Blaze! Capítulo 77

Capítulo 77 – Corpúsculos.

Cárgalo
allá –dijo Starmancer a uno de los tantos participantes del plan
desarrollado por su grupo para salir de la mente de El Durmiente,
indicándole donde depositar un saco lleno de pólvora negra, el
ingrediente principal del primer ataque que asestarían al recuerdo
de Chained God.

Hoy
sí que es el maldito día –dijo Blaze con determinación,
recordando las últimas dos semanas de preparaciones para esa jornada
y esperando que todo resultara como esperaban, luciendo nuevamente
sus colores y ropajes originales—. ¿Cuántos tenemos?

Casi
500 sacos, es lo que pudimos obtener desde fuera, al menos los
demonios cooperaron sin pedir nada a cambio –respondió Starmancer,
mirando las carretas llenas de sacos del material explosivo—. Ahora
se los llevaran a las faldas del “Monte de la Liberación”, uno
por persona los llevaran por encima del monte y los dejarán en el
sitio del ataque…

¿No
se te ocurrió un mejor nombre? –preguntó Blaze, poco convencida
con la reasignación de nombre del lugar.

No
es cosa mía, los magos de soporte le pusieron así, parece que
confían en salir libres de esta –respondió Starmancer, viendo
como la muchacha se alejaba lentamente de él—. ¡Oye, espera!
¿Dónde crees que vas?

Estuve
todo este tiempo escondiéndome, ya no soy perseguida por Fredrick y
sus hombres –argumentó la muchacha, caminando en reversa—.
Quiero tener algún recuerdo bueno de este lugar, si es que así se
le puede llamar… Voy a beber unos tragos en la taberna, ¿vienes?

No,
tengo cosas que hacer acá –dijo Starmancer, observando a Camellie
desde lejos—. No te atrases ni te emborraches tanto que no puedas
subir el monte.

Blaze
se alejó con calma a la taberna, sentándose en una mesa a solas,
siendo atendida por el amable tendero. Bebió pausadamente la dorada
cerveza mientras recordaba todo por lo que había pasado en su vida
hasta ese momento, observando su reflejo en la superficie de la
bebida no cubierta por la blanca espuma, suspirando ante el inminente
recuerdo de Albert que emergía desde dentro de su mente y corazón.

¿Te
hubiese gustado de verme así siempre? –preguntó la chica,
desordenándose el rojo cabello para parecerse a su antigua
apariencia, mirándose en el líquido y dorado espejo.

La
hechicera se bebió una jarra de cerveza grande por cada uno de sus
amigos “muertos”, sin saber del real destino de Bhasenomot y de
Hänä, consumiendo responsablemente.
Quedaba
poco tiempo, así que s
e
levantó de su asiento y procedió a pedir la cuenta por su consumo.

No,
no, no… Es gratis –dijo el tendero, negándose a recibir pago—.
Estoy seguro que mañana seremos libres y recordaremos todo esto como
un mal sueño nada más, ¡confío en ustedes!

Se
agradece la confianza, pero no creo que podamos llevarnos nada de acá
en caso de resultar victoriosos… –dijo Blaze, mirando el recuerdo
del dinero que tenía en su mano y que se utilizaba para pagar dentro
de la mente del demonio— ¡Le dejo todo lo que llevo!

Blaze
depositó todo su dinero en la mesa, abandonando el lugar para volver
a la que había sido su vivienda
durante
estos
últimos meses, encontrando a Starmancer y Camellie hablando en las
afueras de la casa.

Cuando
todo termine, independiente de como resulte, avanza junto a Ed –dijo
Starmancer, agarrando las manos de Camellie con las suyas, casi
arrodillándose para poder mirarla directamente a los ojos—. Luego
nos reuniremos aquí mismo y saldremos los cuatro juntos.

Sólo
quiero que tengas extremo cuidado –dijo Camellie, abalanzándose
sobre Starmancer con un abrazo, viendo a la recién llegada Blaze—.
Cuídalo por mí allá arriba, por favor.

Bajaremos
juntos, no te preocupes –dijo Blaze, pasando al lado de Camellie,
quien se retiró del lugar dejándola sola junto a Starmancer.

Los
jóvenes se quedaron unos segundos en silencio, absortos en sus
propios pensamientos, tomando el adivinador la palabra.

¿Sabías
que el cielo nocturno acá dentro está sincronizado con el del
exterior? –preguntó Starmancer, mirando las falsas estrellas en el
firmamento—. Es una especie de favor que nos hicieron los pequeños
demonios a los adivinadores que usamos las estrellas, quizá
esperaban que de ese modo encontrásemos el recuerdo perdido, pero
nada… Ni ayer, ni meses ni
años atrás,
nada sobre el maldito recuerdo. Ahora pasa lo mismo, nada sobre
nuestro plan, no tengo idea de cómo resultaran las cosas…

¿Por
eso hablabas con Camellie de forma tan melosa? –preguntó Blaze,
mirando con picardía a Starmancer—. ¡¿Acaso le dijiste lo que
sientes por ella?! Es el momento oportuno para hacerlo, no sabemos lo
que nos depara el futuro en esta ocasión.

