Preludio:
La iglesia católica romana esparce su influencia por donde puede (y puede por muchos lugares), domina la mayor parte de la Europa occidental y parte de la Europa oriental, donde se reparte el territorio (no es que puedan adueñarse de todo) con los nobles pertenecientes a la iglesia ortodoxa griega, tal como es el caso de tres reinos bastante especiales, dos territorios gobernados por dos principados a principios del siglo XVI: Moldavia y Valaquia, en los cuales viven tanto católicos como ortodoxos. Los dos principados comparten fronteras entre sí; el principado de Moldavia por el noreste, y el principado de Valaquia por el sur, desafortunadamente cara a cara con un imperio que quiere someterlo y someter militar y religiosamente a toda Europa: el imperio otomano, que surge desde Turquía y se extiende por gran parte de arabia y áfrica, a merced del sultán Solimán, el magnífico. El imperio otomano es el enemigo y rival del imperio romano germánico. Defienden el islam y luchan por expandirlo, mientras que los católicos alemanes luchan por retenerlos fuera de sus dominios, a merced del emperador Maximiliano I de Habsburgo, algunas veces fracasando, como en la legendaria tragedia de la toma de Constantinopla, que puso fin al imperio bizantino en Grecia. Los que se ven obligados a resistir sus invasiones son los dos principados, gobernados por príncipes llamados Voivodas.
Oh, pero la historia que nos incumbe, es la pasada gran lucha de los mártires de las órdenes militares católicas contra… no el imperio otomano, que no había nacido en esos tiempos, sino de la horrorosa persecución y masacre de miles de personas… por una guerra en contra de un hombre.
Llamado demonio, príncipe de los hematófagos, amo de la no vida… o simplemente por su nombre secular: Reman Clavius. Fue el más grande y peligroso de los nigromantes perseguidos, practicante de la magia de la carne, y el oscuro arte de las mil formas: la polimorfia. Al principio creaba esclavos con inteligencia de perros, hechos con cadáveres humanos. Buscaba conocimiento sagrado de todo tipo de artes prohibidas y crímenes a la naturaleza divina, y él en sí… era algo más que un simple hombre, se dice que sus experimentos sobre la muerte terminaron degenerándolo, sus más inteligentes, completos, avanzados y bellos esclavos, lo profanaron transformándolo en una bestia caníbal, con el poder de levantar a cualquier muerto y darle una nueva vida, pero transformándolo en un demonio sediento de sangre. Su cabello se volvió blanco al igual que su piel, la cual parecía mostrar síntomas de una perpetua enfermedad. Se responsabiliza de estos descubrimientos blasfemos suyos, a un pacto con el demonio femenino con patas de arpía, lengua de serpiente y cuerpo de mujer: Lilith. Pues él mismo, antes de su muerte, reconoció haberse entregado a ella en cuerpo y alma a cambio de belleza, juventud y conocimiento infinito de los muertos. Lilith le obsequió su pendiente izquierdo, que le sirvió de insignia y lo dotó de parte de las habilidades del súcubo.
Con la necesidad de hacer frente a la amenaza del ejercito de muertos de Reman, la nobleza húngara (nación la cual años después, fundaría los dos principados), con el apoyo de las arcas del vaticano, fundó en el año 1212 la “Societas draconistrarum” (la orden del dragón). Su primer heraldo y fundador fue el rey Akos Sárkany, de los Sárkany de Veszprém, una familia noble y bien posicionada. A su institución se unieron otras 7 casas húngaras, de Alemania y de entre los ducados austriacos: Los Szelezeg, los von Maloch, Los Héros, los Maldovan, los Jakuba, los Danesti y los Draculesti, alimentando así las fuerzas militares de la orden con unidades de caballeros y húsares. (Hasta que en el año 1462, el genocida Voivoda Valaco Vlad Draculea, “el empalador”, de la casa Draculesti se transformó a sí mismo en uno de los demonios creados por Reman, traicionó al rey Matías corvino de Hungría, supremo dirigente de la orden y fue apresado por el famoso cazador de vampiros, Febrero Szelezeg en Buda).
Clavius se amuralló en una de las ciudades más importantes de la nación que trataba de cazarlo: Esztergom. La conquistó valiéndose de sus bien abastecidos ejércitos de esclavos muertos, los ciudadanos no pudieron hacer nada para detenerlo en su sueño de dominar Europa… y quién sabe cuánto más allá. Las defensas del condado fueron erradicadas rápidamente por las nefastas creaciones del nigromante. La recuperación de la ciudad encabezada por la orden de las ocho casas, dejó de tras de sí una masacre legendaria, pues la manera en la que Reman se defendía de los ataques, era matando a las personas del pueblo para usarlas. Tras esta sangrienta batalla, que quedó para siempre grabada en los anales de la historia, se escribieron cuentos y leyendas de la toma de Esztergom. No hay poeta, bardo o escritor que no conozca el cuento de Agnes Von Maloch, la heroína de Esztergom, que resa lo siguiente:
“El demonio Reman, nigromante y brujo de renombre, le fue dada muerte después de la hecatombe. Perro despreciable, corrupto y sin piedad, no has podido redimirte, por tu destrucción y mortandad. Agnes, que has visto a tus gentes morir por el tirano, ¿tomaras acción? San Jorge guiará tus manos. Da muerte a los muertos, salva la vida de los vivos, pues el demonio Reman, los ha sumergido en un limbo. Todos habéis muerto, héroes magiares en Esztergom, su sacrificio no ha sido en vano, porque vuestra hermana encarna al dragón. Los giros de la larga espada, que oscila entre el palacio, Reman toma sangre de la copa, “libéranos”, gritan las almas, la sangre corre por las rocas. Bendícelo Agnes, honra a tus hermanos caídos, cumple con tu misión y has que se lo lleve quien lo ha traído” —Cuento de la heroína de Esztergom.
Solo una mujer salió viva de la ciudad, Agnes Von Maloch, los demás nobles (incluyendo al mismísimo Akos), murieron de una u otra forma. Como es juramento en la orden, Agnes bendijo el alma de Clavius antes de acabar con él. Pero en Transilvania, casi 300 años después de su muerte, enfrentado la amenaza creciente de la expansión de los turcos otomanos, y después de los esfuerzos (supuestamente exitosos) de la orden por exterminar a cada vampiro en Europa. Una vieja amenaza ataca de nuevo en el peor momento imaginable. Cuando Transilvania formaba parte del reino húngaro.
Prologo:
26 de noviembre de 1508.
El atardecer era lluvioso y negro ese día cerca de la pequeña ciudad de Bran en el principado de Transilvania, la luna parecía haber salido más temprano esa tarde, brillaba con un esplendor amarillo; era luna llena, era lo único que brillaba entre las tinieblas del cielo. El camino hacia el majestuoso castillo de Bran, la sede oficial de la orden del dragón en Transilvania, regido por la legendaria y desplazada casa noble de los Sárkany no está muy bien pavimentado, hay baches en él y un caballo sin herraduras, sufriría bastante el desgaste de sus pezuñas. Un caballo se acercó lentamente por el camino, siendo cabalgado con aires de paso por un hombre con capucha al que solo se le veía su larga barba marrón saliente. Su armadura estaba muy mojada, tenía el símbolo del dragón grabado en la capa negra en su espalda, y extrañamente, la vaina en su cintura, donde se suponía que debía estar su espada corta, estaba vacía, se mojaba bastante por la lluvia, pero no parecía afectarle en lo absoluto o simplemente no le importaba.
Llegó al portón de los muros del castillo, estaba vigilado por un alabardero en la entrada, y dos torres altas con arqueros a los lados. Se bajó de su negro corcel y se acercó al guardia, ni siquiera pareció interesarle el quitarse la capucha por educación.
- ¡Identificate! —ordenó el alabardero.
El sombrío caballero al que no se le veían los ojos, metió su mano en uno de los bolsillos de su capa, el guardia miraba los lentos movimientos de su mano muy nervioso, sujetando su pica con mucha fuerza, hasta que por fin sacó el salvoconducto que lo identificaba como paladín de la orden.
- Señor Sigmund, su padre lo espera adentro.
El nombre del jinete era Sigmund, o al menos eso era lo que decía su identificación. Cuando el guardia abrió la puerta, tuvo que esperar a que Sigmund entrara, pasaron unos segundos y el hombre se quedaba en silencio sin decir nada, como si estuviera embelesado viendo la puerta inmóvil, cuando por fin se movió y se dirigió a entrar, el guardia ya estaba fastidiado.
- ¿Vas a dejar a tu corcel aquí afuera… con esta lluvia? Se puede enfermar —preguntó el guardia amablemente… no recibió respuesta.
- ¡Sigmund, hijo mío! —Exclamó el Heraldo en trono alegre, mientras se levantaba— ¡Mikhail, Tu hermano ha llegado! —gritó para avisar a su otro hijo, el hermano menor de Sigmund, El conde de Brasov, Mikhail Sárkany. Este bajó justamente cuando su padre se postraba para abrazar a Sigmund.
- Hermano… —murmuró con su gruesa voz. Vestía una túnica de piel y tenía una barba más arreglada y corta, sus ojos eran marrones y se veía de más o menos 30 años.
El príncipe se abrió paso hacia la doble puerta del salón del castillo, la abrió sin dificultad, la música húngara interpretada por los músicos del salón, se escuchaba desde afuera. Dentro era un lugar cálido, lleno de mesas con nobles, príncipes y caballeros, que cenaban manjares y reían borrachos rodeados de prostitutas y mayordomos, todo el gozo cesó por un momento cuando el príncipe entró, caminó lentamente hacia el final de la sala, donde había un trono, en él estaba sentado un anciano grande, barbudo y de ojos azules, era el heraldo Sigmund Sárkany 1ero, patriarca actual de la casa Sárkany y su padre… con una túnica a colores señorial y una espada envainada en su cintura. Mientras caminaba lentamente, lo observaba un viejo sentado en una mesa personal con dos mujerzuelas abrazándolo a los lados… era nada menos que el arzobispo de Bran…
El príncipe Sigmund seguía inmóvil e indiferente al abrazo de su padre.
- Y cuéntame, ¿cómo te fue en Bucovina? Escuchamos que Caleb el brujo te dio problemas para encontrarlo. Espero que…
- Nobles caballeros de la santa orden del dragón —decía Mikhail a todos ellos—. Estamos aquí no solo para discutir la muerte de mi padre, el Heraldo Sigmund Sárkany primero, y mi hermano Sigmund Sárkany segundo, (Que en paz descansen en el reino de los cielos).
- Sino para advertirnos a todos sobre una amenaza… de la que hemos sido advertidos antes, sin hacer el suficiente caso…
- Recuerdo cuando mi padre me contaba las historias de como él, junto con sus dos compañeros y hermanos de armas; Mel Danesti y Flórian Szelezeg, acabaron con la amenaza del tiránico Voivoda simpatizante de los turcos, Vladishlav Volsoy, en el sur…
- Su nombre era Danishlav… —interrumpió una madura voz de mujer descortésmente. Todos miraron al rincón donde esta estaba con la cara inclinada hacia abajo, levantó la cara mostrando que era una mujer madura—. Su nombre era Danishlav Volsoy…
- Gracias por la corrección, madame… ¿pero qué le hace pensar que en este lugar, se toleran semejantes faltas de respeto hacia un superior? —preguntó con su mano en la barbilla y el ceño fruncido. La mujer sonrió.
- Hm, lo lamento, mi Lord… la última vez que vine era así.
- ¡Levantese! —ordenó el superior con el ceño fruncido y su voz autoritaria. La mujer tardó un poco en hacerlo, como si lo estuviera desafiando—. ¿Cuál es su nombre?
- … Mi nombre es Flórian Szelezeg… —declaró la mujer—. Nieta de Febrero Szelezeg, de Esztergom, al servicio de la casa Héros en el castillo de la ciudad de buda…
El Heraldo se quedó en un profundo silencio de repente, todos esperaban escuchar su siguiente palabra, incluyendo a Mikhail… lo único que escucharon fue un penetrante gemido de dolor proveniente del padre, el cual se echó caminando como pudo, con un inmenso agujero en su pecho, solo para alzar su temblante y desvanecida mirada y ver a su propio hijo, sujetando un corazón humano… era el suyo… Todos los que pudieron sacaron sus espadas y sables rápidamente y saltaron hacia el lugar, el heraldo yacía muerto en el piso, con sangre en la boca y la nariz. Los defensores se posicionaron para hacer frente a la amenaza, pero no sirvió de nada… el Sigmund hijo también calló muerto, sin que ninguna hoja lo tocara.
El conde Mikhail, que estaba también espada en mano, se mostraba estupefacto, había perdido a su padre y su hermano de repente…
Cuando vieron la cabeza descubierta de Sigmund sin la capucha, pudieron ver con horror que no tenía ojos, nariz ni lengua… Sigmund vio con dificultad y asco algo en la cuenca ocular de su hermano, era un pequeño papel enrollado, podría haberse ensuciado con la sangre, pero no tenía ni una sola gota de sangre. Cuando se atrevió a acercarse al cuerpo y sacarlo, lo desenredó y leyó:
“¿me extrañaron, casa Sárkany?” Firma: Reman.
Capítulo 1: La reunión en el castillo de Bran.
La repentina muerte de Sigmund, conmocionó a todas las casas anexadas a la orden del dragón a lo largo de Europa, la casa Draculesti, la casa Maldovan, la casa Jakuba, la casa Danesti, la casa Szelezeg, que se había quedado sin herederos varones, la casa Héros y lo que quedaba de la casa Von Maloch. La noticia se regó rápido, las palomas mensajeras volaron a los cuatro vientos, a los 12 castillos de la orden. Se ordenó a todos los que poseyeran títulos más altos que escudero, que partieran inmediatamente al castillo de Bran, y así fue, para el 3 de diciembre, sacerdotes y paladines del sacro imperio romano germánico (sobre todo de Hungría), todos con el estandarte del dragón en el pecho y con la cruz de san Jorge en su espalda, eso era la única constante, pues dependiendo de qué lugar viniera, o qué facción de la orden conformaran, los diseños de las armaduras y las armas que llevaban, eran diferentes. Luego de la cremación de Lord Sigmund, su hijo menor y original heredero, el conde Mikhail Sárkany (el nuevo señor de esa casa de la orden), los reunió a todos en la sala de reuniones del fuerte, era un lugar de máxima seguridad, con cruces en todos lados, pero después de lo que ocurrió esa noche, habían más cruces de lo debido. El conde y heraldo, Mikhail caminó hacia el centro, con todos los paladines sentados a los lados observándolo, los herederos de las otras casas, tenían asientos en primera fila.
“Amén”, respondieron la mayoría de ellos.
La viuda del fallecido lord Sigmund y madre de Mikhail, estaba sentada en el trono escondiendo sus lágrimas…
Sus ojos eran grises, y su cabello era de un rubio opaco. De cejas gruesas, pómulos anchos y altos y una mandíbula fornida y musculosa.
