La cama fría, igual que mis pies, el despertador indiferente, son las ocho. Doy vueltas en la cama y empiezo mi debate interno tratando de convencerme de que debo quedarme más tiempo- hay que descansar-, me repito hasta quedarme dormida nuevamente. Duermo hasta las ocho y media, y me levanto de mala gana de la cama.
Camino a la cocina, a comer lo mismo que siempre, me da pereza hacer algo más.
Arrastro mis pies hasta mi habitación y por un minuto lucho contra mis ganas de volver a tirarme en la cama, cuando tengo un buen día, voy al baño y me lavo la cara, cuando no, me quedo en la habitación y me cambio, un día más en una cuarentena que parece interminable.
Una vez cambiada con lo más cómodo que encontré en mi armario, voy a la habitación de al lado, la habitación de Larissa, una brasilera con mucha actitud y unos rulos que por la mañana están en todos lados menos su sito. Con los ojos entrecerrados y voz ronca de recién despertada la saludo.
- ¡Hola dormilona! Dice ella con energía y una voz demasiado alta para el mal humor de mis mañanas.
Sentada en su escritorio con los audífonos puestos, probablemente escuchando jazz y el café a lado de su computadora, está estudiando francés. Siempre se propone hacerlo todos los días, y una vez al mes se sienta a hacerlo determinada a volverlo una rutina.
Me gusta que sea así, aunque no le sale, siempre se esfuerza por conseguirlo, no se rinde. Me siento en su cama esperando que empiece a contarme lo que sea que le haya pasado mientras dormía esa extra media hora, o sus planes del día, es mucho mejor así, no me gusta hablar cuando recién me despierto.
La única pregunta que me hace es si he dormido bien, y yo siempre le respondo que sí, que he dormido muy bien, ella se ríe y me recuerda que había dicho la noche anterior que me iba a levantar a las ocho en punto, y que se esperaba que no pasaría.
- Lo lamento, digo, simplemente no pude levantarme, recordando el debate interno de hace media hora en la cama.
Ella se ríe de mí de nuevo, y vuelve a lo suyo, no la quiero interrumpir más, así que me voy de la habitación cerrando la puerta detrás de mí, sabiendo que volveré cuando me aburra de estudiar.
Saliendo de su habitación Lu sale de la suya, una chica alta y esbelta, que está convencida, igual que todas nosotras, que en otra época fue una princesa o parte de la aristocracia del siglo XIX, con su pijama de encaje y su bata nueva que tanto le gusta, me saluda con una cara de dormida mientras va al baño a lavársela, al contrario de mí, ella lo hace siempre.
Mientras ella hace eso yo ya estoy en la cocina, esperándola para desayunar, aunque yo ya lo hice me gusta acompañarla.
A ella la conozco desde hace 6 años, éramos vecinas en Perú y ahora vivimos juntas en España, ninguna de las dos se puede creer que eso haya pasado. Mientras pienso eso, escucho sus pies ir hacia donde estoy, y veo sus pantuflas rosas con un pompón acercarse al gabinete de los cereales. Ahí intercambiamos papeles, yo soy la que le pregunta qué tal durmió, y ella como siempre, me responde que mal, que tuvo insomnio.
No hablamos mucho, me entretengo viendo su ritual del desayuno, es una chica de muchas manías, una de ellas es que no come hasta que todo lo que vaya a comer esté ya hecho. Yo en cambio me hago una cosa, y si quiero algo más me paro y la preparo, ella no.
Saca su cereal y el Cola Cao, y su leche sin lactosa, aunque come helado como si no tuviera ningún problema con ella. Se pone la leche en el plato, luego el cereal, y luego el Cola Cao encima, siempre pensé que era muy curioso, ahora todo el piso lo hace.
Si logró soñar algo en las pocas horas que durmió me lo cuenta, siempre son raros, mientras que yo me voy despertado más y puedo responderle más que a Larissa, y le cuento mi sueño cuando ella termina, también son raros. Los de Larissa en cambio, son siempre muy ordinarios, que se cepilla los dientes, que se peina, me encanta el contraste entre sus sueños y los nuestros.