¡¿Qué?!
¿De qué estás hablando? –preguntó Starmancer con el rostro
sonrojado, casi dejando caer su guadaña, poniéndose nervioso—.
Yo…

Camellie
había abandonado la escena, pero no quería dejar a Starmancer a
solas con Blaze, escondiéndose cerca para escuchar lo que hablasen
ante tan importante empresa que llevarían a cabo.

Bueno,
yo… –dijo Starmancer—. Camellie es buena mujer, inteligente,
decente, una maestra dentro de su arte adivinatoria, pero su tamaño
y figura, soy tan alto y delgado, no sé si se acomode a mí…

Esas
palabras fueron fulminantes para Camellie, retirándose de su
escondite entre lágrimas y cruzándose con Ed, quien intentó
hablarle pero fue obviado por la herida muchacha.

No
es que no me guste todo lo que tiene, al contrario, me encanta…
–declaró Starmancer, sonriendo y sonrojándose aún más,
desviando la mirada— pero no sé si soy de su agrado, soy demasiado
flaco y siempre la veo colgando de los brazos de Ed y… Quizá le
gusten más corpulentos y fortachones…

¡¿Qué
dices?! Pero si se pone celosa de todas las mujeres que se te
acercan, no me digas que no te has percatado de eso –dijo Blaze,
riéndose de la poca confianza que mostraba Starmancer cuando se
trataba de Camellie—. Hasta podría decirte que tiene celos de
nosotros.

Ya,
hemos tenido nuestros acercamientos, pero nunca hemos concretado nada
en cinco años –dijo Starmancer, sacudiéndose la cabellera con
enojo—. Es mucho tiempo para decir que hay algo entre nosotros.

Los
muchachos se quedaron conversando animosamente, gastando el poco
tiempo de descanso que les quedaba antes de ir al Monte de la
Liberación, percatándose de que Ed llevaba un tiempo entre ellos
sin decir palabra alguna.

¿Qué
pasa, Ed? –dijo Starmancer a su amigo, invitándolo a unirse.

Es
Camellie, se fue llorando rato atrás y no me escuchó cuando intenté
hablarle –dijo Ed, alterando al mago de la guadaña—. No pude
detenerla, disculpa.

¿Viste
en qué dirección se fue? –preguntó Blaze, mirando a Starmancer—.
Debemos ir a buscarla.

Starmancer
sintió que el mundo le daba vueltas, con su corazón compungido y su
mente dividida entre la tarea que iban a realizar y la incertidumbre
del paradero de su amada Camellie. Su guadaña emitió un destello
avisando que la hora de reunirse había llegado.

No…
no tenemos tiempo. Ed, tenemos que ir ya al monte, te pido por favor
que la busques y le digas que vuelva a casa. Quédense los dos acá,
buscaremos quienes los reemplacen en las faldas del monte para
entregar las señales de los ataques y las evacuaciones –solicitó
Starmancer a Ed encarecidamente, no pudiendo salir en búsqueda de
Camellie, decidiéndose por cumplir con su deber para asegurar la
libertad de todos y luego intentar arreglar las cosas con ella—.
Por favor, dile que luego hablamos, pero que vuelva con nosotros.

Sí,
voy –dijo Ed, corriendo con todas sus fuerzas en la dirección en
que vio por última vez a Camellie.

Te lo
encargo, Ed –dijo Starmancer, caminando hacia el monte donde debían
estar reuniéndose todos los participantes del plan que podría
liberarlos de su encierro—. Gracias.

Blaze y
Starmancer tomaron sus instrumentos lumínicos para realizar señales
y caminaron hacia el punto de reunión sin emitir ninguna palabra y
con paso acelerado, queriendo comenzar y terminar de inmediato el
ataque contra el recuerdo de Chained God. Se encontraron con Drupa,
Arthur y todos sus seguidores al llegar al sitio, no así con los
conciudadanos de Fredrick.

¿Redujeron
sus participantes? –dijo Drupa ante la ausencia de Ed y Camellie,
observando el horizonte en búsqueda de Fredrick y sus tropas.

Problema de
último momento –dijo Blaze, adelantándose al pensativo
Starmancer—. Necesitaremos a dos que reemplacen a los nuestros para
recibir las señales y las entreguen a los demás.

Alcancé a
reclutar a algunos más estos días, yo dispondré de ellos –dijo
Arthur, mirando en la lejanía—. Allá viene Fredrick.

No, yo
quiero hacerme cargo de los míos –dijo Drupa, interponiéndose
entre Starmancer y Arthur—. El segundo ataque es todo nuestro, ya
tienes demasiada responsabilidad tú solo.

Está bien,
Drupa. ¿A quién me
pasaras, Arthur? Yo les explicaré las señales –dijo Starmancer a
Arthur, intentando concentrarse en el plan para dejar de preocuparse
de Camellie, desconociendo lo que le había hecho escapar llorando.

Starmancer
recibió dos nuevos ayudantes, mostrándoles los candeleros mágicos
que usarían para mandar las señales desde la cima del monte,
encendiéndose una flama de color rojo para el primer y tercer
ataque, mientras que se encendería una llama verde para iniciar el
segundo ataque.

Entonces,
yo encenderé la flama roja para el primer ataque, después Blaze
mostrará la flama verde para el segundo y finalizaremos con la roja
para el tercer ataque –repitió Starmancer a los ayudantes,
mostrándoles los dos candeleros encendidos por su poder mágico—.
Apenas vean la flama tienen que gritar pidiendo el poder de todos acá
abajo para que viaje hacia arriba por estas sogas rojas hechizadas y
así energizar el
segundo y tercer
ataque. ¿Entendieron? Ahora explíquenmelo todo.