Mikhail sintió sus descorteces ordenes hacia Flórian meterse de nuevo por su boca, pues conocía bien el legado de Febrero Szelezeg, el azote de los vampiros, la principal razón por la que se cree que los vampiros han sido erradicados, donde detectaba un vampiro, el vampiro moría, y las hazañas de su nieta, la compañera de su padre, de la cual estaba hablando justo en ese momento…
- Hermana Flórian… usted era…
- Sigo siendo, mi señor —volvió a interrumpir corrigiéndolo, su sonrisa desvaneció rápidamente, como si la hubiera llamado vieja con la palabra “era”.
- Yo… Puede tomar asiento, hermana Flórian… después me encantaría hablar con usted, si no le molesta —Flórian tomó asiento y miró a los demás con desprecio, jactándose de su popularidad. Un soldado de pelo largo, sin barba y una armadura bastante de cuero, sentado se sorprendió notablemente del hecho de que esa mujer fuera Flórian, seguramente se trataba de un admirador.
- Bien, como iba diciendo: cuando escuchaba esas historias, acerca de los males que eran erradicados por mi padre, o Lady Flórian —la señaló—, me preguntaba siempre ¿cuándo acabaría tanto mal?; Tanta oscuridad, tantos monstruos caminando como hombres, tantos seres impuros impartiendo la palabra de satán… Es probable que nunca acabe, eso es verdad. Desde siempre he pensado que los únicos falsos profetas que podían tomar armas y asesinarnos, eran los turcos: los demonios con cara de hombres que nos invaden desde Constantinopla… olvidaba una cosa… Todos olvidábamos una cosa… Hace un mes, a mi hermano Sigmund se le encargó una misión: Acabar con Caleb… un brujo moldavo practicante de la polimorfia y practicante de la conjuración. Cumplió con su deber como caballero y volvió. Hace 7 días, en la noche, mi hermano llegó al castillo, desde que lo vi, supe que algo ocurría con él… luego de no decir nada, ignorando la bienvenida de mi padre, metió su mano entre las costillas de él, y le sacó el corazón de un solo golpe, matándolo en el acto… Cuando saltamos con las armas poniéndonos en posición defensiva, él solo cayó y murió… Me di cuenta, gracias a los eruditos que investigaron el cuerpo, de que mi hermano nunca regresó a Brasov, murió por algún motivo antes de llegar aquí, por culpa de alguien que le quitó los ojos, la nariz, la lengua… y toda la sangre… y que de alguna oscura manera, lo puso a caminar como un ser vivo hasta llegar aquí… a entregarnos un mensaje —dijo, mientras sacaba la pequeña nota de su traje—. Podríamos pensar que el conjuro necromagico en cuestión, le fue lanzado por Caleb. Quizá antes de morir, como ultima maldición, pero eso requeriría de mucho tiempo y como sabemos, bendecir lo que matamos, nos protege de las maldiciones. Además… —levantó la nota—, Esta nota, que encontramos en la cuenca ocular vacía de mi hermano, está firmada por el mismísimo Reman Clavius…
Hubo un poco de revuelo en la sala, obviamente el escuchar algo semejante de alguien muerto hace 300 años, genera un poco de confusión.
- ¿Reman Clavius? —murmuró lady Flórian para sí misma.
- “¿Me extrañaron, casa Sarkany?”, es lo que dice la nota… La firma es auténtica, nuestros sabios han confirmado su exactitud mecanográfica en referencia a otros documentos y pactos antiguos realizados por Reman. Así que, hay que estar preparados… pues Reman Clavius regresó.… Lo siguiente que haremos, será emprender una investigación al último sitio al que fue mi hermano Sigmund: … la ciudad de Suceava en Bucovina, Moldavia… las otras casas me han dado permiso de seleccionar quienes irán a emprender la investigación, he decidido que serán cinco personas en la primera misión, y serán determinadas mañana a primera hora. Los visitantes pueden dormir aquí, en seguida les mostraremos los dormitorios. Eso es todo, caballeros, pueden retirarse.
Los miembros se levantaron y comenzaron a retirarse de la sala, otros querían hablar con el conde, pero él ya estaba ocupado, tratando de ir a hablar con Flórian.
Flórian se acercó a él, con su capa cubriéndola, tenía un cabello corto.
- Por aquí, por favor —señaló Mikhail.
- ¿Puede creer que este pueblo hace 60 años fue destruido, quemado y su gente fue empalada? —reflexionó Mikhail viendo a una ventana.
- Vlad Draculea… —acortó Flórian—. Si… Conozco la historia. Miles de colonos sajones y personas inocentes quemadas y empaladas… mientras él disfrutaba de un festín en medio de la masacre…
- Y aun así los valacos lo consideran un héroe —Echó una corta carcajada—. ¿Sabe que uno de sus hijos fue elegido Voivoda de Valaquia este año?
- ¿Es fiel a la orden? —preguntó Flórian.
- Si… y más le vale seguir así. Los Draculesti están en malas cuentas con el rey.
- ¿qué hará para solucionar esto, mi lord? —preguntó Flórian mientras caminaban viendo las ventanas del pasillo, trató de cambiar el tema.
- No tengo ni la menor idea, Flórian —aclaró este—. Enserio espero poder llegar al fondo de esto…
- Yo espero que esto sea una puta broma, el desastre que puede traer el regreso de un ser tan oscuro como es Reman Clavius sería tan catastrófico como lo fue hace 300 años, tal vez incluso más… pero eso es imposible… Reman murió y fue bendecido por la heroína de Esztergom, ¿no ha escuchado la leyenda?
- Pensé que solo era una tonta historia para mocosos… —dijo el conde con rabia mientras sacaba su cantinflora y bebía un trago de licor.
- Lo es… —espetó Flórian—. Eso no quiere decir que sean mentiras… ¿nunca ha visto un vampiro, conde Sárkany?
- No, me temo que no, son criaturas horribles, ¿verdad?, nunca he leído uno solo de los libros que hablan de ellos…
- En varios aspectos, pero no físicamente… son mencionados como los “hijos” de la súcubo Lilith, la mujer más hermosa de la existencia, pero también la más ambiciosa, malévola y zorra… la llaman la señora de los parásitos, así que deben ser seres con belleza sobrehumana y juventud eterna… pero su sangre… mi abuelo me ha dicho que es negra y huele a azufre…
- ¿No los has visto?
- Los he estudiado, y conozco su poder en teoría, pero no, nunca los he visto, solo he investigado acerca de Reman… algunos dicen es uno de los 500 difuntos hijos de Lilith y el diablo, que puede transformarse en un dragón y atravesar las paredes como un espectro, siempre que porte su pendiente maldito… aparte de las artes prohibidas en las que se ha metido; nigromancia, hechicería, invocación, polimórfia… con cada gota de sangre que obtenía, ganaba más poder, se dice también que él fue el que inició la plaga de los vampiros al pasar una noche con Lilith, también nombran que era hijo de uno de los más poderosos brujos de “el aquelarre Lilim”.
- ¿Y si te encontraras con un vampiro, como lucharías contra él?
- Bueno… este es el Zweihänder de mi abuelo —dijo señalando la espada larga envainada en su espada—. La gente creía que tenía un poder especial para cortar a los vampiros de un solo tajo, yo solo creo que corta bien… Iré a investigar si me lo pide, siempre y cuando la recompensa sea justa.
- Me estás haciendo un gran favor a mí, a la casa Sárkany y a toda la orden… es lo que mi padre hubiera querido…
- Solo le pido una condición, mi lord —pidió Flórian.
- Lo que sea por usted, parte de mis tierras, oro, esclavos… lo que sea si me trae la cabeza de quien está detrás de esto.
- Luego hablaremos de eso, mi lord, pero en primer lugar, déjeme seleccionar a los seis que irán conmigo… y le juro por dios que regresaré con las respuestas que me pide.
- … Está bien… —respondió Mikhail—… Respóndeme algo, Flórian… Mi padre me contó que la casa Szelezeg era la que regentaba el castillo de Budapest para la orden… pero ahora veo que lo gobierna la casa Héros, ¿por qué?
- Bueno… —Flórian miró a la ventana guardando silencio—… Mi padre era demasiado marica para gobernar como heraldo, y él era el hijo único de mi abuelo… luego de que nací, fue excomulgado por algo que hizo y fue desterrado de Hungría… yo no puedo gobernar el castillo “obviamente”, soy una mujer; soy débil, no soy muy inteligente y mis ambiciones no deben ser escuchadas, porque solo llevan al fracaso… eso fue lo que dijo de mí el consejo cuando tenía 16 años… por eso le cedieron el título al apellido de Imran Héros… un cualquiera, si me permite decirlo. El último intento de mi abuelo por mantener el apellido en el título, fue mi tía Mileva, es una jovencita, también es mi aprendiza y mi escudera.
- Es una lástima que no hayan más varones en su familia…
- Meh, ni siquiera me llama la atención el título de Heraldo, soy buena en lo que hago, y eso todo lo que puedo hacer… servir al señor y a la orden del dragón.
- Usted es una persona excepcional, Flórian. ¿Va a dormir aquí?
- No, alquilé una habitación en la posada de la ciudad, mi tía me espera ahí.
- Eso me alegra… ¿qué edad tiene su tía? ¿es muy descortés preguntar? —sonreía el conde.
- Tiene 17 años…
- ¡Diablos! —rió el conde—. El señor Szelezeg era un semental, ¿no?
- ¿por qué lo pregunta? —respondió Flórian sin mirarlo directamente, su respuesta fue un poco chocante.
- Bueno… es una razón noble en realidad, ¿es bonita? Es que estoy soltero, no he encontrado a una buena mujer, y no sé si las campesinas del pueblo son dignas de desposar al señor de la casa Sárkany, me encantaría conocerla… sería un honor para mí unir la sangre de nuestras familias con el sello del matrimonio, así podremos seguir con el legado de los Szelezeg, si es que me entiende.
Llegaron a un pasillo solo, en el cual podían hablar tranquilamente.
A Flórian le desagradó el comentario. De no haberse tratado de un superior, probablemente lo habría reprendido. No soportaría una falta de respeto a su familia.
- 78 años y aun así pudo concebir. Eso es un macho.
Flórian lo miró de reojo mientras estaba volteada. Apretando los dientes y conteniendo su rabia e incomodidad, respondió:
- Agradezco su consideración, mi lord. Debo irme…
- Le dirá a su tía que el conde Mikhail Sárkany de Brasov quiere conocerla, ¿verdad? —preguntó con una marcada sonrisa.
- Si… mi señor —dijo Flórian entre dientes y comenzó a caminar fuera del castillo lo más rápido posible, tratando de evitar insultarlo. Se había dado cuenta de algo que no le gustaba del conde, él bebió un poco más de la cantinflora y se devolvió a la sala a hablar con más gente. Flórian tomó su caballo color café de patas blancas que estaba amarrado en los establos y se fue en trote a la ciudad de Bran, el atardecer era bello, la nieve comenzaría a caer en unas semanas, los arboles habían perdido sus hojas, formando un paisaje cortante y frio, pero las vistas eran bellísimas, sobre todo por las imponentes montañas que se asomaban desde la frontera con Valaquia. Llegó a la posada, donde amarró al caballo y entró por la puerta, notaba cómo la miraban todos, no estaban acostumbrados a ver a una mujer con un caballo, armadura, y menos con un arma tan grande como lo era la suya. Subió las escaleras hasta su cuarto, donde estaba una hermosa jovencita sentada, con el pelo corto y del mismo color que Flórian, una armadura ligera de mayas de acero y una larga espada en la mesa, una Claymore escocesa, aunque no tan larga y gruesa como la de Flórian.
- ¡Volviste! —se alegró la chica y fue a darle un abrazo a su sobrina, mucho mayor que ella— ¿cómo estuvo la reunión?
- Una conferencia de hipócritas… y el más hipócrita de ellos es nuestro líder… después te explico, ¿ya cenaste?
- No… el posadero se niega a venderme nada… dice que no atiende a magiares.
Flórian bajó de inmediato a aclarar unos cuantos asuntos con el posadero.
- ¡Hola camarada! —dijo Flórian sarcásticamente— ¿¡Qué tienes en el menú!?
- Pan, queso, carne seca, sopa de arvejas, guiso de faisán y agua… para ustedes solo agua, no damos comida a magiares ni a turcos.
- Ah, ¡menos mal! Pensé que solo odiabas a los magiares… escúchame bien, calvo hijo de puta, vengo de un lugar muy lejano para salvarte a ti y a tu maldita nación… No vas a negarle a mi tía un pedazo de pan duro, solo porque no te gusta nuestro reino.
- ¿Me acabas de llamar hijo de puta? Tienes suerte de que el conde nos ordenó dar hospedaje a los caballeros de la orden, o ya te habría sacado a ti y a la pequeña furcia de tu hermana de mi posada (se refería a su tía), bruja descendiente de Atila.
El hombre calvo con bigote observó el escudo de la casa Szelezeg en el pecho de Flórian.
Un hombre con pelo largo y armadura ligera entró sin aliento, como si se hubiera echado una carrera a pie desde el castillo. Era el mismo que se sorprendió al enterarse de que esa mujer era Flórian en la sala de reuniones.
- ¡Lady Flórian! —llamó mientras estaba encorvado y jadeando. Flórian y Mileva, la cual estaba bajando las escaleras del segundo de piso.
- Francisco… ¿conoces a esta mujer? —preguntó el posadero.
- S… sí, padre —jadeaba el chico.
- ¿Qué hace mi hijo tratando con perros húngaros?
- Padre, vivimos en Hungría.
- ¿Qué?, ¿desde cuándo? —preguntó el padre confundido.
- ¡Desde siempre! —obvió—. Padre, creo que deberías tomar una siesta, yo me encargaré de atender a los clientes —dijo con la mano en la cara y con cierta vergüenza. El padre subió las escaleras hacia su cuarto sin quitarle la mirada a Flórian.
- Disculpen al viejo, por favor, un día simplemente despertó odiando todo lo que tiene que ver con el reino, no sé qué es lo que le ocurrió —dijo el joven mientras les sacaba sopa de la olla en el fogón—. Siéntense, por favor, aprovechemos que no hay nadie en la posada.
- Pues, gracias… Francis… ¿verdad? —preguntó Flórian quitándose el estuche de su espada, poniéndolo a un lado de la silla y tomando asiento.
- Francisco Chataing a su servicio —acortó, tenía el escudo de la casa Sárkany en su pecho, claramente servía a ellos.
- Usted debe ser Flórian Szelezeg y usted debe ser… —miró a Mileva.
- Soy Mileva Szelezeg.
- Ah… debes ser la sobrina de lady Flórian —aseguró erróneamente, era un error común, así que ya estaban acostumbradas.
- De hecho… ella es mi tía —corrigió Flórian en tono serio.
- Oh, discúlpenme, por favor.
- No hay cuidado, ¿cuánto por la sopa?
- 14 Florines.
El posadero miró al joven hombre, que no parecía de más de 20 años.
Flórian se dispuso a sacar su bolsa.
- No, no les cobraré, lady Flórian, por favor guarde la bolsa, considérelo una disculpa de parte de mi padre.
- ¿No se te olvida algo? —preguntó.
