquebrantable. La sentí tan viva e inconsciente. Tan pura y ardiente. La sentí tanto que cuando no estuvo más fue como si faltaran más horas de luz en verano y menos en invierno. Todo era menos claro. Pero no me canso de amarla. No me canso de tenerla. No me canso de querer estar con ella. Porque no me importa su pasado, no me importan los fantasmas en sus recuerdos ni los demonios que la acompañan. No me importa nada de lo que ella pueda creer que es importante saber de su vida anterior y de las personas que pasaron por ella, porque nada de eso es relevante, pero si me importa ella. Me importa ella hoy, su presente, nuestro presente. Me importa si comió hoy. Me importa saber si le paso algo ya sea interesante o algo simple y sin gracia. Me importa lo que siente en este preciso momento, lo que piensa ahora, lo que es ahora. Lo que quiere lograr y lo que quiere ser. Me importa el futuro, dicho que quiero compartir con ella. Me importan sus planes a corto y largo plazo. Me importa el tiempo. Pero el tiempo no se mide en acciones pasadas, si no en acciones presentes y futuras. Se mide en llamadas nocturnas y desvelos hablando de películas, series, comida, trabajo, hobbies, canciones, amor, desamor, cosas de interés mutuo. Se mide en «te amos» y «te extraños» se mide en un «buenas noches y buenos días» se mide en el respeto y la comprensión. Se miden las acciones, pero no nuestro amor, no hay medida que alcance, no existe. Digamos que es infinito, y yo agradezco este pequeño infinito. Estoy completamente cautivada por ella y por lo que ella ha dado por mi. Estoy orgullosa de sus cambios y metas alcanzadas y las que van a venir. Estoy feliz de estar con ella y de saber que puedo hacerla feliz. Estoy presente y estoy aquí y es por ella que no me pienso ir. Ella me entiende, me da la mano cuando he caído y me levanta así sea más de una vez. Ella respeta mi deber de madre y me admira por ello. Me ha hecho sentir especial más de una vez y no hay palabras para describir lo que siento con solo pensar en ella. Esta lejos, pero la siento cercas. Aplaude mi arte y escritura. Me ama imperfecta e insegura. No me deja ir, lucha porque me quede. Me ama, y yo a ella. Dios la amo tanto. No la pienso dejar ir. Me siento amada, muy amada. Ya no estoy sola.
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