Mientras
Starmancer repasaba una y otra vez con los encargados de recibir las
señales para iniciar los ataques, Blaze se encontraba al otro lado
del monte, supervisando la excavación donde depositarían todos los
sacos de pólvora negra que estaban siendo transportados en ese mismo
momento.

Primero
apilen los sacos formando un cuadrado, así sabrán cuanto deben
excavar para ponerlos en la misma posición dentro del agujero, para
que no
se excedan
en la profundidad. Deben quedar cubiertos con una delgada capa de
tierra, no queremos restarle fuerza a la explosión –dijo Blaze,
viendo como mujeres y hombres paleaban la tierra para terminar pronto
con la preparación del primer ataque.

Pero desde
que prendan la mecha en la cima, pasará mucho tiempo para llegar acá
–dijo uno de los paleadores, mirando a Blaze, no entendiendo
realmente lo que iban a hacer.

No, chico,
la explosión será iniciada con llamas mágicas controladas desde
lejos –explicó Arthur—. No hay mecha. Apenas se envíe la
primera señal, haré explotar toda
esa
pólvora. Sólo avancen en la excavación y no se entrometan.

Cuando
se apilaron todos los sacos disponibles del modo que Blaze pidió, se
determinó la profundidad exacta necesaria para enterrarlos de manera
superficial, terminando de cavar el agujero en la tierra después de
unas horas y empezando a poner cuidadosamente la pólvora en el hoyo.

Arthur
encendió una pequeña llama en su mano derecha, metiéndola dentro
de una esfera cristalina que se formó en su otra mano, permaneciendo
llameante y viva en su interior.

¿Está
seguro de que es estable? –preguntó Blaze a Arthur, temiendo que
las llamas se salieran de control y explotara la pólvora antes de
tiempo o que se quedaran sin aire para seguir flameando—. ¿Se
ahogará allá dentro?

¡Por
supuesto que es estable y que podrá respirar! –exclamó Arthur,
arrojando
la esfera que envolvía al fuego sobre todos los sacos de pólvora,
no ocurriendo nada, excepto crispar los nervios de Blaze—. ¿Viste?
Las próximas las depositaré con más cuidado, no temas.

Que bueno
que esté así de seguro –respondió Blaze con el corazón
desacompasado por la impresión, recobrando la compostura.

Blaze
ayudó a cargar la pólvora para terminar pronto con la preparación
del primer ataque mientras Arthur metía los fuegos encapsulados
entre los sacos, dejando los últimos a ras de piso, cubriéndolos
con
una delgada capa de oscura y recordada tierra. Arthur y los
paleadores volvieron al otro lado del monte, ordenándose con los
demás magos y guerreros, tomando todos una porción de las dos
largas y rojas sogas que transmitirían su energía mágica a la cima
de la alta colina.

Starmancer
se encontraba ya arriba, intentando amarra
r
la cuerda roja
a
su
guadaña para que recibiera el poder para realizar el tercer ataque,
incapaz de dejar de pensar en Camellie,
moviendo
torpemente sus dedos

por el excesivo uso de su mente.

¡Pásame
eso! –exclamó Blaze, anudando fuertemente la soga mientras
Starmancer encendía la flama verde del candelero que la muchacha
tenía que usar—. Gracias.

Sé que no
debo cuestionarme esto, pero no quiero creer que esto es más
importante que Camellie, no quiero que ella crea que es así… –dijo
Starmancer sin previo aviso—. Ojalá Ed la haya encontrado y estén
bien.

Sólo son
un par de horas, luego nos reuniremos y podrás hablar con ella,
relájate –dijo Blaze, dejando caer su mano con fuerza en el hombro
derecho del apenado muchacho—. Aún no hacemos nada, todo sigue
igual, debe estar triste pero bien. Deja que Ed se encargue y
concéntrate, ¡por favor!

Tienes
razón –dijo Starmancer, repasando mentalmente lo que planearon
hacer.

Blaze
acomodó cuatro de las ocho armas mágicas sobre los soportes de
piedra que armaron los días pasados, las que sólo debían ser
apuntadas para utilizarse, poniendo el
Morgensternest
metros más abajo en la pendiente de la colina. Luego puso en línea
a Magma Cannon, Concave Shield y

Spiritual
Mirror por sobre la maza de puntas afiladas, apuntándolas al sitio
donde estimaban que estaría el recuerdo de Chained God.

Amarró
las armas con extensiones de cuerda a la soga roja principal que las
alimentaría con poder de ataque. Luego procedió a enfundar el
Lightning
Gauntlet en su mano derecha, tomando con esa mano también el
Floating Slingshot; con su mano izquierda tomó el Storm Fan y el
Strident Strings, mientras que en su cuello depositó el Stream
totem, amarrando todo a las extensiones de la soga roja.

Si
salgo viva de esto, no sé como me desenredaré de todas estas cosas
–murmuró Blaze, rodeada de cuerdas rojas como si hubiese caído
aparatosamente dentro de un telar, evitando moverse para no enredarse
y desamarrar los nudos de las armas—. Además, no sé como voy a
utilizar todo esto al mismo tiempo.