- Buen provecho, Flórian, y gracias por su amabilidad, señor Francisco —agradeció casi de mala gana y recitó el resto de la oración lo más rápido que pudo—. Señor, bendice estos alimentos y al padre del señor Francis por prepararlos, en el nombre del padre, el hijo y el espíritu santo, amén.
- Gracias por un rico almuerzo, Francisco, pero normalmente la gente que me hace regalos, quiere pedirme cosas a cambio.
- ¡No, no!, se equivoca, mi lady —aseguró Francisco algo nervioso y entusiasta—. Es solo que no pude dejar pasar la oportunidad de tan siquiera saludar a una heroína tan grande en estas tierras como lo es usted.
- Es un gusto… —respondió seria.
- Aunque…
Flórian guardó la bolsa. Mileva descortésmente estaba a punto de comenzar a zamparse la sopa caliente con la cuchara, Flórian la miró con el ceño fruncido, como criticando su descortesía.
La joven miró avergonzada y se lamentó.
Tenía hambre, así que sin vacilárselo mucho probó la sopa de arvejas sin mirar a Flórian, que se mostraba complacida. Seguido de eso, ella también agradeció al presente Francis y recitó la misma oración en latín, idioma el cual Mileva no dominaba.
Flórian lo miró por debajo de sus gruesas cejas mientras soplaba la cucharilla.
Flórian vio confirmadas sus sospechas al escuchar las palabras.
- Me he estado preparando bastante últimamente para expediciones más serias; he aprendido moldavo y valaco y… sé un poco de turco otomano, por si necesita, ya sabe… un traductor en su… su viaje a Bucovina. Lord Mikhail nos dijo que usted seleccionaría a los que irán con usted.
- Mili y yo sabemos valaco y Moldavo… y si por algún motivo nos encontramos a los turcos, dudo que nos quieran hablar. Además ya tengo en mente quienes irán con nosotras.
- Pero mi lady, yo podría ser de gran ayuda, soy soldado de campo y además tengo un equipo de primeros auxilios y conocimientos médicos que les pueden servir. Por favor, que no las engañe mi edad, además, ya he estado en Bucovina…
- ¿Ya has estado ahí?
Ella ni siquiera lo miró, seguía serena tomando la sopa.
Eso ultimo si atrajo la atención de Flórian.
- Bueno… vivía ahí con mis padres cuando era un niño… no deben haber cambiado mucho las cosas. Lord Sigmund me escogió como escudero de su hijo (en paz descansen) hasta que cumplí los 20 años. Me ofrecí a acompañarlo a Moldavia en su última misión, pero prefirió ir solo… quién sabe… quizá si lo hubiera acompañado, él y su padre aún estarían con vida.
- O también habrías muerto tú, y habrías dejado a tu padre solo y aún más…
- Loco… —dijo Mileva sonriente y maliciosa en voz baja, Flórian le dio un manotazo en la nuca.
- Sí, está un poco loco —admitió Francis—. Pero está lo suficientemente cuerdo como para no ponerse a pelear con alguien que porta un arma —señaló la larga espada que Flórian tenía recostada en la silla—. Además, sabe cuidarse solo, como puede ver, es un buen cocinero.
- Gracias de nuevo por la sopa, Francisco, me temo que se está haciendo tarde y mañana debemos presentarnos ante el conde temprano.
- ¿Considerará mi propuesta?
Mileva se sonrió un poco, quizá por lo patético que se veía Francis, casi rogaba. Flórian suspiró y se restregó los ojos con la yema de los dedos, parecía estresarle la insistencia del joven soldado.
- ¿Por qué te apetece tanto ir?, ¿no ves que somos la cantidad de personas perfecta para caer en una emboscada? No seguiremos la ruta convencional.
- Quiero enorgullecer a la gente, lady Flórian… —respondió con cierto brillo en los ojos.
Hubo un silencio bastante largo en la expresión de Flórian mientras suspiraba por un largo tiempo.
- Está bien, está bien… —respondió Flórian fastidiada—. vendrás con nosotros, quizá nos haga falta un médico a dónde vamos.
- ¡OH! Se lo agradezco mucho, mi lady, no se arrepentirá, se lo juro.
- Déjate de estupideces y alquila un caballo, ni sueñes que vendrás en el mío, ahora voy a dormir —bostezó y recogió el estuche de la larga espada.
- ¿Sabes cocinar bien? —preguntó Mileva.
- S… Sí… soy hijo de un posadero. ¿por qué la pregunta?
- Es que Flórian no cocina muy bien —susurró. Flórian la escuchó.
Sentada en la cama, al lado de la cama de Mileva, ya sin las piezas de su pesada armadura y solamente vestida con su cota de maya y varios cinturones, Flórian meditaba sobre varias cosas acerca del día, mientras pulía su Zweihänder con los guantes. No sabía exactamente por qué, pero la idea de viajar a Moldavia se le hacía bastante siniestra, sobre todo para tan oscuros y misteriosos motivos. Ir a investigar acerca de un vampiro… Ella ya era veterana en las misiones y había viajado por todo el reino, participando en varias campañas, pero en caso de que ocurra lo que el conde cree que ocurre, entonces se estarían enfrentando al mismo mal al que se enfrentó la orden en sus inicios. Pero Flórian estaba confiada, tenía la espada del mayor de los cazadores de vampiros en todo el imperio, lo que le preocupaba, era la seguridad de Mileva. “Es fuerte, pero inocente e ingenua… además es muy valiente, y si eres inocente y valiente, sin duda morirás”, pensaba en voz baja mientras la miraba dormir.
Capítulo 2: “Decepción”.
Al otro día y sin perder tiempo, Flórian y Mileva madrugaron para de inmediato presentarse ante el conde, reportando la participación de Francisco en la misión. Por fortuna para las dos, el joven estaba tan emocionado y agradecido, que les preparó el desayuno. A eso de las siete, Francisco había alquilado un caballo y le informó a su padre, dejándolo inconforme. Aun así el viejo le deseó buena suerte y le dio las ganancias de la tienda. Francisco se las devolvió por simples razones… su padre no comprendía que el dinero húngaro no servía en Moldavia… Flórian vestía su ropa civil, una túnica de lana con varios cinturones, no llevaba su coraza, no acostumbraba llevarla en tiempos de descanso. Cuando llegaron al castillo, Flórian reclutó a los otros dos caballeros para la misión: Yeveg Seglin y Vladimir Seglin, uno robusto y otro delgado dos hermanos con mosquetes y munición, además Yeveg era un conocido personal de Flórian. Preparándolos para partir, el conde Sárkany se dispuso a escribir en un pergamino, un mensaje diplomático al Voivoda Dragos el fuerte, príncipe de Moldavia, permitiéndoles a los caballeros actuar como oficiales de la ley en nombre de la orden y guarecerse en la ascienda de David von Maloch, un representante de la orden en la corte del Voivoda, hasta acabar la investigación.
Flórian era la única que estaba en su oficina parada mientras él escribía, aparte de dos guardias en la puerta, mientras escribía, la luz de la ventana lo iluminaba por la espalda. El documento estaba en latín.
- Entrégale esto al Voivoda si es que tienen problemas legales —dijo una vez que puso la pluma en el tintero por última vez. Luego estiró la mano y tomó la cantinflora que estaba a su lado llena de vodka, a Flórian no le gustaba el olor a alcohol, así que quería salir de ahí. Para financiar los gastos de la misión, Mikhail, después de tomar un trago, se dirigió hacia un cajón con llave, lo abrió y sacó de él una bolsa con 300 Táleros moldavos y se la dio a Flórian, que trataba disimuladamente de evitar el olor del aliento del conde.
- Es mejor que partan rápido… en unos días comenzará a nevar y no es muy recomendable que una damisela como la joven Mileva, se exponga por mucho tiempo a tales adversidades —dijo el conde con una mirada que no le agradó en lo más mínimo a Flórian—. Si gusta, puede llevarse a Radu, uno de mis mejores hombres, mientras ella se queda aquí en el casti…
- ¡Ella puede soportarlo! —interrumpió con su potente voz. Mikhail se ofendió por la interrupción, pero aun así sonrió.
- … Usted tiene que dejar de hacer eso, Flórian… Ahora yo soy su superior… —decía lentamente sin tomarla en serio.
- Se siente bien ser el hombrecito de la casa, ¿verdad? —respondió Flórian secamente y se fue.
- Tengan suerte en Moldavia, Flórian… no olvide que toda dama respetable necesita estar acompañada de un hombre fuerte.
- Partiré, mi señor…
Flórian salió con la vena de la cabeza hinchada, arrugando la nariz. No necesitó voltear para sentir la asquerosa y déspota mirada del conde, que sonriente, le miraba el trasero. Salió indignada, sintiendo que le había faltado el respeto a su familia.
Los demás la esperaban bajando las escaleras.
- ¿Qué te dijo? —preguntó Mileva.
- Nada —respondió indiferente. Metió el pergamino y la bolsa dentro del bolso de la montura del caballo—. Partiremos mañana, hagan los preparativos. ¡Yeveg!
- ¿Señora? —se reportó el rubio robusto de 36 años que vestía una cota de mayas con algunas placas de acero en los brazos.
- Ve a la librería del castillo y pide prestados todos los libros que puedas acerca del vampirismo y Reman Clavius.
- Pero… estabas ahí dentro, ¿por qué no los tomaste?
- No me dio la gana, ¡ahora ve, es una orden!
Yeveg entró al castillo sin chistar.
- Francisco y Vladimir, compren provisiones, si compran bebidas alcoholicas, yo las gestionaré, y no serán para disfrutar, serán para entrar en calor una vez que comience a nevar.
- Mileva, toma tu caballo y sígueme, tienes que entrenar.
- Estoy lista, Flórian, me has entrenado por meses para viajar.
- ¡NO LO ESTAS! Ahora cállate y ven, mocosa.
Francisco y Vladimir se fueron a la ciudad.
Flórian no mostraba emoción que no estuviera relacionada con el enojo, Mileva inteligentemente pudo intuir que algo en el castillo no le gustó. Era una chica lista… al menos lo suficiente como para saber que cuando Flórian estaba molesta, no había que contradecirla.
Su corcel quejaba y estaba alterándose, levantaba las pesuñas. Mileva lo calmó acariciándole el cuello y tomando la correa de sus riendas.
- ¡Apresúrate!, no quiero esperar a que el sol esté peor —regañó Flórian. En realidad mentía, lo que quería era desaparecer de la vista de Mikhail, que elegante, pero odiosamente, se asomaba saludándola por la ventana del segundo piso. Pudo notar que mientras la saludaba, no la miraba a ella, miraba a Mileva.
- Vamos a entrenar aquí —Flórian dijo en voz baja.
- Tienes miedo…
- No lo tengo, solo hace frío.
A galope, llegaron a un claro, algo apartado de la ciudad, el gótico castillo se veía a lo lejos, para fortuna de las dos, no había sol, nubes oscuras cubrían el cielo y el viento soplaba moviendo las hojas caídas. Los plomos de sus armas resalían por sus hombros derechos y rebotaban por los pasos de los caballos.
Amarraron sus corceles al único árbol en varios metros. Mileva se encontraba a unos 4 metros de Flórian, su cabello, más largo que el de ella, pero amarrado en una cola, ondeaba al son del fuerte viento. Flórian, lenta y disimuladamente, colocó su mano derecha en el mango enorme de su espada, que sobresalía de su hombro, sin quitarle la afilada mirada a su tía. Mileva hizo lo mismo, pero se notaba que su mano temblaba.
La madura caballera magiar, sacó lentamente su grande y pesada espada, exponiendo su brutal filo y tamaño. La empuñó con los dos guantes, frente a ella, no parecía pesarle, la movía a un ritmo lento pero aleatorio, mientras calmada movía sus pies sin patrón alguno con el movimiento de la hoja para desplazarse alrededor de su nerviosa adversaria y confundirla.
Rápidamente, Mileva empuñó su mandoble también, sacándolo de la vaina de su espalda. Temblaba, pero trataba de hacer lo posible, para evitar que el miedo la controlara.
- Separa más las manos, mocosa.
- Eso te permitirá tener más control del peso de tu espada, nunca lo olvides, mientras más larga es, más lejos deben estar las manos una de sí en la empuñadura.
- Ya lo sé…///
Mileva siguió la indicación de mala gana.
Mileva fue interrumpida por una salvaje y repentina envestida de Flórian, quedó paralizada cuando vio sus rápidos movimientos, con los ojos como platos, pudo ver que Flórian paró la espada en cuanto tocó la ropa de esta, la hirió en el hombro, era una herida pequeña, pero estaba tan asustada, que no la sintió.
- ¿¡NO VAS A MOVERTE!? —preguntó Flórian gritando con rabia—. ¡SI FUERA TU ENEMIGO, YA ESTARÍAS PARTIDA EN DOS, INUTIL!
- ¡Levántate y pelea o te haré otro ombligo! —apuntaba Flórian al estómago
- ¡Atácame! —ordenó Flórian.
- ¡Si te encuentras con un lancero no podrás golpearlo antes de que termines empalada, menos si es tan fácil desviar tu espada! Mantén tu arma lejos de tu torso cuando tajees, ¡pero cuando lo hagas, extiende un pie para mantenerla firme! ¿Entendiste?
- Si.
- ¡Atácame de nuevo!
Mientras Mileva trataba de reparar su error y no quedar en ridiculo, Flórian la tomó de la camisa y fuertemente la empujó al piso.
Mileva se levantó, sacudió la cabeza y se puso en posición
Poniendo su Claymore lejos de ella, defendiendo esta vez, Mileva se preparó. Lanzó un tajo al abdomen de su sobrina, fue bloqueado y desviado, Flórian echó la espada hacia abajo, llevándose la de Mileva también. Le lanzó un codazo a la cara que la hizo retroceder.
Mileva volvió a hacerlo, esta vez con más intensidad, siguiendo las instrucciones, puso un pie delante del otro antes golpear con fuerza hacia abajo, Flórian lo bloqueó, pero cuando lo hizo, Mileva tuvo suficiente fuerza como para mover el bloqueo hacia un lado, quedando Flórian sorprendida. Apretando los dientes y arrugando la nariz, ella le propinó un cabezazo brutal a Mileva, se echó para atrás, sus espadas estaban de nuevo libres mientras se miraban. La lluvia comenzó a caer con truenos.
- Bien hecho… pero no nos vamos de aquí hasta que me hagas una herida.
- Eso es ridículo. Vámonos, que Salmona (su yegua) se puede enfermar.
- Eres muy débil, Mileva, siempre lo serás si no aprendes a valerte por ti misma y tener iniciativa —decía Flórian decepcionada y visiblemente preocupada—; ¡si el posadero dice que los húngaros no comen, tú no comes hasta que el idiota de Francisco llega y te brinda el almuerzo!
- ¡Flórian, ya viste que el viejo era un loco, no había forma de lidiar con él!
- Tienes 17 años y eres una mocosa, Mileva. Los hombres van a la guerra a los 12 años, ¡tú no puedes vivir sin que alguien te gobierne!, ¡por eso estás condenada a ser la puta de un cualquiera!
