No creí que el mejor momento de mis días serian las horas de la madrugada, cuando me despierta algún sueño o la necesidad de ir al baño y entonces me cuesta dormir de nuevo porque me acostumbre a levantarme a esas muy tempranas horas, para ir a la escuela, hasta que recuerdo que ya no lo haré más durante un tiempo indefinido, pues sigo dudando la carrera que quiero, y no es que no tenga opciones, es solo que tengo muchas, y para cambiar de pensamientos recuerdo que me gradué de preparatoria pero no de la manera que esperaba, pues una pandemia lo cambió todo, sin embargo; hay algo valioso que me recuerda los mejores días de escuela, algo que no dejare de amar y es pararme frente a la ventana abierta de mi sala y suspirar la inusual esencia de una madrugada fría, acompañada de un cielo azul intenso, y limpio, pero la mejor apariencia se la da esa luna llena tan blanca y manchada que te ilumina con su brillo nocturno, si, ese momento sin duda, es y sera el mejor recuerdo de aquellos días, en que era solo una estudiante, cuando yo y mi madre hacíamos ese pequeño recorrido a las cinco de la mañana mientras conversábamos sobre cualquier cosa, como; ¿qué platillo prepararía para la comida?, o me recordaba los deberes del día que realizaría al llegar a casa, o mi constante y molesta pregunta de: ¿cuándo llegará mi padre a casa? pero a la fecha no la puede responder, ni él mismo podría, y así seguíamos con la conversación hasta que el transporte público se acercaba a nuestro paso y antes de detenerlo, con un beso, un veloz abrazo, un Dios te bendiga y un te amo de mi madre me despedía sin falta esos nostálgicos y frabullosos días, porque cada dia tiene ese detalle o acción propia que lo hace único e irrepetible, en verdad, pero hay algo en común que todos mis días tienen y tendrán, y es la esencia de una mágica madrugada.
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