CABALLO NEGRO
Eran las seis de la tarde, la hora indicada para partir, monté el caballo y eche andar. Las calles del pueblo estaban vacías, pero no como siempre, esta vez además de vacías estaban en completo silencio, no se escuchaban las radios encendidas y tampoco estaban sentadas sobre las banquetas las mujeres que pasaban ahí las tardes contando chismes mientas bordaban. Seguramente las calles estaban así por ser jueves santo. En el pueblo la gente decía que los días santos no se debe escuchar música ni hacer ningún relajo, por eso todo allí quedaba en silencio. A mí esos días nunca me gustaron, ni los jueves ni los viernes santos, pero aquel jueves santo fue diferente, esta vez lo esperaba con ansias porque ese día habría de cambiar mi suerte.
Aquella mañana me desperté muy temprano, yo sabía que mi abuela iba al molino a las cinco y media. Esperé que saliera de la casa para entrar a su cuarto, también sabia donde guardaba el dinero; los ahorros de toda su vida. Detrás del cuadro que colgaba en la pared de su cuarto había un hueco, ahí, dentro de una lata de café estaban guardados los billetes hechos rollito. Cuando yo era niño, a veces, cuando dormía en su cuarto, la veía quitar el cuadro, ella pensaba que nadie la veía, no sabía que yo la observaba, yo me hacia el dormido para poder verla. De entre sus ropas sacaba el dinero y lo metía dentro de la lata, después colgaba nuevamente el cuadro en la pared y salía del cuarto. Alguna vez la escuché decir que ahorraba para tener con que vivir cuando ya no pudiera hacer tortillas, ese era su trabajo, así se ganaba la vida, ella hacia las tortillas y yo tenía que llevarlas a las casas o negocios de sus clientes. Pero el dinero era solo para ella, yo no veía ni un centavo de ese dinero.
Quité el cuadro de la pared, tomé la lata, saqué el dinero y dejé la lata nuevamente en su lugar, colgué el cuadro y salí del cuarto de mi abuela. Intenté dormir un poco pero el calor y la ansiedad no me lo permitieron. Mas tarde llegó mi abuela con la masa para preparar las tortillas y unos minutos después ya estaba listo el primer pedido. Puse las tortillas en la cubeta y salí de la casa sin despedirme de mi abuela, sin decirle que esa sería la última vez que saldría por esa puerta. Si acaso regresaría algún día para devolverle el dinero que le tomé, pero ni un peso más, además ella nunca me pagó ni un centavo por mi trabajo, así que yo no tenía por qué compartirle ahora que iba a ser rico.
Yo sabía que don Pedro tenía buenos caballos y que los vendía a cualquiera que pagara el precio que pedía por ellos. Era un viejo ambicioso, de esos que no hacia preguntas, no le interesaba saber como conseguí el dinero, solo le pregunté cuanto costaba el caballo negro que me gustó. Le entregué el dinero y el me entregó el caballo. Le pedí permiso para quedarme en sus caballerizas para no volver a casa de mi abuela, don Pedro accedió sin hacerme ninguna pregunta. Me quedé ahí hasta las seis de la tarde y salí a las calles, que como había dicho antes estaban vacías y en silencio. Nunca antes había montado un caballo pero resultó ser algo muy sencillo. Al pasar por la plaza la misa acababa de terminar, la gente caminaba de regreso a sus casas y al verme pasar montado en mi caballo negro, tan fino, no podían disimular su cara de sorpresa y hasta de envidia. Nunca me ha importado lo que piensa la gente de mi, pero debo reconocer que fue muy agradable ver la envidia en la cara de esas personas humilladas al ver que un hombre tan joven y tan pobre –un huarachudo, como algunos de ellos me llamaban- iba montado en un caballo que muchos de ellos nunca podrían tener . Pude haberles dicho que se fueran acostumbrando a verme diario en mi caballo negro porque en adelante seria yo la persona mas rica del pueblo, pero preferí no decir nada. No tenía pensado quedarme en el pueblo, no estaba dispuesto a compartir ni una moneda con alguien de ahí. En cuanto tuviera mi dinero me largaría para siempre.
Sin darle mas importancia a las miradas de la gente seguí mi camino montado en mi caballo hasta llegar a la casa de don Trini. El tenía fama de haber sacado varios tesoros en algunas de las casas donde se decía que penaba un alma. En el pueblo cuando se tenia la sospecha de que un ánima rondaba en alguna casa no era motivo de preocupación sino de esperanza. “Ahí va haber dinero- decían las personas mayores- por eso es que anda esa alma en pena y hasta que encuentren el dinero se va estar en paz, háblenle a don Trini, el sabe de esos menesteres”.
Entonces se le llamaba a don Trini y el iba con sus instrumentos a la casa donde penaba el ánima. “Piénsele bien –aconsejaba don Trini- no siempre se encuentra dinero, a veces no son ánimas sino el diablo que anda nomas molestando para ver a quien se lleva y en ese caso lo ideal es llamar al cura o de plano mejor no hacer nada”.
Normalmente pese las advertencias de don Trini las personas decidían buscar el dinero y en la mayoría de las ocasiones los habitantes de la casa quedaban con un hoyo en la pared o el suelo y con la certeza de tener al demonio como inquilino.
Don Trini ya me esperaba con su mochila colgada en la espalda, le indiqué que subiera al caballo y emprendimos el camino. Teníamos que llegar al potrero antes de que cayera la noche para estar bien preparados porque como decía don Trini a las ocho empezaba lo bueno.
-Va ver joven, nada mas cae la noche y es cuando empieza lo bueno , primero se escuchan las risas y los lamentos, cuando eso pasa uno debe permanecer callado, sin decir una sola palabra, se puede rezar , pero en silencio para que el diablo no se entere porque si se da cuenta se lleva el dinero para otro lugar y se queda uno con las manos vacías, una vez que pasan las risas y los lamentos es cuando empieza arder el suelo y ahí mero donde arde es donde está el dinero.
Escuchaba con atención las indicaciones del viejo, al fin era el quien sabia todo eso de los tesoros y de como sacar el dinero. Don Trini me explicó que el mejor día para encontrar tesoros es el jueves santo que porque ese día Judas vendió a Jesucristo por treinta monedas de plata, que por eso es que arde el dinero que está enterrado y así es mas fácil encontrarlo. También me dijo que los tesoros enterrados en el cerro habían sido escondidos ahí por satanás y que siempre se trataban de oro puro, que el diablo los guardaba ahí hasta que decidía compartir su fortuna con algún hombre que a su consideración mereciera ser poseedor de su fortuna. Cuando esto pasaba era el mismo satanás quien revelaba su secreto al elegido, algunas veces a través de los sueños; como le pasó a mi abuelo.
CONTUNUARÁ…
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