- ¡SÍ PUEDO VALERME POR MI MISMA, NO SE CUANDO TE VAS A CONVENCER DE ESO, FLÓRIAN!
- Nunca, si sigues así.
- ¡YO NO PUEDO SER COMO TÚ! —gritó, sus lágrimas, aunque trataba de ocultarlas, comenzaron a salir— ¿¡cómo pretendes que sea!?
- ¡Cállate y vámonos! —interrumpió Flórian—. Tenemos que prepararnos.
- ¡NO! —gritó Mileva—. ¡No nos vamos de aquí hasta que te abra una herida!
- Déjate de estupideces y vámonos, no quiero que se resfríen los caballos. Deja de llorar y madura de una vez.
Flórian enfundó su espada, y se dirigió a desamarrar su caballo, Mileva se secó las lágrimas y lanzó un fuerte quejido de rabia, las dos fueron a la ciudad lo más rápido posible, Flórian no lo mostraba, pero admiraba la convicción que Mileva tenía a veces.
Capítulo 3: “Marchando a Bucovina”.
El viaje comenzó temprano, el 05 de diciembre. La mañana era clara y el rocío de la tormenta seguía impregnando la hierba. Todos a caballo, fueron por los caminos hacia un destino incierto, con el sol en sus frentes partieron al oriente, tenían un largo camino que recorrer los cinco jinetes. Más de una vez, Francis tenía problemas con la yegua que había conseguido, no se sabía si el problema era culpa de la montura o del jinete. Flórian iba al frente con la mirada levantada, tenía el mapa. Mileva iba detrás de ella algo adormecida. Los hermanos hablaban acerca de bebidas alcohólicas que nunca habían probado; sidra de pera, hidromiel, whisky… Francisco se unió a la conversación, terminó sorprendiéndolos por lo mucho que sabía del proceso de destilación.
- ¿Has probado whisky escoces, Flórian? —preguntó Yeveg.
- No me gusta el alcohol… no sé qué le ve la gente a perder el conocimiento en un lugar fuera de su casa.
- *PFFF* —resopló Vladimir—. Eso no es lo divertido de emborracharse, es lo que pasa antes de quedar tendido en el suelo.
- El vodka tiene un sabor horrible, además es un veneno. Si quisiera consumir un veneno, prefiero que sea azúcar, al menos es dulce.
- Entonces eres una mujer de 46 años y bebes lo que bebe una niña de 15 años —dijo Yeveg.
- Si —asintió Flórian con una sonrisa simple—. Es por eso que voy a vivir más que ustedes.
- Nadie en nuestro trabajo vive demasiado.
- Tienes razón… ¿Qué compraron? —preguntó Flórian.
- Frutas secas, carne salada, sardinas en conserva, galletas de trigo y un galón de cerveza para el invierno —respondió Francisco—… ¡Ah!, y agua.
- Perfecto, nos esperan varios días de camino, debemos atravesar los Cárpatos. Mientras tanto, luego estaremos cerca de Suceava… cuando lleguemos ahí, debemos quitarnos todo lo que nos delate como miembros de la orden… así evitaremos atraer las miradas curiosas del populacho, y evitaremos atraer la atención de los informadores otomanos, recuerden que Moldavia es un estado vasallo, solo podemos confiar en lord von Maloch.
- ¡Nos llaman infieles porque no nos circuncidamos! —exclamó Vladimir.
- Por otros motivos también.
- ¿Qué posibilidad hay de que nos ataquen en el viaje, Flórian? —preguntó Mileva.
- Tendríamos que tener muy mala suerte como para que estén movilizando sus tropas para atacar el reino justo por aquí y al mismo tiempo que nosotros, pero el riesgo está ahí.
- Me han dicho que el tabaco moldavo es más espeso y potente —agregó Yeveg—, ¿será verdad?
- ¡Dios! —clamó Flórian—. ¿Es que solo piensas en maneras de deshacerte de tu conciencia?
- ¿Y en qué quieres que piense, mujer? No siento el culo de estar sentado en este maldito caballo todo el día.
- Entonces ve caminando —sonrió Mileva.
- Me lo estoy pensando seriamente, Milly.
- Voy a leer un poco de estos demonios —dijo Flórian sacando un libro enorme acerca de los vampiros el “codex wmpir”, iban entrando en la gruesa cadena de montañas—. Debe haber aunque sea uno de nosotros que sepa de esto antes de llegar.
- ¿Enserio crees que vamos a ver vampiros ahí, Flórian? —preguntó Yeveg—, ¿crees en esa porquería?
- No sé en qué creer realmente, pero es mejor estar preparados.
- Yo creo que ese tal conde Sárkany es un mentiroso —aseguró Vladimir.
- ¡Nunca llames a un Sárkany mentiroso en mi presencia! —regañó Francisco, su expresión, que hasta ese momento había sido agraciada, cambió bruscamente al gritarle a Vladimir.
Vladimir miró a su hermano extrañado, sin decir ninguna palabra y luego devolvió la mirada a Francisco, hizo una pequeña carcajada y después le preguntó:
- ¿Qué?, ¿te gusta el conde?
- ¡No me voy a quedar callado mientras insultan de tal modo al apellido Sárkany!
- Ese hombre ya ensució por sí mismo el apellido de su familia, Francis —declaró Flórian indiferente mientras abría el libro—. Pero concuerdo contigo, ¿qué hay de las demás personas que habían en la reunión del heraldo Sigmund esa noche?, ¿también mintieron, Vladimir?
- Así es, yo estuve ahí en la fiesta —aseguró Francisco—, vi como el príncipe Sigmund le arrancaba el corazón a su padre, fue una noche terrible.
- Bien, “señora Sárkany” —dijo Vladimir en un tono odioso hacia Francisco—. ¿Y como sabes que fueron exactamente vampiros los que le hicieron eso a tu principe?
- ¿Quieres que le corte una pierna a tu caballo? —se defendió.
- Al menos yo tengo uno propio, chico… —dijo lentamente mirándolo con asco.
- “Chicas”, “Chicas” cálmense —se burlaba Yeveg—. Falta un largo trecho por recorrer, traten de llevarse bien.
No dejaron de mirarse con malos ojos.
Al cabo de un rato, Vladimir se puso a una distancia suficiente para darle una nalgada a la yegua de Francis, se la dio disimuladamente. El corcel relinchó y se alteró, se echó bruscamente para adelante chocando con el de Flórian y haciéndola tambalearse y que casi perdiera el libro.
- ¡Maldita sea, Francisco! —se quejó la húsar—. Controla a tu puta yegua.
- Lo siento, mi señora.
Vladimir se echó a reír a carcajadas burlándose notoriamente.
- Sí, Francis —dijo altaneramente con una sonrisa—, o mejor cómprate una.
- ¡Bingo! —anunció Flórian señalando la enciclopedia—. Encontré la prueba de que detrás de esto se encuentra un vampiro. Según este párrafo de los poderes necromágicos de los vampiros, cualquiera puede reanimar un muerto y hacerlo moverse como un perro, pero solo los vampiros y los nigromantes de muy alto nivel pueden ponerlos a caminar en dos pies y hacerlos cumplir órdenes avanzadas como abrir puertas, huir de lugares, andar a caballo y entregar cosas, pero solo puede lanzar un ataque, que de no evitarse, será letal. ¿Qué fue exactamente lo que el príncipe le hizo a su padre, Francis?
- ¡Exacto! Solo le dio un golpe y después cayó inerte.
- Tal y como lo imaginaba —confirmó Flórian—. Caballeros, debemos tener cuidado, definitivamente hay vampiros en Bucovina.
- Pensé que los vampiros habían sido destruidos —dijo Yeveg.
- Pues parece que aún hay —dijo Mileva—. Mi papá los cazaba con perros de ataque por lo que me han dicho, debió haber sido muy bueno en eso, ojalá lo hubiera tenido por más tiempo.
Francis le frunció el ceño y arrugó la nariz.
Cuando Mileva dijo eso, Flórian bajó la cabeza y sus recuerdos comenzaron a hablar dentro de su cabeza.
- Si, el abuelo era el mejor cazador de vampiros de todo el reino —se le iluminaron los ojos al decir eso.
- Al parecer no lo suficiente —dijo Vladimir, Flórian rápida e impulsivamente levantó la cabeza, apretaba la mandíbula mientras el soldado hablaba, Mileva no sabía qué decir y solo se sonrojó de pena, no estaba acostumbrada a que alguien desprestigiara los méritos de su padre, por supuesto Vladimir no se dio cuenta de nada y prosiguió con su argumento—. Digo… que si hubiera matado a más vampiros moldavos, estaríamos luchando contra otomanos en lugar de venir a este viaje —Su hermano Yeveg lo miraba con una mirada cortante, como diciendo “¡CALLATE, LA CAGASTE, HABLA DE OTRA COSA!”, por desgracia, fuera de su visión. Mientras hablaba, fue interrumpido por Flórian, que no soportaba más.
- Vladimir… ¿alguna vez has matado a un vampiro? —preguntó serenamente pero con la vena hinchada.
- Yo… no…
- ¿Tus abuelos mataron alguna vez a un vampiro?, ¿¡ayudaron a los heridos!? ¿¡AYUDARON EN ALGO A LA LUCHA CONTRA ELLOS!? —gritó… Flórian sabía muy bien la respuesta…
- No, pero…///
- Exacto… —interrumpió de nuevo—. No tuviste nada que ver con la plaga, no ayudaste en nada, no tienes derecho a quejarte de nada, y si no fuera por ese hombre al que acabas de criticar, probablemente un maldito vampiro habría matado a tus padres en la cuna.
Vladimir sintió sus palabras meterse por su boca con vergüenza, se arrepentía de lo que había dicho antes.
- … Lo siento, Flórian, no quiero insultar a tu abuelo.
- Ya lo hiciste —sonrió Flórian, su sonrisa era bastante falsa y expresaba perfectamente su enojo—. Ahora deja de ser tan insolente y cállate… tu aliento apesta hasta aquí.
- …
Después de las palabras de Flórian, incluso Francisco, que podría haberse burlado fácilmente de Vladimir, se quedó en un perpetuo silencio, y así fue con todos por un largo rato.
Flórian leía, las montañas se veían a su alrededor y el camino era cada vez más accidentado, cada cuanto arrojaba un dato interesante acerca de los vampiros, como este: ¿sabían que los vampiros son hematófagos (que beben sangre) porque esto les hace disfrutar sabores exquisitos imperceptibles para el paladar de los simples humanos?, además de que nutre sus músculos, su cerebro y les da fuerza, velocidad y aptitudes sobrenaturales para controlar las fuerzas mágica, pero que si no la beben, experimentan dolores terminales, ardores, ansiedad, debilidad y una fealdad monstruosa. Pero la peor arma contra los vampiros… creo que es muy obvia… el sol. No solo es nocivo para los vampiros, sino para todo tipo de muerto caminante, pues este termina siendo erradicado y desintegrado por el ojo de Dios y desterrado del mundo mortal tal y como debe ser.
Sin embargo lo que más interesó a Flórian (y más debía interesarle), fueron los datos de como matar a un vampiro rapidamente; tácticas, rituales, consejos y ataques contra ellos y para protegerse de ellos. Los antiguos caballeros solían usar cruces, ajo, bendiciones, cremación de cadáveres y grabar en el acero de sus armas la oración en latín “lesus Christus vincit” (“Jesucristo conquista”). Flórian se sorprendió bastante, pues le vino un recuerdo a la mente. Rápidamente sacó su espada, Mileva lo notó y miró lo que hacía.
- ¡Por Dios! —exclamó sorprendida para sí misma mientras examinaba la base del filo de su Zweihander—. “LESUS CHRISTUS VINCIT” —leyó grabado en letras muy pequeñas en el filo.
- Ayúdenme, por favor —dijo débilmente, pero a pesar del ruido del viento, pudieron escucharla perfectamente—. Mi padre necesita ayuda.
- Ve a ver, Vladimir —ordenó Flórian, pero Vladimir no contestó, estaba embelesado en el mar de los ojos de la niña—. ¡Vladimir! —gritó.
- … ¿Qué? —contestó al fin.
- Ve a ver qué le pasa al padre de la chica, eres un caballero de la orden, tu deber es ayudar y defender a los desafortunados.
El dato la sorprendió bastante, la espada tenía ese grabado desde que su abuelo, Febrero Szelezeg se la obsequió, pero pensó que solo era un slogan eclesiástico, nunca pensó que fuera un encantamiento para matar vampiros, la idea de “la espada mágica”, se le hacía más entendible.
Yeveg miró a lo lejos tras pasar una colina, una cabaña de granjeros a un lado del camino, no les sorprendió mucho el verla en un principio, salvo por lo lejos que estaba de cualquier ciudad, nada la hacía verse extraña… estaba completamente hecha de madera, pero con una arquitectura torpe y rápida, se veía desde lejos. Mientras más se acercaban, más intensos eran los ladridos de un perro que ladraba a algo… pero no a ellos, ni siquiera podían verlo. Cuando pasaron al frente de la entrada, que estaba muy descuidada y mugrienta, solo experimentaron algo que ni ellos mismos se creían… no había un perro ahí. Con curiosidad y todos deteniendo los corceles por instinto, esperaron, casi pidiendo que el perro ladrara de nuevo. Nada ocurrió. Se miraron las caras los unos a los otros, pálidos y nerviosos se santiguaron.
Vieron como una adolescente se asomaba por la puerta de la cabaña, la cual no era realmente una puerta, solo era una entrada, era bastante bonita, salvo por su ropa, que estaba toda harapienta y llena de remaches, con un pelo negro y enmarañado, y con ojos azules tan intensos, que parecían brillar en las sombras de la puerta, el cielo parecía ser cada vez más gris y hacía frio, a Mileva le dio un escalofrío.
“Dios, es hermosa”, pensaba Vladimir en voz baja.
Vladimir se bajó de su caballo, con miedo de dejar de sostenerlo, pero siendo seducido por esos bellos ojos. Caminó a la casa y preguntó:
- ¿Qué le pasa a tu padre?
- Necesita que lo vea un doctor… tiene algo en el cuello.
- Acércate, hombre de bien… —dijo el anciano con su rasposa voz—. Mi hija te ha traído, porque le pedí que te trajera.
- ¿Qué es lo que tiene en su cuello, señor? —preguntó Vladimir.
Mostrándose algo coqueta, ilógicamente, se abrazó a si misma de hombros a codos, lentamente y moviendo las caderas. Flórian la miraba moverse con desagrado y confundida, pensó por varios segundos que estaban perdiendo el tiempo.
La chica entró a la casa, mientras todos montados a caballo veían como entraba Vladimir después. El caballero se encontraba en un lugar oscuro y pequeño, solo iluminado débilmente por velas de cera de girasol, en un catre, acostado estaba un hombre lampiño de aspecto viejo, pero sano, que lo miraba directamente. La estancia en la cabaña era bastante extraña, no había nada más que hierbas, piedras extrañas en estantes y huesos de animales, había además varios dibujos de extraños símbolos y párrafos enteros de textos que no alcanzó a leer clavados en las paredes. Pudo intuir rápidamente a qué se dedicaba este hombre, era un brujo.