Blaze
se sentó en el piso a esperar a que aparecieran los contendientes en
el campo de batalla, tapando con su cuerpo la luz verde del candelero
para no enviar involuntariamente una falsa señal de ataque a los
guerreros propietarios de las armas mágicas, cerrando los ojos para
repasar
mentalmente
cada
uno de los ataques de los gigantescos contrincantes.

Por
su parte, Starmancer seguía repasando los pasos del plan para alejar
a Camellie de su mente.

Cuando
Chained God vaya a realizar el ataque que le quitó la memoria a El
Durmiente, posará su pie derecho sobre los sacos de pólvora,
dejándonos tres
segundos
para hacerlos explotar. Este será el primer ataque. Luego Blaze
iniciará el segundo ataque desde atrás para desviar su atención,
dándome la apertura para asestar el tercer ataque que asegurará que
no pueda golpear a El Durmiente –dijo Starmancer por enésima vez,
golpeándose las mejillas con ambas manos—. Eso será todo. Después
nos reuniremos todos, independiente de como resulte esto…

Y
la espera comenzó. El Durmiente y Chained God aparecieron
nebulosamente sobre el campo de batalla, volviéndose tangibles con
el paso de los segundos mientras se lanzaban ataques mágicos desde
la distancia, retumbando el ambiente en frente y detrás del Monte de
la Liberación, avisando a los guerreros y magos que el combate había
iniciado.

A
pesar de estar habituados y de conocer de memoria los ataques
lanzados en la pelea por las decenas de veces de haberlos
experimentado, Blaze y Starmancer estaban escondidos detrás de las
piedras sintiendo un gran nerviosismo, siendo sacudidos por las
incontables explosiones provenientes de la batalla.

Ya
debe haber comenzado –dijo Ed, estimando la hora desde que había
salido de casa, corriendo por las casi vacías calles—. Debo
encontrarla rápido para volver a tiempo a casa.

Starmancer
estaba con los ojos cerrados recordando la secuencia de ataques que
de seguro estaba ocurriendo en ese momento, levantándose velozmente
para corroborar si era así, emergiendo de entre las rocas para
ocultarse nuevamente.

¡Exacto!
–pensó Starmancer, viendo a Blaze sentada lejos de él, en
pose de meditación
y cubriendo la flama verde—. Queda menos…

Ese
momento de relajo reactivó el recuerdo de Camellie en su mente,
preguntándose por su paradero y si Ed había logrado encontrarla,
sintiendo
que

la espera para poder hablar y aclarar las cosas con ella
se
alargaba
.

En
cambio, Blaze estaba incómoda entre tantas cuerdas, tapando con sus
ocupadas
manos
la flama verde para que el viento de las alturas no la apagara, sin
saber si podría ser capaz de encenderla nuevamente con su escaso
poder mágico.

Vamos
en la mitad –pensó Blaze sin dejar de estar atenta a los sonidos
de la batalla, mirando a Starmancer apoyado contra las rocas y con su
guadaña descansando sobre el piso, sintiendo una brisa entre sus
piernas—. ¡No te apagues, flamita!

¿Cómo
puede estar tan tranquila en esta situación? –pensó Starmancer,
sintiendo que era observado por Blaze, mientras le hacía señas para
decirle que quedaba la mitad del tiempo.

¿Crees
que no sé cuanto queda? ¡Quiero que esto termine lo más pronto
posible! –masculló Blaze, demostrando su calmada desesperación,
gesticulando groserías con sus ocupadas manos.

En
las faldas del monte la gente esperaba ansiosa, mirando todos al
cielo en búsqueda de las débiles luces provenientes de los
candeleros en la cima, con la soga roja dispuesta en forma de zigzag
para que la gente ordenada en forma de cuadrado pudiese cogerla entre
sus sudorosas manos. Arthur se sentía de la misma manera que todos
los demás magos y guerreros, con la presión extra de ser quien
iniciaría el primer ataque al hacer explotar los sacos de pólvora,
agudizando su vista para reaccionar rápidamente cuando tuviese que
quitar la protección alrededor de las llamas de fuego puestas dentro
de la excavación.

Drupa
y sus guerreros esperaban estoicamente sus órdenes, mirando a su
líder en vez de al cielo, agarrando la soga con todas sus fuerzas y
con sus corazones calmados. El grupo de Fredrick estaba donde
acordaron, quedando de los últimos en las filas, pudiendo evacuar de
los primeros cuando el coordinado ataque terminara.

Llevamos
un poco más de dos horas –dijo Fredrick apareciendo entre los
otros dos líderes, sin la compañía de Ophys, habiéndole pedido
con anterioridad que se quedara en casa para que no le sucediera
nada.

Sólo
unos minutos más –dijo Arthur con su garganta seca, abriendo y
cerrando su mano derecha, como si apretara una jugosa fruta.

No
se desconcentren, agudicen su vista mirando al oscuro cielo –dijo
la inmutable Drupa, con ambas manos en la soga, siendo la primera de
su grupo en cargarla—. Dependemos de ti, Arthur.

El
corazón de Starmancer sentía que el momento se acercaba
irremediablemente, acelerándose sin control, preparándose para
huir.

