Sentimiento embriagante que recorre el cuerpo como un pesar. Pasando por cada cicatriz que dejaron las caricias de un amor pasado. Querer forzar al cuerpo a levantarse, pero el peso de las culpas y él “hubiera” yacen en el seno de la razón, culpándonos por el último segundo, el último beso, la última caricia. Se va la vida delante de los ojos, ojos que solo buscan una silueta. La misma silueta que extraña la cama justo antes del amanecer.
Tratando de revivir los momentos que la ira y las injusticias de la vida han permitido que se vayan. Tratando de encontrar los ojos que desnudaban mi alma y manos que no conocían límite alguno. Labios que parecían no saber retener el deseo incontrolable del choque de emociones que generaban al rozar contra los míos.
Hoy me pregunto, ¿Dónde estarás? ¿Pensas en mi tanto como yo en vos?… El silencio que abruma mis sentidos y la soledad que me acompañan en la agonizante espera hasta que te vuelva a encontrar. Después de todo, he empezado a creer en todas las deidades a favor que en algún momento levante la mirada y te encuentre frente a mí. Y escuchar al unísono las palabras que como arte de magia cambiarían el rumbo de la desenfrenada decadencia a la que se dirige el vestigio de humano que dejaste con tu ausencia. Un te amo, te extraño o te necesito, haría que me convierta en un esclavo sin cadenas, al que la libertad tendría como regalo, pero las suplicas del alma no dejaría ni un segundo alejarse de la persona que la condeno a un amor infinito y a vivir suplicando la hambruna de sus besos.
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