El hombre sonrió y echó un largo suspiro.
- Ya no tengo nada, joven —dijo. Pero a pesar de que lo negaba, se notaba una enorme hinchazón roja en su yugular—. Solo quería un poco de compañía.
- Mi hija es joven —siguió—. Es bonita y servicial, pero está sola… llévala contigo y te amará, a mí no me queda mucho tiempo.
- Yo… lo lamento, señor, soy miembro de la orden del dragón, tengo votos de celibato, no puedo desposar a una mujer mientras esté en servicio.
- Ya veo… —dijo lentamente mientras prendía un cerillo con la vista, sin siquiera tocarlo—. Por eso tú y las cuatro personas que están contigo conservan su virginidad.
- ¿No necesita mi ayuda para nada entonces, señor?
- Solo quería que mi joven hija se casara con un caballero, como todo padre… pero, viendo que rechazas mi oferta, entonces me temo que no puedo seguir insistiendo, ten un buen viaje, joven, acepta un beso de mi joven hija.
Vladimir pudo notar como la atractiva y aparentemente inocente hija del hombre, se paraba detrás de él, y lo acariciaba por detrás de los hombros.
El caballero se extrañó de la proposición, se sintió alagado, como cualquier hombre, pero su responsabilidad le recordó que no podía acceder.
El hombre se extendió hacia la derecha para alcanzar una pipa llena de tabaco, por el olor en el aire, Vladimir podía intuir que la había estado fumando antes.
Cada vez estaba más confundido, no le sorprendía que la gente supiera que los miembros de la orden, debían mantenerse vírgenes hasta retirarse, o ascender al título heráldico, lo que le sorprendía, es que él supiera la cantidad exacta de personas que había fuera de la casa, también que estuviera fumando con un fuego que él mismo había encendido, las caricias de la bella joven a sus espaldas lo desconcentraban y lo seducían.
Antes de que pudiera responder, la joven se acercó a su boca y le propinó un erótico e íntimo beso. Vladimir, cediendo a sus impulsos y sumergiéndose en el pecado, se dejó besar e incluso acarició a la joven. Fue muy placentera la sensación de tocar su lengua, la boca sabía a la más dulce azúcar y cuando terminó el contacto entre las dos lenguas, Vladimir se quedó sin palabras, el brujo los miraba complacido por debajo de las cejas con la pipa.
- Debo irme.
- ¿Qué le pasó al padre de la niña? —preguntó su hermano Yeveg.
- Nada… fue una pérdida de tiempo, ahora sigamos, por favor.
El anciano no dijo nada y lo dejó marchar, Vladimir salió de esa casa con la mano en la frente, tenía muchas cosas por las que pedir disculpas… pero “ojos que no ven, corazón que no siente”. Cuando llegó con sus compañeros a caballo, estaban cansados de esperar.
Los jinetes siguieron su camino, comenzaba a atardecer y debían buscar un lugar donde acampar, Vladimir insistió en alejarse lo más posible de la casa, no mencionó un por qué, no era un tonto, sabía que delatar a un brujo siempre implicaba mala fortuna y otros males, así que simplemente decidió callarse la experiencia y tratar de olvida lo que pasó.
Cerca de un bosque al pie de una alta montaña camino a Bucovina descansaron, si llovía, los arboles les proporcionaban un techo espeso. Con alcohol quirúrgico, ramas y pequeñas hojas muertas, Flórian hizo una fogata bastante decente, todos se acomodaron poniendo bolsas para dormir de piel para cuando les agarrase el sueño, Flórian se recostó de una roca y siguió leyendo el Codex, aprendió que los vampiros guardaban relación con míticas criaturas femeninas hematófagas llamadas “súcubos”, mujeres hermosas como ninfas, que esperaban a los hombres en pequeños cuerpos de agua, para acosarlos y alimentarse de ellos por la noche, hasta que no queda nada. De pronto Flórian recordó algo.
- Milly —llamó—. Tráeme tu espada, por favor.
- ¿Has descubierto algo? —preguntó.
- Muchas cosas… está escrito en un latín muy prosaico, a veces no entiendo, pero uno se acostumbra.
- ¿De donde conoces a esos dos? —preguntó refiriéndose a la pareja de hermanos.
- Defendí Mohács junto a Yeveg, y el abuelo y yo fuimos con él a la coronación del rey Vladislao segundo hace 18 años. Es bueno disparando esos mosquetes. A su hermano no lo conozco… ¿por qué lo preguntas?, ¿no te agradan?
- No, no es eso, Yeveg es gracioso… pero… —dijo en voz baja—. Su hermano está actuando rarísimo… sobre todo después de que lo regañaste en la mañana.
- Los gusanos deben aprender cuál es su lugar.
- Sí, siempre dices eso.
Flórian, con un pequeño guijarro, rallaba la hoja del arma de su joven tía, escribiendo “LESUS CHRISTUS VINCIT” lo mejor que pudo, para no malograr la bendición, Mileva estaba recostada en sus piernas mientras lo hacía.
El cielo estaba despejado y lleno de estrellas, con la luna brillando con su característico resplandor plateado celestial, y los típicos sonidos de un bosque de noche no se hicieron esperar…; murciélagos, ruiseñores, lobos y la madera moviéndose por el viento, a Flórian se le hacía hermosa la armonía de este, con cariño, comenzó a acariciar el cabello de Mileva.
- Mileva…
- ¿Si?
- … Perdóname por llamarte puta ayer.
- … Olvídalo, Flórian, tienes razón, debo dejar de depender de ti y comenzar a defenderme por mi misma o acabaré siéndolo.
- … Ayer estaba muy molesta por algo, Mileva… no era culpa tuya, no debí descargarme contigo… nunca serás la puta de nadie, eso te lo garantizo
- ¿Puedo preguntar por qué?
Flórian calló un momento y detuvo su mano que acariciaba el cabello de Mileva. Se mantuvo en silencio por unos instantes, como si estuviera pensando en qué decir, se le hacía difícil explicar una razón.
- El conde Sárkany… es un cerdo, se ve en su mirada. No respeta nada que no sea él.
- ¿A qué te refieres? —preguntó Mileva—. ¿Te mira con deseo?
Flórian rió.
- No, cariño, a los hombres no les gustan las mujeres de mi edad. Mis tiempos de belleza ya pasaron hace bastante… pero yo… no soy de quien debes preocuparte.
- ¿A qué te refieres? —Mileva pensó un poco, le venía la respuesta a la cabeza—. Me… me tiene ganas, ¿verdad?
Flórian no respondió, dejó a Mileva con su libre interpretación, quizá porque no tenía las suficientes agallas para responderle eso a la joven.
- Mileva, no caerás en manos de un narcisista que te desechará en cuanto ya no puedas satisfacerlo, por favor júramelo… si no quieres pertenecer a la orden después de esto… si no quieres acabar siendo una infeliz sin esperanzas de ser amada por nadie, lo respetaré, porque quiero que seas feliz… pero por favor, aléjate de gente como él. Romperé la promesa del abuelo de convertirte en una húsar y vivirás en la mansión Szelezeg en Esztergom, ya no lucharás, podrás tener una buena vida e hijos, quizá algún día podrás devolver la gloria a nuestra familia… ¿sí?
- No quiero alejarme de ti, Flórian… —respondió.
- Mileva, si sigues conmigo, morirás joven y sola. Te visitaré siempre que pueda, lo prometo.
- Sé que soy muy débil… —dijo—. Pero te prometo que no seré un estorbo.
- Y yo soy tan fuerte como puedo, Mileva, pero no puedo disfrutar de vivir en una bella casa con un esposo que me quiera.
- ¿Por qué no?
- Por mi deber sagrado… tú aún puedes salvarte, aun eres una joven escudera… pero el consejo te reconocerá como una paladina… tendrás que someterte a los deseos de la orden y nunca podrás escapar, si lo intentas, te darán caza y morirás decapitada por traición… y eso es muy generoso.
- Lo sé.
- Eso es la vida de la que quiero salvarte.
Mileva no sabía qué decir, estaba pasmada.
Mileva levantó la cabeza y miró a Flórian directamente, sus ojos brillaban mientras trataba de aguantar las lágrimas.
Mileva siempre ha estado con ella, Flórian la crio prácticamente por su cuenta desde que ella cumplió los tres meses, cuando Febrero, su abuelo, se la encargó, para que la entrenara y murió sin hijos varones a los 79 años.
Ella la vistió, la protegió, la amamantó, le enseñó a hablar, le enseñó a leer, la durmió con canciones y le dio sus nalgadas cuando comenzaba a lloriquear o armar berrinches. Mileva le debe todo en lo que se ha convertido. Es por eso que el dolor de estar separadas lo sufre Flórian también. Pero es mejor así. Desde que Mileva cumplió los 13 años, ha sido la acompañante de Flórian en sus campañas. Y aunque sabe defenderse bien dentro de lo que cabe, siempre dependerá de su veterana protectora… pero cuando Flórian no este… ¿cómo subsistirá ella en un ambiente de guerra como a los que juntas se exponen?
Flórian prefiere perderla, pero saber que vive feliz, a presenciar su muerte o dejarla indefensa en una batalla con su propia muerte.
Sueños impuros.
Vladimir, sin saber qué pensar, sin estar consciente de que lo que estaba viendo era una mera ilusión, se acercó a ella. La joven chica de cabellos negros cuya lengua había saboreado hace unas horas, estaba sumergida hasta el cuello, desnuda en una pequeña y cristalina laguna. Le provocó esa irresistible sensación de querer saborearla más, la sensación de anhelar ser el dueño de esos rojos y carnosos labios húmedos. Babeando, inutilizado por sus deseos, volvió a sumergirse en esa acuosa mirada… llena de un azul del cual no quería escapar.
Presenció cómo con majestuosidad, la joven muchacha se erguía saliendo lentamente del agua, dejándolo ver sus pequeños, puntiagudos y jugosos senos jóvenes, con las aureolas de un tamaño perfecto, o al menos lo son para él ahora. Sucumbió a la emoción y se alegró bastante… pero algo le impedía seguir yendo hacia ella, no sabía qué era, es esa barrera que simplemente actúa para limitarte cuando estás soñando. Desde su lugar saboreaba cada uno de los lentos movimientos de ella, que cada vez salía más del agua, pero lo extraño, a la par que fascinante y bello, era como se levantaba de manera sobrenatural y se ponía de pie, caminando sobre el lago… algo extraño se asomaba por detrás de ella. Una cola clara como el color de su piel, oscilaba tranquila y cortamente, bastante larga, un poco más larga que sus piernas, se levantaba y bajaba mientras ella caminaba sobre el agua. Vladimir no puede explicar lo que ocurre en este momento, un escalofrío de emoción recorre su cuerpo, ella se acerca aún más, abre los brazos para tomarlo, por inercia y sin medir el movimiento de su cuerpo, lo hace también. Sus pieles están a punto de tocarse. Cuando ella lo abraza con los brazos y la cola, besa su cuello. Comienza a morder duro en la yugular… entonces despertó en la mañana, confundido, pero con ganas de volver a sentirla.
Capítulo 4: Algo ocurre con Vladimir
Flórian y Mileva fueron las primeras, que se despertaron a eso de las seis. Decidieron bañarse en una laguna cercana, más adentro en el bosque, dejando a los tres hombres atrás. Era un lugar agradable, por desgracia el agua estaba helada. Cuando volvieron de asearse, todos dormían… Excepto Vladimir, que estaba sentado encima de su bolsa de dormir, pensando en algo.
- Hay un arroyo cerca de aquí, Vladimir —informó Flórian al lado de su joven tía—. Ve a bañarte.
- Luego…
Flórian miró que no tenía uno de sus guantes, tenía una pequeña herida detrás de la palma, era una herida causada por un objeto punzante.
- ¿Dónde está tu guante?
- No lo sé… —respondió sin siquiera mirarla.
Flórian no le prestó atención y despertó a los otros dos. A Yeveg lo despertó pisándole el estómago. Desayunaron, se alistaron, se bañaron, excepto Vladimir, que decidió ir a bañarse justo cuando desenredaron los equinos y estaban listos para seguir el camino entre las montañas. El comportamiento molestaba a Flórian, lo reprendió llamándolo procastinador, Yeveg solo se rió de la ofensa.
Vladimir entonces fue a bañarse solo, la laguna se veía exactamente como en su sueño, por algún motivo sentía que algo lo llamaba al lugar, no sentía hambre, sed, ni ganas de bañarse, sinceramente.
“Soñaste conmigo”, escuchó decir a una voz femenina y tranquila en alguna parte del lugar, cerró los ojos por su imposibilidad de verla, así al menos podía sentirla y oírla mejor.
“Yo estuve en tu sueño… caballero semental”, dijo de nuevo la enigmática y penetrante voz. “te saboree… pero no me saboreaste tú… abre los ojos”.
Los ojos de Vladimir se abrieron con nervios, ante la bella imagen de la joven desnuda parada ilógicamente sobre el agua, con aquella reptiliana pero seductora cola, que le daba una apariencia exótica.
- Me acercaré si me lo pides —dijo la joven figura.
- Acércate… —murmuró.
- Tócame… —pidió la chica.
- Tranquilo, mi amor —dijo tranquilamente con la otra mano apoyada detrás del cuello de él—. Dios no puede vernos aquí.
- ¿Eres mío?…
- Si… —dijo. Los ojos de ella se volvieron de un rojo igual de intenso.
Vladimir no sabía qué decir, sus ojos estaban perdidos en ella.
Paso a paso con sus pequeños pies, caminaba sobre el agua en dirección hacia él, cuando llegó frente a este, se detuvo.
Vladimir posó sus manos en el pecho de ella, comenzó a acariciar esos delicados senos, era la mejor sensación que alguna vez había sentido; la piel más suave y cómoda. La mirada sumisa de la criatura se levantó y lo miró a los ojos, su mano izquierda se había metido en el pantalón de Vladimir. El calor aumentaba entre los dos.
Comenzó a desnudar a Vladimir, no sin antes preguntarle una cosa.
La extraña joven le susurró su nombre al oído mientras juntos caminaban al agua; “Erkhlegch”.
20 minutos después, Vladimir volvió con los demás, estaba pálido y tenía un hematoma morado en su cuello, se veía débil, pero sonreía mientras caminaba casi cojeando fuera de los árboles, Flórian pudo notar que algo no andaba bien cuando vio el morado de su cuello. Dió dos pasos más, y cayó desmayado. Su hermano Yeveg saltó a recogerlo, gritando su nombre, Flórian, Mileva y Francisco también.
- ¡Dios mío!, ¿¡qué le ocurrió!? —gritó Yeveg sosteniéndolo— Vladimir, despierta.
- Está frío… pero está respirando… —dijo.
- ¿Qué le pasa?
- Creo que no desayunó —respondió Flórian—, pero tiene una herida en el cuello, déjame ver…
Flórian se agachó y le tocó el cuello.
Flórian movió la cabeza de Vladimir, dejando ver una gran mordedura.
