Era una soleada tarde, en una apacible playa alejada de blancas arenas y hedénicos paisajes. Camila estaba junto con su mamá muy contenta recolectando conchitas marinas y una que otra rareza que cayera entre sus pequeñas manos, de pronto se encontró en la arena una gran ostra semi abierta y cuando terminó de abrirla , vió con asombro una preciosa blanca y tornasolada perla. – Mamá! mira lo que he encontrado. Su mamá se apresuró a ver el fugaz hallazgo, -Pero , ¡que lindisíma perla-dijo , pero de donde habrá venido? seguro que el mar la ha varado o quizás a los buscadores de perlas se les habrá caido-dijo mamá Helen.

-Mamita, de donde vienen las perlas?- preguntó Camila

-Mi querida hija, cualquier persona diría que de las ostras, no?, pero no siempre fue así-dijo mamá Helen. Ven te voy a contar un cuento ,que me contó mi abuelita,cuando yo era una niña como tú. Ven sentémonos en la orilla y trae la sombrilla – Si, mamá – dijo Camila, apresurándose a cumplir el encargo y mamá Helen , comenzó así su relato:

En un país muy muy lejano donde los inviernos duran muchísimos meses , en un embravecido mar , muy profundo y tormentoso, en un estrecho marino de grandes y filosas rocas, vivía Lorelei, una hermosa y exhuberante sirena de tez blanca, ojos azules como el mar y dorados cabellos y de la cintura para abajo era un pez con una bella cola tornasolada con matices verdosos y naranjas ,de un espectacular brillo, que todas las tardes al ponerse el sol salía a sentarse en una gran roca a peinar sus dorados y brillantes cabellos y luego regresaba presurosa al mar. Los pescadores de aquel lugar a partir de las seis de la tarde tenían temor pasar con sus embarcaciones por aquel estrecho marino, porque el canto de Lorelei, la sirena, era extremadamente hermoso y muy tierno a la vez y hacía que los hombres de mar enloquecieran y se lanzaran al mar tras ella a buscarla, hundiéndose en el profundo y oscuro océano, pero no siempre fue así, Lorelei también fue una dulce y tierna niña, una pequeña princesa de blanco y delicado rostro, hija del Rey del mar y que desobedeciendo un día a su padre , se alejo nadando de su palacio , en su deseo de conocer a los humanos, llegando tras muchas peripecias hasta el muelle marino.

Cuentan los pescadores que un curtido hombre de mar, había salido en una barca a pescar con su pequeño hijo Adrián, pero rápidamente se hizo de noche y una feroz tormenta hizo voltear la frágil embarcación, luego apareció solo el niño y cuando le preguntaron sobre lo sucedido, contó que había sido salvado por una preciosa niña de azules ojos y cabellos de oro con cola de pez, su mamá temerosa le prohibió acercarse al mar, pero el niño un día desobedeciendo también a su madre corrió a la playa cuando ya atardecía y entrando a la orilla llamó con insistente voz: ¡Lorelei, Lorelei! aquí estoy ,amiga mía, soy Adriancito, en ese preciso momento apareció traida por las olas la pequeña sirena y asió fuertemente de la mano al niño y lo adentró en el vasto mar. Al principio Adriancito se asustó muchísimo, pensó que se ahogaría, pero no fue así , había como un extraño encantamiento. – A dónde me llevas, Lorelei?, preguntó un asustado Adriancito, -Te voy a llevar a mi Palacio, quiero que conozcas mi mundo, te he estado buscando por muchas lunas- dijo Lorelei.

-Mi mamá me prohibió venir al mar- dijo Adriancito, en ese momento de pronto a sus ojos, apareció unas ballenas jorobadas que a lo lejos parecían saludarlos y también un gran banco de peces, Adriancito vió con asombro que estaba siendo llevado mar adentro a las profundidades marinas y se vió envuelto en una oscuridad total, de pronto unas potentes luces iluminaron todo, Adriancito se sorprendió , eran unos peces abisales, que parecían pirañas, que tenían unas linternas en sus cabezas y cuando pasaron de largo los extraños peces , vino de nuevo la oscuridad total y el sonido marino de las profundidades, derepente se vieron a lo lejos, muchísimas lucecitas y cuando nadando se acercaron más vieron que se trataba de una gran ciudad concéntrica y en el medio de ella, un hermoso Palacio hecho de corales y piedras preciosas, en ese momento se vieron rodeados de seres mitad humanos y mitad con colas de pez, con sendas lanzas en sus manos, montados en grandes y bellos caballitos de mar.

-Princesa, su padre , el Rey del mar la ha estado buscando por todos los mares, y quién es su invitado?- preguntó uno de los hombres pez

-Ah!, él es mi amigo y huésped también, por favor les rogaría que se marcharan- dijo Lorelei

-Como Usted ordene ,Princesa- dijeron los extraños seres y se marcharon.

La ciudad era fantástica, edificios blancos, algunos de ellos con unas grandes cúpulas luminosas, se erguían formando circulos con frondosos y espléndidos jardines de coloridas algas marinas.