Todo
depende de mí, tengo que levantarme, debo avisarles… –pensó
Starmancer, con las piernas temblorosas y con el candelero apagado
entre sus manos, esperando para encenderlo justo después de que
Chained God posara su pie sobre los sacos llenos del polvo
explosivo—. Así podremos reunirnos y nada nos podrá separar…

El
mago debió controlarse e ir contra sus impulsos básicos de
supervivencia para levantarse de su escondite y mirar al otro lado
del monte, elevando el candelero apagado al cielo, esperando para
encenderlo y poder dar la señal a Arthur.

Lejos
de ese lugar, Ed seguía buscando a Camellie, acudiendo a la casa de
su amiga Helena para que le ayudase.

¡Hola,
Ed! –dijo Helena con una sonrisa en su rostro, cerrando la puerta
de su vivienda detrás de sí.

Helena,
necesito ayuda. Camellie, mi amiga que nos encontró practicando la
otra vez, está perdida y… –dijo Ed, callándose al ver a
Camellie saliendo del hogar de su amiga de infancia—. ¿Qué es lo
que haces acá?

No
se me ocurrió donde ir y me acordé de tu amiga… –respondió
Camellie sollozando, abrazándose de Ed.

Starmancer
esperó a que quedaran cinco ataques antes de que se ejecutara el
ataque que le quitó la memoria a El Durmiente, mirando escondido
hasta que se produjera el esperado movimiento de Chained God.

¡Llegó
la hora! Ya no hay vuelta atrás. Todos estos meses de trabajo se
verán reflejados en este momento, seremos completamente libres si
todo funciona… ¿y si no funciona?, ¿y si se dan cuenta de que los
estamos atacando?, ¿atacarán de vuelta?, ¿moriremos? No quiero
morir, no ahora que sé que tengo un futuro con Camellie. No es que
me molestara vivir sin pareja, así he vivido hasta ahora, pero si lo
que Blaze me dijo es verdad… Espera, ¿es verdad?, ¿y si se
equivoca con lo de Camellie?, ¿y si nos equivocamos con nuestro
plan?, ¿estoy desvariando? Los cuatro primeros ataques pasaron
demasiado rápido, pero el quinto no llega, ¿acaso medí mal el
tiempo? –pensó Starmancer detrás de las rocas, apretando su ojo
derecho entre estas mientras estiraba hacia atrás su largo brazo
derecho con el candelero apagado esperando al movimiento del demonio
para encenderlo—. No, no es eso… ¿Por qué se mueven tan lento?

El
mago de la guadaña observó como el ansiado pisotón se efectuaba
con lujo de detalles, exasperado por la lenta e interminable
ejecución de este, esperando no adelantarse por impulso y realizar
la explosión antes de tiempo.

¡Apúrate!
–pensó Starmancer, observando como Chained God se
acercaba a posar
el pie sobre los ocultos sacos de pólvora—. Todos atentos…
¡AHORA!

Chained
God finalmente posó su tobillo sobre los sacos de pólvora, momento
en que Starmancer encendió su candelero de flama roja, pero la
posición de la pierna izquierda del demonio hizo que su otra
extremidad cargara con demasiado peso, resbalando y cayendo con su
pierna derecha completamente extendida mientras desgarraba y
desordenaba los sacos sobre el terreno.

La
instrucción del mago fue recibida correctamente por Arthur, quien
desvaneció de inmediato las esferas cristalinas que rodeaban a las
múltiples llamas, produciéndose unas pequeñas explosiones y fuegos
aislados al otro lado del monte debido al inesperado resbalón de
Chained God.

¡Se…
se cayó! –pensó Starmancer, estupefacto ante la imprevista caída,
tardándose unos segundos en reaccionar, mirando a su amiga con
jubilosa expresión mientras le gritaba—. ¡¡¡Vamos, Blaze!!!

Blaze
también estaba observando y quedó desconcertada por el resultado
del primer ataque, habiendo cancelado completamente la acometida de
Chained God contra El Durmiente; aunque aún debía ejecutar el
segundo ataque para
asegurar
que se
desviase
la atención del demonio,
para
ayudar a Starmancer,
tomándole
una fracción de segundo el percatarse de que debía intervenir para
que este pudiese llevarse a cabo.

¡Las
armas están apuntando al aire! –pensó Blaze, ya que el segundo
ataque estaba pensado para un Chained God aún de pie, mientras se
abalanzaba a toda velocidad para volver a acomodar las armas en
dirección al caído demonio.

La
hechicera avanzó hasta ser tirada por las cuerdas que estaban
amarradas a las armas que cargaba, jalando involuntariamente de
estas, enredándose sus pies con las sogas amarradas a las armas que
debían ser apuntadas, cayendo al piso con las manos. El impacto
destruyó de inmediato el Storm Fan y el Strident Strings, mientras
que el Floating Slingshot voló lejos.

¡Mierda!
–gritó Blaze, intentando zafarse de las amarras que la tenían en
el piso, descartando las armas destruidas e intentando estirar su
brazo para agarrar nuevamente la resortera mágica.