- No puede ser… —dijo Flórian. Se levantó, miró a detrás de ella y caminó con la mirada perdida a la montura del caballo, tocándose la frente en símbolo de tragedia. Abrió el estuche de la montura y sacó el grueso libro que había estado leyendo. Buscó rápidamente entre las páginas hasta detenerse en una. Movió la cabeza negativamente y dijo:
- Algo muy malo le pasó a tu hermano, Yeveg…
El rostro de Yeveg empalideció, se notaba lo asustado que estaba. Flórian le mostraba en la página, a una bella mujer desnuda con garras, colmillos afilados, lengua de serpiente, cola reptiliana y alas membranosas, era un súcubo. Una bestia hematófaga que seduce a sus víctimas.
- ¿Qué? —preguntó Yeveg nervioso—. ¿Estamos buscando vampiros y tú me dices que una de esas brujas le mordió el cuello a Vladimir? ¿Cómo sabes que no fue un vampiro?
- Porque son como las doce de la mañana, como seguramente sabes, los vampiros son nocturnos —Flórian frunció el ceño—. Además… Si eso hubiera sido un vampiro, tu hermano estaría muerto. Créeme, se recuperará. Pero…
- ¿Pero qué?
- Los súcubos son demonios convocados por brujos e invocadores… Tenemos que esperar a que se despierte, para preguntarle algunas cosas. ¡Mileva! Tráeme una de las piedras de carbón de la fogata.
Mileva buscó en las cenizas de la apagada fogata un trozo de carbón pequeño.
- Aquí está. ¿Para qué lo necesitas? —preguntó mientras se lo daba en la mano.
- Hay que protegerlo mientras duerme…
Flórian rascó el pedazo de carbón con la yema de su dedo, con la mancha dibujó una cruz en el lugar donde se veían las marcas de la mandíbula de la supuesta bestia mientras recitaba en voz baja la oración “Lesus accipit”. Los ojos de Vladimir, que yacía acostado en el piso se abrieron rápidamente y todo su cuerpo echó una débil pero brusca convulsión. Una gota de sangre bajó de su nariz y sus ojos, perdidos en la nada, volvieron a cerrarse, su respiración se normalizó y recuperó un poco de su color.
“Ave maría, madre de dios, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”, declaró ella con los ojos cerrados y un dedo sobre la cruz dibujada.
- Dejémoslo dormir —dijo—. El chico rompió sus votos de celibato, Yeveg.
- ¿Qué?
- Tu hermano ya no es virgen… Cuando terminemos la misión, deberá ser expulsado de la orden, lo siento…
- Pero… ¿¡pero como sabes que tuvo sexo ahí en el lago!?
Flórian frunció el ceño en una señal de terquedad, revirando los ojos y suspirando dijo:
- Mileva, cierra los ojos, querida.
- ¡Si! —obedeció la chica.
- Ven lo frío y pálido que está, ¿verdad? —preguntó Flórian mirando a Francisco y Yeveg. Los dos respondieron afirmativamente—. Ven que no puede mover ningún musculo de su cuerpo y está en un letargo profundo, ¿verdad? Parece anémico y enfermo, ¿verdad? —las respuestas seguían siendo afirmativas.
- ¿Ya puedo mirar?
- ¡No! —interrumpió. Volviéndose a los dos hombres, les hizo otra pregunta—. Si es así, entonces…
Con la mano en los pantalones del desmayado, hizo un rápido movimiento y se los bajó, dejándolo… “Expuesto”.
- ¿Cómo explican esto?
- Este es uno de los efectos del sexo con un súcubo, es un priapismo de bajo nivel. Seguirá así por una o dos horas.
- No te rías, le va a doler mucho cuando se despierte…
- Si, perdón, lady Flórian.
“Madre de Dios”, exclamaron los dos tratando de apartar los ojos de… de… hmmm… ¡Al carajo! estaba anormalmente erecto, su pene estaba tan duro que en comparación del tono del resto de su piel, estaba muy rojo.
Francisco se rió en voz baja.
Flórian le subió el pantalón a Vladimir, era anormal la seriedad con la que había manejado la situación. Lo cargó con sus fuertes brazos y dijo:
- Debemos seguir, esperemos que despierte pronto.
- ¿Ya puedo abrir los ojos? —preguntó Mileva.
- Si, ya puedes mirar.
Metieron a Vladimir en su bolsa de dormir y la amarraron a la espalda del caballo, al cual amarraron al de su hermano. Luego prosiguieron con su viaje.
- ¿Desde cuando sabes tanto de… esos monstruos? —preguntó Yeveg.
- Mi abuelo sabía muchas cosas de vampiros y súcubos… pero lo que hice hace un rato para proteger los sueños de tu hermano lo aprendí ayer… la gente debería leer más —dijo mostrando el libro—. las cosas que esto enseña para la lucha contra los hematófagos son muy útiles.
- ¿Qué es lo que le va a pasar a mi hermano?
Hubo un silencio bastante tétrico entre los dos. Flórian echó un suspiro y le declaró mientras seguían cabalgando:
- Te seré sincero, Yeveg. Tu hermano está siendo fuente de alimentación de un demonio, un demonio que lo acosa en sus sueños.
- Está sufriendo una maldición, y ahora será peor, porque sabemos que se entregó al súcubo. Alguien deberá vigilarlo mientras duerme, porque… esa cosa nos está siguiendo.
- ¿Hay alguna manera de librarlo de la maldición? —preguntó Mileva atrás en su yegua.
- Sí, pero… es complicada —respondió luego de un suspiro—. Solo hay tres maneras para salvarlo; que deje de sentirse atraído por el súcubo, que matemos al sucubo… o que lo castremos. La primera es casi imposible, y la tercera… Dudo que quiera elegir esa, así que si no hacemos ninguna de las dos, debemos intentar matarla…
- ¿Y cómo la encontraremos? —preguntó Francisco.
- Es posible que ella nos encuentre a nosotros.
La cara de Vladimir había recobrado un poco de color y se veía que dormía tranquilo, quizá gracias a la bendición de Flórian.
Yeveg arrugó la cara, la idea se le hacía bastante aterradora, pero no había más que hacer.
El camino que siguió a la charla fue precioso por el panorama de los montes Cárpatos, incluso cuando nubes cubrían el cielo y comenzaba a hacer un frío tremendo. Cuando comenzó a oscurecer, llegaron a una granja de repollo que prestaba alojo a los viajeros, siempre y cuando estos pagaran, aquí se usó por primera vez el dinero que el conde había dado para financiar la misión, el precio fueron 23 táleros. El regente de la granja era un hombre simpático llamado Mainus, gordo y algo viejo, que vivía con su esposa Mirika y su hija. La casa tenía dos habitaciones libres en la planta de arriba.
- Siéntanse como en casa, caballeros —dijo el hombre cuando les mostró el cuarto a los hombres, la habitación de Flórian y Mileva estaba al frente.
- ¿Cómo te sientes, hermano? —le preguntó Yeveg mientras le daba un pedazo de pescado salado.
- Tengo frío —respondió—. Pero no me siento mal.
- Vladimir, debemos hablar —dijo Flórian imponentemente, parándose delante de él.
- ¿Sobre qué?
- Sobre tu amiguita.
- ¿Mi…? Oh, cielos… hablas de ella…
- Sabes de quien estoy hablando, ¿verdad?
Vladimir acababa de despertar, tenía un hambre atroz, el regente Mainus les ofreció comida en venta, pero viendo que habían traído comida en conserva ellos mismos, Flórian declinó a la oferta, estaba cara.
Vladimir no respondió
- ¿Cómo es ella?
- No te lo diré…
- ¿Qué dijiste?
- ¡No te lo diré! ¡le hice una promesa! ¡ella es solo mía, maldita lesbiana! —gritó Vladimir repentinamente, levantándose de la cama impulsivamente, mirando con odio a Flórian. Todos quedaron callados por lo atrevido que fue el insulto, Mileva estaba en el otro cuarto. El golpe que luego recibió este de la robusta mujer, lo hizo pegar de la pared y caer en la cama de nuevo. Flórian lo tomó del cuello sin dejarlo reponerse y lo levantó, estrangulándolo.
- ¡Estoy tratando evitar cortarte las bolas, maldito mocoso infeliz!… —Flórian apretó el cuello del pobre aún más, con la vena de la frente hinchada y mostrando los dientes, mientras Vladimir la miraba tratando de apartarle las manos. Ella le preguntó de nuevo—. ¡¿Cómo es ella?!
- ES… —trataba de articular con las manos de Flórian en el cuello, su voz se había vuelto rasposa, se notaba mucho su esfuerzo. Vladimir no parecía escandalizarse por las medidas de Flórian, sabía que era lo mejor y ya le tenía confianza a sus metodos—. ES… COMO… —Flórian dejó de apretarlo.
- ¿Como? —preguntó.
Vladimir comenzó a toser y toser, recuperándose de Flórian.
- Es… la… la hija del brujo —respondió jadeando y tocándose el cuello, Flórian se quitaba los guanteletes y se masajeaba las manos.
- ¿Qué brujo? —preguntó Yeveg—. ¿Qué brujo, Vladimir?
- En la casa donde nos detuvimos… ayer, el padre de ella era un brujo….
Francisco puso su mano en el mentón y pensó un poco.
- ¿Entonces esa jovencita es con la que tuviste sexo ayer? —preguntó.
- ¿Cómo lo saben?, ¿nos espiaron?
- Explícame qué ocurrió exactamente dentro de esa cabaña, Vladimir; ¿qué te dijo el brujo? —preguntó Flórian tomando el codex wmpir de la mesa y abriéndolo de nuevo en una de las páginas que hablan acerca de los súcubos—. Quiero una respuesta rápida.
- ¿¡Por qué quieren saberlo!? —Vladimir se aferraba a negarse con todas sus fuerzas.
- Vladimir, Hermano, esa joven es un monstruo que se alimenta de ti como una vil garrapata, ella fue quien te hizo esto —Yeveg tocó la mordida en su cuello.
- Ella no es ningún monstruo, es un ángel, hermano, solo debes conocerla, es la cosa más bella que he visto en mi vida y le hice una promesa.
- No, hermano, ella es un demonio, uno que se alimenta de tu sangre y usa tu amor hacia ella para acabar contigo… y será así hasta que no quede nada. Ella es un súcubo.
- Así es, Vladimir —Flórian mostró la página con el dibujo y todos los datos—. Son demonios hematófagos invocados por brujos para seducir a los hombres y robarles la vida. Solo tratamos de protegerte.
Vladimir comenzó a lagrimear y restregarse la cara, su hermano lo abrazó…
- En… en la casa, el brujo me la ofreció… —dijo mientras trataba de evitar su llanto—. Me dijo que era su hija y que me la entregaría como esposa… yo… yo le dije que no podía, pero ella me besó… su lengua sabía a miel y… no pude resistirme, comencé a besarla yo también… perdónenme —comenzó a llorar—, ¡por favor perdónenme! Fui débil y rompí el juramento de la orden. Ella apareció en mi sueño y era más bonita… estaba desnuda y me abrazó.
- ¿En tu sueño… tenía cola, alas o ambas? —preguntó Flórian mientras seguía leyendo.
- Tenía una cola… si… lo recuerdo bien.
Flórian ojeaba el libro, leyendo rápidamente mientras preguntaba.
- Eso significa que aún no está madura… —dijo Flórian—. será fácil matarla si somos inteligentes y andamos con precaución… pero hay algo que debemos hacer esta noche para estar seguros. Más bien, deben —señaló a Yeveg y a Francisco—. Deben turnarse para vigilar a Vladimir. Debe haber alguien despierto en esta sala.
- ¿Y por qué no lo vigilas también? —preguntó Yeveg.
- Debo cuidar a Mileva. Ella está en plena adolescencia, es más susceptible a los súcubos. Por eso este pobre imbécil se dejó seducir por ella. No es tu culpa, pero los caballeros deben tener más fuerza de voluntad y rectitud.
Mientras Flórian daba el informe, buscó en una de las páginas del libro y sacó el pedazo de carbón que Mileva le había dado temprano, se acercó a la puerta y dibujó en ella un extraño símbolo.
Vladimir se apenó y agachó la cabeza.
- ¡Recuérdenlo! Túrnense y vigilen a Vladimir o el súcubo los atacará a ustedes también, ¿entendido?
- ¡Entendido! —respondieron los dos.
- Este signo los protegerá dentro de esta sala siempre y cuando uno esté despierto y la puerta y ventanas se mantengan cerradas —señaló. Tomó un crucifijo de madera de encima de un pequeño cajón, quizá del regente y se lo puso. Con las velas alimentando débilmente el cuarto con luz, se despidió—. Buenas noches.
- ¡Auch! —exclamó Vladimir—. Me duele mucho la pija.
Capítulo 5: el brujo.
Flórian había puesto a rezar a Mileva como acostumbraba a hacerlo, era el sustituto del clásico “cuento antes de dormir”. Dibujó el mimo símbolo de la puerta del dormitorio de los hombres. Pero incluso después de que Mileva se puso a dormir, Flórian no apagó la vela del cuarto, estaba ocupada con su oficio habitual, leer el códice.
“Los vampiros, nacidos de las fuerzas profanas de la reina de los súcubos (Lilith), con el más grande de los nigromantes y conjuradores. Bestias de cuerpos sin vida que drenan la sangre y la vitalidad de los demás. Expertos en seducir para fornicar, alimentarse y asesinar como sus ancestros, las mujeres caníbales adoradoras de Lilith, pero se diferencian de ellas por varios motivos.
- El sol los destruye: Como a todo muerto caminante, el sol pudre y reseca su piel, causándoles un dolor intenso. Las pruebas han demostrado que se sienten más seguros en lugares oscuros, cosa que ha llevado a eruditos a relacionarlos con insectos y alimañas como las cucarachas.
- Son estériles: las pruebas sugieren que a los vampiros les encanta copular, quizá porque su cuerpo queda estancado en un estado adulto joven, incluso pueden desarrollar una relación afectiva mutualista con una persona u otro vampiro. Pero por más que lo deseen, no hay forma conocida de que estos tengan descendencia.
- Su necesidad de alimentarse de sangre, se debe a que es la única forma en que pueden nutrirse, los otros tipos de alimentos les causan indigestión y vómitos. Pero los testimonios afirman que no pueden saborear nada más que no provenga de la carne humana.”
La concentración de Flórian se rompió cuando escuchó un ligero crujido de la madera en el piso de la habitación. Como ese era el segundo piso, quería decir que el sonido provenía de la planta de abajo. Haciendo la menor cantidad de ruido posible, Flórian cerró el grueso libro, se quitó la sabana y salió de la cama. No tenía su coraza gruesa de cuero, ni las placas de acero de su armadura, solo tenía la cota de maya que siempre lleva puesta debajo de ella, le llegaba hasta las rodillas y era muy ligera, así que sería muy silenciosa, tenía unas piernas anormalmente fuertes y musculosas para ser mujer, con dos grandes cicatrices en el muslo izquierdo. Aún más silenciosa, se postró en el piso lentamente, colocando su oído en la madera. No se sabe qué fue lo que oyó, pero después de un rato a la expectativa, tomó la espada y le quitó la vaina.