Las bellas y coquetas sirenas nadaban muy felices y les daban la bienvenida. Lorelei, llevó al niño al maravilloso palacio de coral, su padre el Rey del mar, se emocionó al verla y la abrazó con fuerza, Lorelei le presentó a Adriancito a su papá, el Rey le invitó a un gran almuerzo real que consistía en una rica ensalada de algas de entrada y de segundo plato unas deliciosas almejas y de postre caracolitos en almíbar, todo servido delicadamente en sendas conchas marinas, encima de un blanco mantel bordado con plateados delfines, luego para amenizar vinieron un coro de bellas sirenas y cantaron la más melodiosa y dulce canción. Adriancito le dijo a Lorelei – Todo esto es maravilloso!, como me gustaría a quedarme a vivir aquí, pero mi mamá se molestaría muchísimo y tengo que regresar, – Sí!, pero puedes quedarte a vivir aquí en el Palacio un mes-dijo Lorelei, y así fue, luego se extendió a tres meses, luego a un año, después cinco y al fin pasaron diez años, y ellos ya habían crecido. Lorelei, se había convertido en una bella y esplendorosa sirena y Adriancito en un apuesto y agraciado joven, y se enamoraron perdidamente y eran el uno para el otro, pronto se hicieron los preparativos para la boda real en el gran Palacio de coral, prepararon una inmensa torta de dulzones pulpos con chantilly, y habían todo tipo de bocaditos desde el más grandazo hasta el más chiquito. Lorelei, luciría para su boda un vestido de novia blanco y transparente adornado con conchitas marinas engastados en diamantes y rubies,y un velo de novia hecho con hilos de oro. Adrián le dijo a Lorelei, – Estoy muy felíz, porque esta noche nos casaremos, pero quiero regresar a la casa de mi madre y darle la felíz noticia y verla y también a mis hermanos, y al ocultarse el sol regresaré para la boda.

Lorelei le dijo a su amado que podía ir y que confiaba en que él regresaría y que tendría que ser esa misma noche sino todo el encantamiento se rompería.

Él le dijo que no se preocupara que regresaría presto, Lorelei le dijo a su futuro esposo que solo tenía que soplar y resoplar una caracola que estaba en lo alto del trono de su padre e inmediatamente se transportaría a su casa y cuando quisiera regresar tendría que hacer lo mismo y así lo hizo; Adrián apareció muy de mañana en su hogar y se alegró mucho de ver a su familia y los abrazó con fuerza y les contó su encuentro con Lorelei , la sirena , el maravilloso Palacio de coral, y todas sus aventuras vividas en esos diez años, cuando les dijo que al ocultarse el sol tenía que regresar para casarse con ella, todos convinieron en prepararle un banquete de despedida. Y después de muchos suculentos manjares , deliciosos vinos iban y venian, Adrián brindó con toda su familia y con todos sus amigos los pescadores del muelle que habían sido invitados, que muy satisfecho se quedó profundamente dormido.

El canto mañanero del gallo de su corral, lo despertó abruptamente y vió que ya era de día, muy preocupado tomó la caracola dorada entre sus manos y sopló y resopló como nunca y no ocurrió ningún efecto, entonces corrió como pudo , llegando hasta la orilla del embravecido mar y llamó con desesperación : ¡¡Lorelei, Lorelei, Lorelei!!, se quedó esperando toda la noche a la bella sirena y ésta nunca más apareció, el encantamiento se rompió para siempre y nunca más volvió a verla.

Su padre el Rey del mar, le prohibió a Lorelei , regresar al mundo de los humanos, la sirena se quedo en el Palacio de coral, muy entristecida, gruesas lagrimas corrían por su bello rostro y cada lágrima de Lorelei, se convertía en una perla y como derramaba muchas , las perlas aumentaron en grandes cantidades. Las ostras se la comieron y como no pudieron tragarlas se quedaron en sus lengüitas.

Así pasaron cien años y desde ese momento, Lorelei sale del mar y se sienta en la filosa roca a peinarse sus ondeantes cabellos con un peinecito de nácar para ponerse mas bella aún y después lanzarse al mar para cantarle a su amado y buscarlo con lagrimas en sus ojos.

-Te gustó el cuento, Camila?-dijo mamá Helen

-¡Ay, mamá, que cuento más extraordinario ! – dijo la niña, pero mamá, ¿hasta cuándo Lorelei seguirá derramando más lagrimas y transformandolas en perlas?

-Bueno, Camila, mi abuelita me contó que las sirenas viven mil años y después se convierten en espuma de mar, así que no te preocupes, tendremos perlas por muchos años más, y esta gran perla que has encontrado , que es la lágrima de Lorelei, merece estar en tu cuello, mañana la mandaré a engarzar y te la colgaré con una gran cadena plateada, pero ahora mi niña, ya es hora de volver a casa, y te prepararé una deliciosa cena – dijo mamá Helen y juntas se fueron bordeando la orilla por las blancas arenas tomadas de la mano; de prontó, la niña Camila volteó y gritó con todas sus fuerzas: ¡¡Adiós Lorelei, muchas gracias por la perla!!

FIN

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