Starmancer
miraba incrédulo como la muchacha luchaba contra las inanimadas
sogas, como si se tratara de un envilecido gato desarmando un ovillo
de lana roja, frenándose nuevamente el tiempo para él. Blaze se
quitó el Lightning Gauntlet y el Stream Totem para liberarse del
enredo, arrojándose sobre las otras armas, acomodando las armas
puestas en los soportes y luego al Magma Cannon, Concave Shield y
Spiritual Mirror en dirección a Chained God; luego saltó de regreso
para volver a enfundarse el guante y tomar el tótem, lanzando por el
aire el candelero de flama verde con todas las fuerzas de su mano
desocupada
para
poder tomar la resortera
.

Los
guerreros observaron como el candelero encendido volaba sobre sus
cabezas, entregando todos su poder a la soga roja, energía que viajó
hasta las armas dispuestas en la cima antes de que el candelero
cayera apagado bajo sus pies.

El
Morgensternest que estaba apoyado en el piso desgarró las rocas
debajo de él, las que fueron lanzadas por Blaze utilizando el
Floating Slingshot; el cielo se cerró y oscureció sobre Chained
God, descargando los potentes rayos invocados por el Lightning
Gauntlet sobre el demonio
mientras
era mojado por un poderoso chorro de agua del Stream Totem
.
Casi todas las otras armas cumplieron su objetivo, disparando sus
respectivos poderes en dirección al demonio, desviando su atención
hacia la posición de Blaze; sin embargo, el roto Strident Strings se
activó igualmente, chirreando de forma breve y terrible en la cima
del monte, haciendo estallar los tímpanos de Blaze.

Mientras
Blaze se tiraba al piso tapándose ambos oídos, Starmancer iniciaba
el tercer ataque, mostrando nuevamente el candelero de la flama roja.

¡Foreboding
Stars: Blinding Revelation! –gritó Starmancer, lanzando lejos el
candelero y agarrando su guadaña con ambas manos en dirección al
demonio mientras recibía todo el poder mágico en su arma, lanzando
desde esta una inmensa y cegadora bola de luz, al mismo tiempo que
cerraba sus ojos para no ser alcanzado por su propio ataque.

La
guadaña no soportó la inmensa cantidad de poder que recibió de
parte de los magos dispuestos en la falda del monte, estallando en
miles de filosos pedazos, incrustándose una de estas esquirlas en su
cerrado ojo derecho y arrojando lejos a Starmancer. Por otra parte,
el ataque lanzado explotó justo en frente del rostro de Chained God,
abrasando sus ojos hasta hacerle perder por completo la visión.

Con
los ataques no sólo habían alterado las acciones de Chained God;
sino que también las de El Durmiente, que se volvió consciente de
la batalla y de la ayuda externa que estaba recibiendo, creyendo ser
capaz de terminar y ganar la batalla de una vez por todas. El
Durmiente se abalanzó sobre Chained God, saltando para atacar desde
el aire, pero las acciones de su contrincante estaban predeterminadas
y no cambiarían por sólo haberse caído producto de unos débiles
ataques. No. Era otro recuerdo más como todos en la mente del
demonio, con una ruta fija definida; podía retrasarse en caso de
intervención externa, pero no dejaría de hacer lo único que sabía
hacer.

Chained
God se levantó rápidamente, encontrando a El Durmiente suspendido
en el aire, lanzándole su ataque más poderoso de lleno en su cuerpo
descubierto a pesar de estar completamente ciego. El Durmiente se
desvaneció en el aire, dejando solo a Chained God en la posición
que adoptó para lanzar su ataque, desapareciendo también después
de eso. Starmancer yacía de espalda en el piso con su ojo herido,
mientras que Blaze aún estaba tapándose sus destruidos
y
doloridos
oídos,
por lo cual ninguno de los dos se percató de cómo terminó su
encrucijada.

Repentinamente
se escuchó un ensordecedor y tenebroso chillido, como si una
te
rrible
bestia hubiese sido herida, temblando ferozmente la tierra bajo los
pies de todos los presentes en la mente de El Durmiente.

¡Blaze!
–gritó Starmancer, intentando levantarse del piso, siendo sacudido
como si fuera empujado por personas en distintas direcciones—.
¡¡¡BLAZE!!!

Blaze
gateó como pudo, intentando acercarse a Starmancer, incapaz de
escuchar los gritos del muchacho a causa de que estos se perdían
entre el sonido del terreno desgarrándose
y
por tener

sus tímpanos heridos. La gente dispuesta en la falda del monte
comenzó a gritar, alejándose del lugar para evitar la lluvia de
piedras que caía desde la cima, no esperando a que se les dijera que
debían huir para correr desaforadamente por sus vidas. Ed, Camellie
y Helena también fueron sacudidos violentamente, cayendo las dos
muchachas al piso.

¿Están
bien? –preguntó Ed, levantando a sus amigas, agarrándose ambas de
los firmes
brazos
del muchacho.

¿Qué está pasando?
–preguntó Helena, habiéndose enterado recién del plan que los
amigos de Ed habían intentado ejecutar.

¡Astar! –gritó Camellie,
intentando correr hacia el monte para ir en auxilio de su amado,
cayendo al piso de rodillas por el terremoto que aún sacudía el
piso.

Ed agarró a Camellie justo
cuando el suelo se abrió
frente
a ellos
,
emergiendo una tenue luz desde la profundidad de las fisuras
acompañada de lo que parecían ser palabras; aunque en un idioma
ininteligible para la mayoría de los humanos, no así para Ed y
Helena.