Flórian bajó las escaleras lo más lento que pudo. Estaba oscuro, pero podía ver. Sujetaba la empuñadura con una mano y el recazo con la otra. Caminó en la oscuridad por un rato y luego se detuvo en seco, como si algo la hubiese impactado en la oscuridad de la casa.
- Te veo, perra —dijo en las tinieblas, volteándose y mirando al techo detrás de sí. En ese lugar, resaltaba la figura de una persona, que estaba trepada, en el techo completamente horizontal, como si se estuviera sujetando a la madera con garras, tal como lo hace un gato. No se veía su cara por la oscuridad, pero sus extravagantes ojos azules, se volvieron rojos y brillaban viéndola a la cara.
- Eres tu quien ha estado siguiéndonos, ¿verdad? Ya no puedes comerte a Vladimir en sus sueños y vienes a comértelo directamente, ¿verdad?
Flórian escuchó la juguetona risilla de la bestia trepada. Una larga cola cayó de ella, colgando en dirección al piso, como un péndulo se movía lentamente.
- ¿No vas a contestar?…
- No.
- Una perra de catorce años no va a matarme, niña.
- Lo sé —dijo con su suave y juvenil voz—. No voy a matarte. Hueles a vieja. Los viejos no saben bien —sus expresiones eran invisibles, no mostraba ningún sentimiento en su rostro. A Flórian le desagradó mucho el comentario, le desagradó muchísimo.
- Es una lástima, porque no pasarás de aquí —Flórian rugió ferozmente y se lanzó a tajearla con rapidez. El monstruo saltó y evitó la espada, sus pies digitígrados intentaron patear la cara de Flórian. Pero en vez de eso, falló y aterrizó. Abrazó a Flórian con los brazos y la cola una vez que se volteó y lanzó una feroz mordida a su cuello.
- ¡AAAGHH! —gritó—. ¡Maldita perra! —con su espada en mano, moviéndola con fuerza hacia su propio pecho, casi apuñalándose, logró herir la cola de su atacante, que estaba pegada detrás de ella.
La mirada luminosa, con esos grandes faros rojos seguía inmóviles viéndola. El súcubo, como si tuviera algo en la boca, solo respondió:
Con un destello como de rayo, acompañado de un zumbido, las velas de la casa se prendieron todas al mismo tiempo. Los cadáveres del matrimonio de ancianos y de su hijita bebé estaban mutilados a un lado. De la boca del súcubo goteaba la sangre de una mano arrancada, con una boca tan gruesa y extensa como la de un cocodrilo del Nilo, soltó la presa. La miraba al revés con las garras pegadas a la madera del techo. Cuando volvió a abrir su boca llena de colmillos lanzó un muy gutural rugido y se abalanzó contra Flórian, girando en el aire. Con los ojos bien abiertos esquivó a la pequeña y ágil alimaña morena que rayó el piso de la casa con esas filosas uñas. Lentamente se paró derecha a Flórian. Tenía el cuerpo de una chica adolescente, pero con una complexión monstruosa. Ocho pezones, una cola, una enorme línea que iba desde los extremos de la boca hasta detrás de las orejas, quizá para abrir su mandíbula hasta allá. Su boca llena de sangre no intimidaba a Flórian, que movía su hoja al frente.
La bestia chilló como un cerdo en el matadero y se echó para atrás dejándola libre, pero sin darle tiempo para ponerse en posición enredó la espada con la cola y trató de quitarla de las manos de Flórian. Pero justo en ese momento se dio cuenta de que algo estaba mal. Sintió un ardor intenso del acero de la Zweihänder, casi como si toda la hoja estuviera al rojo vivo. Miró con miedo los escritos de la hoja y movió la cabeza con negación, con los ojos bien abiertos, sin decir una palabra, corrió en cuatro patas hacia las escaleras.
Flórian intentó ir detrás de ella, corriendo. Pero la pared detrás de ella voló en pedazos prendida en fuego y haciéndola caer. El sonido de la explosión dejó a Flórian sin audición, no podía saber qué era lo que estaba pasando, solo que la casa estaba quemándose. Su primera idea, sin embargo, fue ignorarlo todo, levantarse, e ir a proteger a Mileva lo más rápido que pudo, tambaleándose, tosiendo, con la mano derecha en la cabeza y con la mano izquierda en su espada. De aquellas llamas salió un perro enorme de color blanco y ojos negros, aparatosa y grotescamente, perdió el pelo, se paró en dos patas y se transformó en un hombre de mediana edad, lampiño con una larga túnica roja… Era el mismo brujo que había hablado con Vladimir, las llamas ardían detrás de él, pero caminaba sereno.
Flórian consiguió subir las escaleras con esfuerzo, el súcubo intentaba arañar la puerta del cuarto de Mileva, pero un destello amarillo salía de la madera cuando intentaba hacerlo.
- ¿¡Qué es esto!? —se preguntó.
- ¡NO HAY A DONDE IR, PEQUEÑA DIABLA! —decía Flórian en voz alta, quizá por su problema de audición, de cualquier manera se veía casi tan aterradora como el monstruo.
- Erkhlegch… Mi amor —murmuró Vladimir, que con rapidez empujó a su hermano y abrió la puerta.
- ¡Vladimir! —gritó Flórian al final del pasillo—. ¿¡QUÉ HACES, IDIOTA!? ¡CIERRA LA PUTA PUERTA!
La bestia le sonrió y comenzó a entonar una bella canción en un idioma desconocido. A Flórian le parecía insoportable, pero al menos no podía escucharla muy bien. Pero Mileva estaba dentro de la habitación tapándose los oídos y gritando. La bella ópera que cantaba, le hacía sentir que sus tímpanos se rayaban. Los hombres en la otra habitación, Yeveg con el mosquete en mano hacia la puerta, aún con el grabado y Francisco blandiendo su gladius, todos escuchándola como una bonita canción, pero aun así con miedo de lo que ocurría. La explosión obviamente los había despertado. Pero había alguien que no sentía miedo.
Vladimir recibió un golpe devastador con la cola del súcubo y cayó desmayado, lanzando otro rugido, esta se abalanzó sobre los otros. Flórian la vio saltar y maldijo, vio como un disparo del mosquete de Yeveg había fallado y todos gritaban tratando de darle muerte a la bestia. Justo en el peor momento, recordó que no había grabado el lema en sus armas, solo en la de Mileva, pero era a ella a quien trataba de proteger. Como pudo, fue corriendo arma en mano a la habitación, la mordedura en su cuello le dolía, pero no era grave. Tan pronto como dio un paso, sintió cómo una fuerza indescriptible, de origen sobrenatural, la empujaba hacia la pared, inmovilizándola. Gruñendo trataba de moverse, pero solo sufría en vano mientras veía por el rabillo del ojo, cómo el hombre pálido de túnica roja, subía lentamente y pasaba mirándola con una sonrisa. El estrés la estaba matando, la impotencia que tenía de no poder moverse… El hombre se detuvo al frente de ella y con un movimiento de su mano, hizo que la espada cayera de la mano de Flórian. Flórian tenía mil maldiciones en mente, pero no podía abrir la boca. Tan fuerte era el efecto de parálisis, que no podía evitar que su saliva se saliera. El brujo tomó la espada con sus manos y empezó a acariciarla sin decir una palabra.
El violento súcubo rugía a los dos hombres, que la miraban agitados, aprovechó que Yeveg cargaba un segundo disparo y se le abalanzó encima, le rasguño la cara mientras este intentaba sacar un cuchillo de su bolsillo. Francisco no se quedó atrás e intentó rebanar a la bestia, pero ella fácilmente lo bloqueó con su cola y le quitó la espada. Luego, como una serpiente, lo estranguló y levantó, dejándolo inmóvil forcejeando mientras se ahogaba. Con una sonrisa temible, observando los ojos sangrantes de su víctima, Yeveg, que entre alaridos maldecía, comenzó a devorar su cara rápidamente; primero su nariz, luego sus labios, luego sus mejillas y los músculos de su cuello. Francisco golpeaba la cola como podía, pero era inútil, poco a poco perdía fuerza y su vista se ponía negra, mientras los gritos de Yeveg se volvían más horrorosos y poco a poco perdía la vida. El súcubo y el brujo, habían ganado… Pero de repente, la bestia infernal volvió a sentir esa ardiente y dolorosa sensación… solo que cuando se dio cuenta de ella, ya era tarde. La larga Claymore de Mileva se había enterrado en su espalda y la había atravesado. Soltó a Francisco en el acto. Mileva retorcía el arma en su interior, haciendo que se moviera con dolor obligada, entre alaridos, gruñidos y confundida. Sus ojos se volvieron azules de nuevo. Vladimir estaba despertando con esa enorme herida en la cara. Sin prestarle atención a su hermano que agonizaba, miró los ojos de la mujer que moría, lo miraba con dolor.
- ¡¡¡NOOO!!! —gritó el hombre—. ¿¡Qué es lo que haces, estúpida!? —Vladimir se acercó a Mileva y la golpeó, haciendo que se apartara y quitara la espada. El súcubo tuvo suficiente fuerza para morder a Vladimir, sin importar el enorme agujero en su torso.
- ¡MILEVA! —exclamó y a pesar de sus heridas y de que la casa ardía en llamas, fue corriendo a ver qué pasaba. Cuando se asomó por la puerta de los hombres, el súcubo se alimentaba del cuello de Vladimir, Francisco y Mileva estaban tirados en el piso, tratando de reponerse. Vladimir, a pesar del dolor y su palidez, con la bestia chupándolo, parecía enfermizamente feliz. En cuanto la bestia la vio, soltó el pálido cuerpo de Vladimir y se echó para atrás con pánico en cuatro patas. Vladimir, al igual que Francisco y Mileva intentaba respirar con dificultad dentro de una casa en llamas. Cuando Flórian vio a la izquierda, podía ver el rostro desfigurado y muerto de su amigo, Yeveg.
- ¡MALDITA! — gritó Flórian. La ira la inundaba.
- ¡Debemos salir de aquí! —gritaba en voz alta mientras tosía.
Flórian seguía intentando moverse. Notó que el brujo sentía un leve dolor quemante cuando tocaba la hoja. Sonreía mostrando unos grotescos colmillos para perforar. Hasta que este sintió un gigantesco dolor en el corazón, se tocó el pecho, quedó sin aire y soltó el mandoble. El brujo sentía el dolor del súcubo por su herida. El impacto lo hizo encorvarse y dejó a Flórian libre el suficiente tiempo como para tomar su arma, patearlo hacia la pared e intentar decapitarlo. Falló, la espada se clavó en la madera y el brujo la tomó por el recazo con una mano, mientras con la otra apuntaba a Flórian a la cara. En un pensamiento rápido, Flórian apartó su mano con fuerza, desviando un chorro de fuego que fue disparado hacia el techo. Comenzaba a hacer un calor infernal en la casa, el sudor de Flórian lo gritaba. Con más fuerza aún, sacó la espada de la madera, dio un giro e intentó cortar la cabeza de su atacante, pero él se agachó y rápidamente, su forma había cambiado a la de un perro que salió corriendo hacia las escaleras. Flórian saltó al piso rápidamente y trató de atrapar su cola canina, lo hizo por un momento, pero el perro soltó un chillido y sin dificultad se volvió a liberar. Flórian sin pensárselo mucho, decidió ignorarlo, dejarlo huir e ir a ayudar con el súcubo. Lo que le podría estar pasando a los demás le asustaba mucho, pero le asustó más cuando vio la puerta de la habitación de Mileva abierta.
El súcubo se trepó a la pared en un intento desesperado por salir huyendo, pero era imposible escapar a semejante ira. Flórian la alcanzó con su hoja y le lastimó una pierna. Cojeando intentaba huir despavorida, pero solo conseguía revolcarse en el mismo lugar, mientras su sangre manchaba el piso.
- ¡¡¡PERDONAME!!! —imploraba.
- ¡Eres patética! —insultó Flórian, acto seguido la tomó del cuello con su mano izquierda, mientras con la mano derecha sujetaba el arma. Con su cola, el súcubo intentaba estrangularla a ella igualmente, mientras intentaba rasguñar su brazo, pero la cota de maya la protegía. Cuando la cola de la bestia comenzaba a apretar demasiado, ella maniobró, levantó su pesada espada con una sola mano y de un tajo cortó la cola a la mitad. Un chillido horripilante y fétido salió de entre sus colmillos. Mordió la mano izquierda de Flórian en su cuello y la hizo soltarla. Una vez libre, decidió que sería estúpido intentar atacar sin su cola, mientras Flórian se sobaba la mano llena de sangre, aprovechó que había una ventana a unos pasos, difícilmente llegó a ella y pudo lanzarse, escapando de Flórian.
Vladimir recuperó el juicio, y cuando vio la cara mutilada de su hermano, comenzó a gritar horrorizado. Mileva se desmayó en el acto. Su sobrina la tomó y la cargó en su hombro.
- ¡Francisco, saca a Vladimir de aquí rápido! —dijo.
- Francisco… Mis cosas están en la habitación derecha en el segundo piso. Ve y búscalas… pero ten cuidado.
- Púdrete en el infierno —maldijo.
- ¡Mierda!
- B… Bastardo… —dijo de nuevo en el suelo boca abajo, tratando con todo de no desmayarse, pero los golpes en la cabeza se lo hacían difícil y su pelo estaba lleno de tierra. Al levantar la mirada observó que el brujo flotaba hacia ella lentamente, confiado y sereno con la intención de ejecutarla, no se percató de uno de los riesgos. Un disparo ensordecedor se escuchó. Hizo que Flórian levantara la cabeza y mirara detrás de sí. Era Francisco, con uno de los mosquetes. Rápidamente lo soltó, sacó su espada y corrió en ayuda de Flórian. El brujo estaba lastimado de gravedad, el brazo que le servía como cañón estaba lleno de sangre desde el hombro a la muñeca. Flórian no perdió tiempo, tomó su mandoble y se posó frente a él lista para atacar. Francisco llegó también, con su espada en la mano. El brujo ya no podía hacer nada, estaba perdiendo tanta sangre que no podría usar la polimorfia y transformarse en un perro. Lo único que podía hacer en ese momento, era susurrar maldiciones tartamudeando con la poca voz que le quedaba, el último recurso de un brujo moribundo.
- Vincula… Vincula gehennam ignis ad reliquam eius habitatore…
- Santa María —interrumpió Flórian en voz mucho más imponente—, protege nuestras almas de las mentiras de la bestia y las intenciones impuras de los enemigos de tu iglesia. Protege a este pobre vasallo descarriado tuyo de los designios del diablo y concédele la redención —señaló al brujo, mientras sostenía el crucifijo debajo de su cota de maya. El brujo dejó de maldecir y cayó arrodillado en el suelo, listo para morir.
- ¿Por qué hiciste esto? —preguntó Flórian con carácter, pero no con la furia que Francisco esperaba—. Tu súcubo mató a una pareja inocente de ancianos… una bebé… y a mi amigo… ¿por qué? Dímelo. ¿Por qué intentaste matarnos?