Mientras hablamos podemos escuchar a nuestra brasilera favorita hablar sola en su habitación, practicando francés, haciendo problemas de contabilidad, haciéndose preguntas filosóficas mientras ve a la ventana, quién sabe, nos reímos un poco, la queremos mucho.
Luego Lu me pregunta mis planes del día, me gusta que lo pregunte aunque probablemente ya sabe la respuesta, estudiar, y luego probablemente procrastinar mucho. Luego de acordarme de todo lo que tengo que hacer la dejo, ella ya está a punto de terminar.
Tengo tantas opciones, puedo ir al salón, o a la habitación de Larissa, o a la mía, puedo leer, o estudiar, o ver una película, o ver la calle en la ventana. Me decido por el salón, tal vez puedo tomar un poco de sol, pero claro, estoy en Pamplona, hoy no hay sol.
Voy entonces a mi habitación y me pongo a estudiar, mientras cierro mi puerta, la de Isa se abre y se va a bañar, que hizo deporte. Ella siempre se despierta temprano y desayuna tarde. Estresada, pero siempre con una sonrisa, juega con su pelo mientras nos cuenta que tal le fue en el último examen que tuvo, y nos hace reír con sus nervios.
Y luego todo es silencio, cada una en su habitación, Isa estudiando, yo procrastinando y a ratos estudiando (debería mejorar eso); Larissa, haciendo sus problemas de contabilidad o viendo su serie del momento, y Lu en sus proyectos artísticos con la tranquilidad de que su único examen es en dos semanas, con todas las puertas cerradas el pasillo está en silencio y oscuro, como un túnel cuya luz en el fondo es la puerta que ahora pocas veces se abre. De vez en cuando escuchamos a los vecinos hablar, o al bebe de en frente llorar, pero en el piso hay silencio, el mundo de cada una es en su habitación.
Esto dura una o dos horas, hasta la hora de la comida, Larissa sale primero, y nos hace a todas volver a la realidad del día a día, hay que hacer la comida – o me la hago yo y luego ustedes comen, no pasa nada- Nadie quiere eso, todas queremos una parte del arroz tan rico que hace.
Las cuatro en una cocina muy pequeña nos apañamos para poder hacer la comida que tanto nos gusta y de la que Larissa está tan orgullosa, fue su creación esta receta. Lu, muy segura de sí misma saca la olla a presión para hacer los brócolis mientras yo busco cualquier excusa para alejarme de ella, he visto demasiados vídeos de accidentes como para acercarme, así que confío en su criterio y me alejo lentamente a cortar la cebolla lejos de la vitro. Isa, corta el resto de vegetales mientras que Larissa pela las patatas. Y entonces el ruido llega.
Larissa pone reggaetón a todo volumen y todas empezamos a cantar, nos reímos y nos molestamos unas a las otras, estamos todas muy metidas en lo nuestro, pero no lo suficiente para no reírnos de la torpeza de la otra, son todo carcajadas hasta que de pronto… se escucha un ruido que no habíamos escuchado desde hace más o menos una semana. Todas nos quedamos en silencio, Lari apaga la música, y solo se escucha el burbujeo del agua hirviendo, y vuelve a sonar.
Todas nos quedamos paradas y nos sonreímos la una a la otra, hasta que Lu coge el telefonillo y responde a una voz que nosotras no podemos escuchar. Ella responde y dice que pase, con una voz tranquila y calmada, hasta que cuelga, se da la vuelta, nos mira, y grita ¡LA COMPRAA!
¡Qué fiesta se arma! Larissa y yo dejamos todo lo que tenemos, papas vuelan y mis manos de cebolla no me importan, salimos al mismo tiempo de la puerta de la cocina y corremos para poder abrir de nuevo la luz del túnel, – POR FIIIIN- grito, ¡ya ni siquiera hay pan! Parecemos niñas en navidad, Lu se ríe mientras sigue en la cocina, no puede dejar a la olla de presión, yo hasta me olvide de ella. Isa nos sigue calmada y ve la luz del corredor del túnel oscuro y silenciosos de hace veinte minutos que ahora está lleno de bolsas del Eroski, mientras Larissa y yo buscamos la nata para el postre que a ella se le acaba de ocurrir.
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