Sé que en mi cuerpo habita otra persona, comparte algunos de los mismos pensamientos que yo, pero en la mayoría insiste por terminar llevándome la contraria y haciéndome dudar de cada maldita decisión que deba tomar.
Quizás suele ser un poco testaruda, porque busca siempre aventarme en abismos o precipicios de donde me sea difícil salir, posiblemente para que entienda que las experiencias más enriquecedoras en la vida surgen de las situaciones más terribles y devastadoras, o al menos eso dicen en los libros de motivación personal, lo que nunca me ha parecido muy motivador realmente.
Pero, he notado que últimamente estar encerrada en un cubículo de cuatro paredes la tiene un poco histérica, pues me encuentro en mi refugio, no hay muchos riesgos que tomar, precipicios que saltar, mucho menos un cielo para ver, aquí dentro sé que estoy a salvo, perdiéndome de mucho, pero salvándome de todo.
Puedo sonar quizás conformista o como diría mi abuela una «relajadilla» que no quiere experimentar nada nuevo. Pero en mi defensa, en un año de cambios constantes, creo según mi escaza experiencia de vida, que lo que menos necesitamos es aventurarnos en la vida, al menos por este instante.
La persona que menos entiende mi constante temor por innovar mi actual y pacifica rutina es mi contradictoria yo, porque cada día me pincha el pensamiento con sus deseos de salir y saltar de un paracaídas, besar a un extraño en el servicio de transporte público en plena pandemia o comer una manzana de caramelo en el puesto de la esquina, sin pensar en los riesgos que todas esas cosas traerían consigo.
Pero debo aceptar que me gusta tenerla aquí, a veces sus constantes oposiciones me han llevado a dudar de lo que realmente quiero o deseo, de lo que puedo llegar a conseguir, y puedo creer que en cierto modo me ha hecho un poco más yo y menos lo que los demás esperan que sea…
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