Un día vas caminando por una vereda estrecha y solitaria rumbo a tu casa, pensando cómo es que la vida te ha pasado tan rápido, como has llegado a ese momento donde tu cuerpo y alma no están conectados, ese instante en el que piensas que hago aquí, cual es mi propósito, he logrado tanto y al mismo tiempo siento que he realizado tan poco, como continuar si no se ha donde debo ir, mi vida depende de mí, pero yo no dependo de nadie, tantas decisiones que como adulto debo tomar, pero como saber si estoy en lo correcto o totalmente equivocado, quien tendrá las respuestas a tantos cuestionamientos… y continuas con ese pensamiento superfluo, en ese camino arduo que no te lleva a ningún lado, entonces empiezas a poner atención a tu alrededor y aquello que era tan banal se convierte en un adagio, viendo pasar a los perros callejeros tan felices, vez que la vereda está llena de árboles hermosos, pájaros cantando en una sola tonalidad, mariposas tan magnificas con colores tan cautivadores, tanta flora y tanta fauna reunida en el mismo punto junto a ti, y tus pensamientos se tornan a ser poco a poco más positivos, por lo tanto piensas, es tan sencillo ser feliz, soy tan rico y no me había dado cuenta, tengo mucho por que agradecer y menos por que lamentarme, busco mis respuestas en el lugar equivocado, porque me hago las preguntas incorrectas, si en vez de pensar cual es mi propósito, me propongo a reencontrarme cada día, hacer más de todo lo que me gusta, descubrir cosas nuevas, seguir más a mi corazón que a la razón, tal vez lo que realmente me falta es ser más expresivo y menos cauteloso, la vida es espontaneidad y locura, es una mezcla miscelánea de cosas hermosas y positivas, donde hay espacio para todo lo malo pero mucho más para todo lo bueno; y dejas a tu pasado exiguo coactuar en tu presente, para convertir tu día a día en una experiencia prodigiosa.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS