Ideas plasmadas desde el aula vacía de un segundo piso

Ideas plasmadas desde el aula vacía de un segundo piso

Ivan Salamanca

18/12/2017

Probablemente en algunas horas lea esto y me cuestioné a misma sobre las causas que trajeron como consecuencia este despliegue de efervescente nostalgia, pero…mientras mi corazón arda con este denso amor a una época que jamás volverá, me siento en la responsabilidad de plasmar las impresiones que me dejaron las cinemáticas mentales que interrumpieron mi sueño.

Durante varios meses en el pasado la atmosfera estuvo ceñida de una fresca, reseca y grisácea esencia, como la que precede siempre al amanecer de un día intrascendental. No me vi bendecida más que unas escasas ocasiones por las gotas purificadoras de la bóveda celeste. A día de hoy puedo percibir, desde hace casi dos meses, un vehemente espectro azulado y blanco, como el que puede ser apreciado durante las tardes en las temporadas del año en las que las cadenas del grueso invierno dominan a nuestro extraño mundo. En estas siete semanas, la lluvia ha hecho acto de presencia una y otra vez…Solo espero que confesarle mi gusto por ese fenómeno a estas hojas no sea motivo para que el Universo conspire en contra de las condiciones climatológicas de esta región.

Existe en una apacible urgencia por sacar a la luz el mensaje de los tomos que he escrito, para que recorran ciudades plagadas de frivolidad, sofistería, comodidad y estupidez. Algún espíritu sensibilizado por las cosas que han estado ocurriendo podría encontrar inagotable alimento para sus emociones y gran fortaleza en esas páginas.

En esta noche de luctuosa y dulce tristeza, me invade una melodramática necesidad de dejar escrita en algún sitio una exclamación sobre lo maravillosa que era la preciosa atmosfera azul marino de hace tantos años. En esos días pensaba que el mundo se había reformado, que sería sumamente difícil asentar ambos pies con firmeza para avanzar por el suelo de esa nueva escenografía, y que la regularidad con la que el delicioso elixir de la melancolía era derramado sobre mi corazón acabaría por hacer que me fastidiara de su celestial sabor.

En ese entonces creía que estaba condenada a ser permanentemente atormentada por una inquietud genuina y opulenta, que sería la llave para poder vivir una vida estando siempre críticamente vigilante ante todo lo que pudierasuceder. Una vida en la que habría estar adoleciendo en todo momento el malestar de una profunda herida cicatrizada, que constituiría un peso a mi alma cuyo efecto jamáspodría neutralizar. A decir verdad…en la actualidad sigo escudriñando en mis introspecciones una idea similar.

En ese entonces pensaba que ser asediada diariamente por la sofistería, la frivolidad, las pérfidas tendencias de las masas, el orgullo, las catástrofes en embrión que paulatinamente se desarrollaban, y por el desasosiego que me sobrevenía de no saber nunca que podía hacer para magnificar cada día que viviese, eran todos efectos secundariosde la vida en este extraño mundo que, en conjunto, hacían que le perdiera la gracia al maravilloso hecho de tener control de mi cuerpo, y a la preciosa oportunidad de participar en una multiplicidad de escenas mega diversas y casi irrepetibles con esas personas que me devolvíansúbitamente la vitalidad perdida cuando las miraba a los ojos…cuando conversaba con ellas y participaba de su existencia.

Cuando rememoro fragmentos de esa temporada, aun las escenas másefímeras y cotidianas parecen estar impregnadas con esa música de piano y guitarra con la que identifico a esos días, y cuya apacible melodía no me resisto de tararear a menudo. Por alguna razón, tengo la predilección de cristalizar la atmosfera de lindas épocas como esa utilizando como tabernáculo a la figura antropomórfica de algún individuo que me hubiera marcado profundamente durante ese periodo.

La refinadora, desbordante, límpida y reverente memoria de ‘cierta persona’ está en superposición con la milagrosa, consoladora, oportuna y afable presencia de ‘alguien más‘. Todo lo que pensé, hablé e hice esta hasta cierto punto entrelazado con el pensamiento de esas dos personas. Quería que ese otoño terminara para que mi alma dejara de ser asediada por la fuerza aérea espiritual que dejaba caer sobre mi tan megadiverso cumulode concatenadas bombas destinadas a pulverizar las estructuras de mi interior con sus brutales y mortuorias detonaciones emocionales. Pero cuando al fin termino no estuve en condiciones para decir que me alegraba de ello.

Todavía recuerdo con inmenso cariñola exquisita belleza de la nieve que atavió a la ciudad desde el comienzo de aquel invierno. Me proveyó del ambiente perfecto para inaugurar la materialización de un sueño que hasta la fecha me parece inexplicable.

Nunca se volverán a repetir las circunstancias de ese fin de año. Si pudiera volver a vivir uno solo de la hueste de momentos que, con efusiva amargura, me gustaría recapitular…creo que escogería vagar algunas horas en la soledad de ese invierno. Saldría a caminar en la nieve…por algún paraje celosamente guardado por el relieve protector…y conversaría largamente con mis queridas sombras vacilantes.

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