Mi nieta Micaela, me había llamado por teléfono ayer avisándome que vendría de vacaciones a mi cabaña junto con su novio Facundo, atento que ambos eran médicos y querían descansar unos días y recorrer el Parque Nacional Los Alerces donde está ubicada mi cabaña, en uno de los accesos principales a dicha reserva.
Cierta mañana llegó a mi cabaña, mi vecina Ana, mujer de unos cuarenta años de edad quien tenía en su rostro las huellas de que había sido golpeada nuevamente por su esposo, era la enésima vez que ella venía a mi domicilio para que le brindara auxilio.
Abrí la puerta, y allí estaba Ana, sollozando y ocultando su rostro con sus manos para que no observara los daños que había provocado en su rostro el granuja de su marido.
-Violeta, necesito esconderme, Juan me amenazo de que me iba a matar- dijo Ana desesperada- Creo que esta vez moriré.
La mire unos instantes, busque las vendas, algodón y alcohol para curar las heridas de mi amiga.
-Te dije que hicieras la denuncia, pero no me oíste. Con la excusa de que iba a cambiar…. esas lacras no cambian más.
– Necesito huir Violeta…… me va a matar-
-Tranquilízate, por favor- le dije a Ana para calmarla-
-Nos va a matar a las dos salió detrás mío persiguiéndome. –
De repente, golpearon violentamente la puerta de la cabaña y se escuchó un grito
-¡Ana salí de ahí! ¡O rompo la puerta a patadas!
Un pánico cerval paralizó a Ana, haciéndole empalidecer hasta tornarse blanquecina su cara.
Violeta, agarró su escopeta de caño recortado que estaba colgado en una de las habitaciones, luego abrió el picaporte y se plantó delante del esposo de Ana.
-¿Qué buscas aquí Juan?
-A Ana, la vi entrar a tu casa. Quiero que salga y de la cara.
-Ana se queda aquí, ya se cansó de que la vivas moliendo a golpes-
-¿Y a vos que te importa, chusma?-le dijo desafiante Juan- Vieja metida a vos también te voy a propinar un puñetazo en el medio de la boca y te voy hacer saltar los pocos dientes que te quedan.
El sujeto blandió un palo que tenía entre sus manos dispuesto a golpearme, como había dejado el arma al costado de la puerta, el individuo en cuestión no la había visto, rápidamente tomé la escopeta, la agarre de la empuñadura y amenace al tipo.
Este no se amedrento, al ver el arma, se enfureció más y comenzó a maldecir en voz alta, tomó unas piedras que habían cerca de la casa, prosiguió su marcha enceguecido de odio y bronca dispuesto a acabar con la vida de Ana y la mía, estábamos en riesgo de que acabara con nuestra existencia.
Rápidamente tomé la resolución y sin pensarlo, apreté el gatillo de la escopeta, saliendo unos cuantos perdigones que encontraron su objetivo, y alcanzaron el cuerpo del atacante impactando en el mismo, y a cada impacto sacudía el cuerpo que cayó al suelo sin vida.
Tire el arma al suelo, me acerque hacia el cuerpo del muerto, Ana se asomó hacia la puerta y vio el cuerpo de su marido ya sin vida, que yacía en tierra.
Ni una lágrima asomó en los ojos de Ana, al contrario, una paz invadió su alma al ver que ya no recibiría más golpes de partes de aquel mal parido que había tenido como esposo.
La mire y le grite:
-No te quedes ahí parada y ayúdame a sacar el cuerpo de aquí-
Salió de su ensimismamiento y preguntó:
-¿Dónde enterraremos el cuerpo?
-¿Enterrarlo?- le dije- Mucho trabajo y deja rastros que podrían descubrir su cuerpo. Ayúdame a llevarlo hasta ese aljibe que hay allá. Esta sin uso desde hace muchos años ya que quedó sin agua. Tiene como treinta metros de profundidad.
Arrastramos el cuerpo del muerto unos veinte metros, luego lo levantamos y lo arrojamos al aljibe, transcurrido unos segundos se escuchó un ruido de que el cuerpo había chocado con el fondo del pozo.
Luego limpiamos nuestras manos con agua, miré a Ana y le dije:
-Se hizo justicia, ahora deberás desaparecer de la zona por un tiempo, a los fines de evitar alguna investigación de la policía.
-Me iré a Mendoza a la casa de mi madre.
La mujer abandonó el lugar rápidamente, armó un pequeño bolso de viaje y al anochecer de ese día, viajaba con rumbo a Mendoza para no regresar más.
Mientras tanto, yo permanecí en mi cabaña, esperando que mi nieta viniera a visitarme en las vacaciones de verano, nadie descubrió hasta el dia de hoy que el aljibe de mi casa hay un muerto, solo comentarios de los vecinos de la zona sobre la repentina desaparición de Juan y Ana.
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