Francisco tuvo que arrastrar a Vladimir mientras lloraba y gritaba llamando a su hermano. Flórian sacó a Mileva rápidamente y las dos espadas, la de Mileva llena de sangre del demonio que había matado a Yeveg. Ya estando fuera, Flórian vio al brujo parado a varios metros, no dudó un segundo, puso a su tía suavemente en el piso y viendo a la silueta oscura directamente, le dijo a Francisco:
Sin chistar, Francisco se metió de nuevo en la casa ardiente a buscar la armadura de Flórian, Mileva y las provisiones. Vladimir se quedó en el piso llorando la muerte de su hermano. Los cuatro caballos relinchaban amarrados a un poste, asustados de no poder huir. Flórian se acercó a su corcel, lo calmó, Mirando como el brujo permanecía inmóvil mirándola, para luego levantar los brazos, e invocar a dos demonios rojos con cola, alas de dragón y hachas, que se acercaban corriendo. Flórian montó su caballo, cortó la cuerda con su mandoble y comenzó a galopar con el arma en un brazo hacia los demonios. Era pesada, sí. Pero no para ella…
Uno de los retorcidos seres se alzó con un salto de sus alargados pies. Comenzó a volar batiendo sus alas. Movía el crecido pasto del suelo con sus aleteos, mientras Flórian se acercaba. El otro sacó sus dos hachas, de una confección rustica y bruta, y fue moviéndose encorvado, también al encuentro con la húsar. Flórian miró los movimientos de los dos, pensó un momento y haló las riendas de su caballo, inesperadamente para los monstruos, se movió hacia la izquierda, girando, como si intentara ganar tiempo. Comenzó a sostener su espada entre su pierna izquierda y el caballo, tenía que improvisar, pues no tenía la funda. Intentando no caer y apretando fuerte la pierna izquierda con el fornido lomo del equino, se inclinó al bolso derecho de la montura, del cual sacó un gran arco recurvo y dos flechas de hierro del carcaj oculto. Las flechas no estaban bendecidas por el lema, pero había que intentarlo. Aun girando a gran velocidad con su corcel, tomó una flecha entre los dientes mientras preparaba un disparo con la otra, alargando sus brazos, cerrando un ojo y tensando poderosamente el arma, apuntó a un ala del demonio que volaba cerca de ella. Modulando su respiración, dejó salir una flecha. Preparaba la segunda flecha, pero pudo ver el recorrido de la anterior. Asintió un poco cuando escuchó un golpe en el pasto, el demonio había caído. Arriando bruscamente su montura de nuevo, casi sin resistencia por parte del animal, se acercó galopando al demonio que trataba de recuperarse de la caída. Casi sin tiempo, disparó de nuevo, el monstruo chilló con la segunda perforación. Sin ver donde guardar el arco, y sin tiempo para hacerlo, Flórian lo tiró, recuperó su mandoble, lo empuñó con la mano derecha y cuando estuvo lo suficientemente cerca, atacó con ella. El arma era tan pesada, que para moverla más fácilmente mientras galopaba, lanzó un potente rugido entre dientes. El demonio conjurado sufrió un enorme tajo en su espalda y murió en el acto.
Galopando rápidamente se dirigió hacia el otro, con fuerza lo atacó. El monstruo trató de corta las piernas del caballo, pero Flórian golpeó tan fuerte y perfectamente, que rompió las hachas y le laceró el brazo derecho. La abominación gritaba de dolor mientras Flórian se preparaba para tomar carrerilla de nuevo y sesgar su existencia. Jaló de las riendas, haciendo al caballo girar hacia él de nuevo, cuando llegó, ocurrió lo inevitable. ¿De qué sirvieron esas dos alimañas?, pensó. Cuando giró a ver al invocador, este tenía la mano izquierda en alto, apuntando a ella y la mano derecha en una extraña posición de dedos separados. Flórian, sabiendo lo que el brujo estaba a punto de hacer, solo alcanzó a lanzar una corta exclamación:
Por fuerzas invisibles y un agudo zumbido, el caballo salió catapultado hacia atrás junto con Flórian. El equino cayó sobre ella y rodó intentando levantarse. Las riendas impedían que Flórian se liberase, le amarraron un brazo, cada segundo se lastimaba más. Si el caballo la pateaba, definitivamente moriría. Rompió el cuero de las riendas con sus propias manos. Cuando pudo alejarse del caballo, se limpió la sangre de la cara. Tenía golpes en todo el cuerpo y estaba encorvada del dolor. El caballo pudo levantarse de nuevo y huir a la cabaña. Ella pudo ver su espada a unos metros tirada, así que rápidamente intentó tomarla. Pero su blasfemo adversario volvió a hacer su ademán y lanzó a Flórian hacia atrás. Tratando de soportar la caída, rodó a golpes. Se le hacía cada vez más difícil levantarse e intentar tomar su arma, estaba completamente a merced del brujo, ya no sabía qué hacer… pero lo intentó de nuevo. El resultado fue el mismo.
El brujo cerró los ojos y suspiró.
- Me enviaron a hacerlo… —dijo. En su boca se asomaban dos colmillos afilados.
- Eres un vampiro, ¿verdad? —preguntó Francisco.
- Sí… Lo soy… y puedo llegar a ser mucho más… por eso en unos momentos dejaré de sangrar y solo dormiré para recuperarme… pero sabemos que eso no va a pasar. El sol está saliendo. Ya fracasé en mi misión…
- ¿Quién te envió a matarnos?
La cara de Flórian rezumaba tristeza y decepción, un camino de sangre pintaba una línea desde sus labios a su barbilla.
El hombre solo dijo:
- En Suceava …
- ¿Quiénes fueron? ¿Reman Clavius está ahí?
- Sí… Eso es todo lo que diré…
La expresión del brujo cambió poco. Quizá planeaba resistirse a responder. Pero viendo su fin tan cercano, al cabo de unos segundos contestó:
Lo más importante había sido revelado ya. Reman se encuentra en Bucovina y de alguna manera ya se ha emparentado con brujos peligrosos como ese. La naturaleza del hombre revelaba que Reman aún poseía el don, si es que se le puede llamar así, de hacer vampiros. Europa corre peligro.
- Solo respóndeme algo más, brujo… —dijo Flórian— ¿Cuándo te transformaste en esto? ¿Por qué?
- Mi hija… Erkhlegch murió en la hoguera por su culpa… Ustedes… la orden… me buscaban a mí.
- ¿Qué?
- El príncipe… ¡Sigmund Sárkany segundo! ¡La… la violó y ordenó que la quemaran en la hoguera!
El vampiro miró al oriente, donde el sol comenzaba a pintar las nubes gruesas. Ese era el indicio de que su muerte estaba cerca.
Las lágrimas del brujo comenzaron a salir sin control. Lágrimas de sangre.
- ¡Eres un mentiroso! —exclamó Francisco indignado y miró a Flórian—. La última misión del príncipe fue ir a matarte, ¿cierto?… ¡tú eres Caleb el brujo!
- Así me llamaba la gente… Ahora saben que estoy muerto. Ese bastardo cobarde solo mató a una joven inocente. Yo me maté solo…
- ¡El príncipe me enseñó todo lo que sé! —gritó el caballero—. ¡Fui su escudero por seis años! ¡He servido a la casa Sárkany desde que era un niño! ¡Mentiroso de mierda! ¿¡Ahora me dices que el príncipe era un violador!?
- ¿Miento entonces?… —preguntó el brujo—. ¿entonces por qué sigo vivo? ¿Tu príncipe no me mató?
- Aunque lo hubiera hecho —interrumpió Flórian—, Pudiste haber vuelto, transformado en esto.
Caleb el brujo se rió con el aliento que intentaba mantener dentro de sí… desagradó bastante a Flórian.
- No… porque ustedes bendicen todo lo que matan en nombre de su maldita cruz. Un vampiro no puede nacer de un cuerpo bendecido por palabras… o por una hoja bendita —señaló los grabados en la espada de Flórian—. Esa práctica dejó de emplearse hace casi 70 años… grave error…
- ¿Y como sabemos que no mientes? —rugió Francisco.
- Ustedes van a Suceava… ahí lo verán aunque no quieran. Las cenizas de una joven llamada Erkhglech en el centro de la ciudad, junto a la capilla… y todos sabiendo que Caleb el brujo, se cortó las venas…
- Así lo veremos, brujo… —dijo Flórian con desprecio.
- Ahora díganme… ¿Quién es el monstruo? ¿El que viola y quema a una niña por dinero y poder, mientras lleva una biblia en la mano, o el que quema una casa llena de personas que se dedican a la guerra, en nombre de esa niña?
Ni Flórian ni Francisco supieron contestar esa pregunta. Flórian se quedó pasmada por la historia del hombre arrodillado frente a ella, el hombre lleno de odio y dolor, que actuó en nombre del amor que alguna vez sintió por su hija. Por más que intentaba evitarlo, le venía a la cabeza la pregunta “¿qué haría si esa niña hubiera sido Mileva?”. Aunque no la creía del todo, ese pensamiento la conmovía.
- Su amado príncipe… ¡era un cerdo!… y su maldito castillo está lleno de cuadros y pinturas de él. La historia lo recordará como un caballero honorable y justo… Por eso trabajé… por acabar con ustedes y las personas así… por eso trabaja Reman… fue por eso que después de que me enfrié y sentí como la muerte segaba mi vida y me llevaba a una oscuridad eterna, acepté el beso de Lilith y me transformé en un muerto viviente…
- ¿Valió la pena perder tu alma y tu integridad? —preguntó Francisco.
- Ahora el cerdo y su padre están muertos… y el fin de su maldita orden se acerca… Valió la pena cada segundo de esta maldición nocturna. Ahora por favor, mátame… no deseo seguir hablando.
Escuchar una petición así nunca es algo placentero, pero en sus ojos se veía claramente el rechazo a la vida. No había nada más que se pudiera hacer, el alba ya había comenzado a iluminar el cielo. Flórian se preparó empuñando su espada bendecida y separó las piernas, lista para dar el tajo final. Francisco no deseaba mirar, prefirió ver el amanecer detrás de él. Tratando de no pensárselo mucho, Flórian pronunció las últimas palabras que este condenado oiría.
- ¿Aceptas a Cristo en tu corazón, el poder de su iglesia y pones en sus manos tu alma, tu ascienda y todos tus pecados?
- Todos son iguales…
- ¿¡Aceptas a Cristo en tu corazón, el poder de su iglesia y pones en sus manos tu alma, tu ascienda y todos tus pecados!? —preguntó de nuevo.
- Jamás.
El vampiro se rió un poco, arrodillado y aún con las lágrimas en sus mejillas, dijo con decepción:
La cabeza del brujo fue cortada de un tajo, de sus ojos seguían saliendo lágrimas negras, mientras su sonrisa se desvanecía aparatosamente y el pasto se pintaba de sangre negra. Flórian se arrodilló luego de la ejecución. La fuerte briza hacía mecer su cabello. Su cara estaba hinchada y llena de polvo, tenía el cuerpo lleno de moretones; un labio roto, las piernas moradas por los golpes del caballo y en general el ambiente era terrible, putrefacto y pesimista. Se le hacía muy difícil no sentirse insatisfecha por tener que bendecir de nuevo al fallecido Caleb, pero el hacerlo, le ayudó a tranquilizarse un poco.
Cuando el primer rayo de sol tocó la sangre del vampiro, esta se secó muy rápidamente, desprendiendo un olor a humo, el resto de su cuerpo se comenzó a quemar severamente hasta volverse polvo. Solo quedó un esqueleto cubierto de ropajes rojos y un cráneo con cuatro caninos muy afilados. Pero el sol volvió a cubrirse de nubes. Parecía que en cualquier momento llovería.
- Acabamos de matar al asesino del príncipe Sigmund… —dijo Francisco al lado de la arrodillada Flórian. Ella lanzó un quejido y se encorvó un poco en ese momento—. ¿¡Está bien, Lady Flórian!? —preguntó asustado sosteniendo su espalda.
- Me duele todo… pero puedo caminar —declaró quejosamente mientras intentaba levantarse. Cuando se paró, colocó su mano en el hombro del joven—. Hiciste un muy buen trabajo apoyándome, Francisco, me salvaste la vida y nos salvaste a todos gracias a ese disparo.
Los ojos de Francisco se iluminaron un poco y por un segundo casi dejó escapar una sonrisa. Pero recordó algo que no lo dejaba celebrar esa victoria.
- Gracias, mi señora —se arrodilló—. Pero no pude salvar a Yeveg…
- Bueno —dijo—. Yo tampoco pude, ni Mileva, ni Vladimir… Al menos pudimos vengar su caída y ejecutar al responsable de la muerte del príncipe Sárkany… Sigue así y serás un gran Húsar.
- Gracias, mi señora.
- Por favor, solo llámame Flórian… no me gusta que me llamen señora. No estoy tan vieja…
- No, para nada —respondió—. Creo que deberíamos llevar un justificativo al castillo acerca de la muerte del brujo —señaló al esqueleto.
- Estos malditos brujos y sus talismanes… —se quejó Francisco.
- Este símbolo se me hace muy conocido… —dijo la mujer—. Volvamos con los demás, Vladimir debe estar en pánico —sobó su mano lastimada.
Flórian arrugó la cara y bajó la mirada.
Aunque de apariencia triste, la sonrisa de Francisco mostraba lo honrado que se sentía.
Flórian se inclinó y registró la ropa del cadáver. Después de mover un poco la mirada, pudo divisar un extraño collar de oro, que encadenaba una media luna negra hecha de obsidiana, con una cruz negra debajo también de obsidiana.
Flórian se puso de pie y fue cojeando por sus heridas a los restos de la casa humeante. Francisco se ofreció a llevarla, pero ella insistió en caminar sola, se le veían ojeras gigantes y se notaba por su aspecto que no había dormido en toda la noche. Pero aun así ella era quien más se había desempeñado en la lucha. “¿de qué está hecha esta señora?”, pensó Francisco, mientras iba a su lado y recogió el mosquete de Vladimir, que fue con el que había disparado. Flórian recogió su arco recurvo.
- ¿Conseguiste las cosas dentro de la casa?
- La mayoría de ellas. Conseguí tu armadura y la de Mileva, también la comida, pero no el libro que trajimos…
- Maldita sea… —quejó Flórian— Sin ese libro no habríamos sobrevivido al ataque.
- Lo siento. Había mucho humo ahí dentro, casi me ahogo.
Vladimir estaba sentado a unos metros de espaldas a Mileva, que estaba recostada en su Yegua, tratando de digerir todo lo que había pasado. Fue mucho para una noche.
De pronto volteó y vio a Flórian, por inercia dejó a la yegua y fue hacia ella, se dejó caer y la abrazó con todas sus fuerzas. Flórian la abrazó también y besó su cabeza, vio para su alivio, que su caballo estaba bien. Vladimir estaba pálido, triste y casi en estado vegetal, miraba con rabia y envidia a Mileva.
Hace bastante que el clima estaba frio y nublado, se dieron cuenta de por qué. Comenzó a nevar.
Muerte en la nevada.
El frío invernal de Bucovina es mortal para los viajeros, pero Suceava está cerca y con ella un lugar caliente donde descansar
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