Esto es… ¡es el idioma de
los demonios! –exclamó Helena, sacudiendo el brazo de Ed, quien ya
había entendido lo que estaba pasando.

Fallaron. El Durmiente está
muriendo –declaró Ed ante la mirada de pavor de Camellie—. Su
mente se está desmoronando, cuando su espíritu haga total abandono
de su cuerpo, todo esto se reducirá a ruinas y moriremos todos con
él.

Ed soltó a sus amigas y se
sacó la ropa de su torso mientras se alejaba de ellas, tomando una
afilada roca desde el piso, rasgando su pecho con esta hasta derramar
su sangre. Helena intentó detenerlo en vano.

¿Qué es lo que estás
intentando hacer, Ed? –preguntó Helena, tratando de quitarle la
roca a su amigo, quien trazaba sobre su lampiño pecho un pentagrama
y palabras escritas en lenguaje demoníaco.

Si logro retener su espíritu
aquí, actuando como soporte físico, puedo interceder por todos
ustedes y evacuarlos fuera de su mente –explicó Ed, mostrando su
verdadero poder—. Comenzaré la invocación, ¡no me interrumpan o
todo será en vano!

¡ED! –gritó Camellie,
intentando detener a su amigo, entendiendo que de lograrlo no habría
otra oportunidad para él.

¡No,
debes volver con Star,
le prometí que te cuidaría! –gritó Ed antes de ser envuelto en
una luz que lo hizo desaparecer frente a sus amigas.

Pasados unos segundos desde
la desaparición de Ed, el terremoto se detuvo finalmente, aliviando
a los aterrorizados habitantes de la mente de El Durmiente. Ed fue
transportado a una especie de limbo etéreo donde se encontró con el
desnudo espíritu de El Durmiente.

¿Quién
eres tú? –preguntó el demonio, saliendo momentáneamente del
sopor de la calmada muerte.

Blaze y Starmancer lograron
reunirse, bajando lentamente por la sacudida ladera del monte,
encontrándose de frente con Fredrick.

¡¿Qué acaban de hacer,
estúpidos?! –gritó Fredrick, encendiendo poderosos hechizos en
ambas manos, dispuesto a atacar a los recién llegados dependiendo de
su respuesta—. ¿Acaso querían acabar con todos nosotros?

Blaze se apuntó las
orejas, mostrándole como seguía saliendo sangre desde estas.

¡No puedo escucharte! –gritó
Blaze, intentando escuchar su propia voz en vano, intentando murmurar
luego—. Ni que fuera tan importante lo que intentas decirme…

¡Maldita! –gritó Fredrick,
pasando a la ofensiva, procediendo a atacar a los muchachos—. No sé
por qué confié en ti, nos has condenado…

Justo cuando Fredrick
lanzaba su primer ataque y los amigos se aprestaban a enfrentarlo, el
hombre emparejado con la mujer serpiente desapareció dejando un
rastro de pequeñas luces flotantes y titilantes que descendieron
lentamente hasta el piso como si fueran ligeros copos de nieve,
apagándose hasta desaparecer. La misma situación se repitió en
todas las ciudades y rincones en la mente de El Durmiente.

¡¿Qué acaba de pasar?! –se
preguntó Blaze a toda voz, mirando a un perplejo Starmancer, quien
levantó sus hombros sin entender lo pasado.

¿Estás bien? –preguntó
Starmancer acompañándose de señas para hacerse entender—. Voy a
buscar a Camellie y Ed… ¡Ca – me – llie! ¡Quédate acá!

¡¿Camellie?! ¡Sí, ve, los
espero! –dijo Blaze, sentándose en el piso después de lograr leer
los labios de Starmancer, viendo como su amigo se alejaba corriendo
del lugar.

Starmancer alcanzó a
avanzar unos metros antes de
notar
una luz que se acercaba y descendía desde el cielo hacia la posición
de Blaze.

¿Qué
es esa cosa?, ¿Es Ed volando? –se preguntó Starmancer, corriendo
de vuelta hacia su amiga—. ¡¡¡Ed!!!

¡¿Ed?! –se preguntó
Blaze, viendo a su amigo con el torso desnudo y lacerado,
reconociendo los sangrantes trazos—. Eso es una invocación hecha
por un necromante, acaso…

El hombre frente a la maga
hablaba sin saber que la muchacha tenía los tímpanos desgarrados,
deteniéndose ante
los
gestos de la muchacha
.
Starmancer llegó al encuentro con sus amigos jadeando y sudando.

¡No puedo escuchar nada!
–dijo Blaze, apuntando nuevamente a sus oídos—. ¡Mira esto!

Ya veo –dijo el hombre,
agarrando la cabeza de Blaze con ambas manos, tapando sus orejas—.
Regeneration. ¿Ahora puedes escucharme?

¡Ed! ¿Dónde está Camellie?
–preguntó Starmancer al recuperar el aliento.

Ella está bien, no te
preocupes. ¿Qué le pasó a tu ojo?, ¿quieres que lo repare
también? – pregunto el hombre de torso desnudo, acercando su mano
a la cara de Starmancer.

No, gracias, es una herida
superficial, sólo quería saber sobre ella –dijo Starmancer,
notando algo raro en su amigo y en su pecho—. ¿Por qué tienes un
pentagrama de invocación en tu pecho?

Gracias, Ed –dijo Blaze con
sus oídos totalmente reparados, costándole unos segundos habituarse
nuevamente a los sonidos—. ¿Qué decías?

No soy Ed, soy El Durmiente,
estoy ocupando el cuerpo de su amigo –explicó el demonio—. Lo
que hicieron con Starmancer y con los otros ciudadanos terminó
acabando con mi vida.

Starmancer se sobresaltó
con las palabras de El Durmiente, aunque no quiso interrumpir la
conversación que Blaze había iniciado, esperando su turno para
preguntar.

¡¿Qué?! Pero si nadie que
no sea el original puede… Ya veo, el recuerdo de Chained God era
parte de tu mente también –dijo Blaze repasando lo que sabía de
los recuerdos dentro de la mente de El Durmiente—. Te suicidaste,
el original atacó mortalmente al original. Qué manera más estúpida
de fallar…

Involuntariamente. Pero algo
bueno salió de todo esto. Cuando estaba a punto de abandonar mi
cuerpo, vi como toda mi vida pasaba frente a mis ojos y recordé lo
que perdí en aquella batalla contra Chained God –dijo El Durmiente
con una sonrisa a través del rostro de Ed—. Luego fui invocado por
tu amigo, un necromante, él me pidió que los liberara antes de irme
de este mundo. Casi todos regresaron al lugar donde hicieron ingreso
a mi mente, sólo quedan ustedes dos.

¡Qué alivio! Había pensado
que Fredrick desapareció porque se había muerto y
que nos ocurriría lo mismo –dijo
Blaze con consuelo, volviendo a analizar las palabras del demonio—.
Espera, ¿cómo que casi todos?

Entonces, ¿Camellie está
fuera ya? –preguntó Starmancer, obviando el que Ed les ocultara su
habilidad de necromante, preocupado por la última sentencia del
demonio.

Lamentablemente algunos
murieron producto del terremoto, ninguno de sus amigos. Camellie está
a salvo en el lugar donde fue capturada hace cinco años atrás, muy
lejos de aquí –dijo El Durmiente, desviando su mirada—. Aunque
Ed…

El Durmiente, Starmancer y
Blaze callaron por unos segundos, observando como el piso
nuevamente
comenzaba a sacudirse, de forma lenta y constante. El suelo se
agrietó aún más, liberándose más luz y escuchándose cada vez
más fuerte las voces provenientes de las profundidades de la mente
del demonio.

¿Qué pasará con él?
–preguntó Starmancer, creyendo conocer la respuesta, apurando al
demonio—. Al parecer te queda poco tiempo…

Su cuerpo no podrá volver a
la normalidad después de soportar mi poder y espíritu, de hecho ya
no puede seguir siendo mi recipiente, ha agotado toda su fuerza
–explicó El Durmiente, comprometiéndose con el mago—. Haré lo
posible para que no muera.

¿Crees que pueda escucharme?
–preguntó el mago a El Durmiente, recibiendo una respuesta
positiva del demonio, dándose un apretón de manos con él como si
se tratara de Ed—. Gracias, amigo. No sólo protegiste y salvaste a
Camellie, nos salvaste a todos. Casi. Debes sobrevivir para que nos
reunamos nuevamente, te has ganado más que mi respeto, aunque aún
debes explicarnos por qué nos ocultaste tus verdaderos poderes…

El Durmiente asintió con
una sonrisa, mirando a Blaze que parecía querer decirle algo.

Él sobrevivirá, lo sé…
Entonces, señor dormilón, después de todo este tiempo, ¿de qué
trataba el recuerdo que estabas buscando? –preguntó Blaze para
saber la razón que los llevó a todos
estar tanto tiempo
encerrados, la gran mayoría contra su voluntad.

No lo sé, deberán
preguntarle a Ed si es que lo vuelven a ver algún día –dijo El
Durmiente—. Lo único que les diré es que varias personas lo
tuvieron entre sus manos y lo descartaron, ustedes dos ni se
acercaron, se hubieran ahorrado todo esto…

Blaze puso cara de enojo
ante la respuesta del demonio, aunque no reclamó nada debido a que
terminaron matándolo con su fallido plan.

Parece que no todo salió mal
después de todo –dijo Starmancer, preparándose para despedirse,
comenzando a sacudirse el piso con más fuerza—. ¿Qué harás
ahora?

Bueno… aún tengo una
venganza que cobrar, necesitaré algo de poder mágico, así que veré
la forma de recuperarlo y poder usarlo con este brazo-artefacto –dijo
Blaze mientras era sacudida por el incipiente terremoto que
destruiría por completo
la mente
de El Durmiente.

Podrías
comenzar con magia elemental, te recomiendo que vayas al Valle de las
Salamandras, allí te pueden ayudar –sugirió Starmancer mientras
la superficie de su cuerpo se iluminaba—. Creo que ya es hora, nos
vemos…

Así es –dijo Blaze mientras
Starmancer desaparecía como si se descompusiera en millones de
luminosas y pequeñas estrellas, comenzando la maga a
destellar de
la misma forma,
fundiéndose en una potente luz que le obligó a cerrar los ojos—.
¿Dónde estoy? No, no puede ser, cuando ya me estaba acostumbrando a
la idea de haberme
liberado
de ti…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS