La última cacería

La última cacería

Osiris Mantaras

30/07/2020

Mientras recogíamos con dos de mis hermanos las cosas de papá poco después de su muerte un hallazgo sorprendente nos trajo a todos diferentes recuerdos, yo fui su último hijo y nací cuando él tenía 60 años y había cosas que no sabía, su vida tenía grandes anécdotas, además de haber sido arquitecto, le gustaba la pintura tanto como el whisky y atesoraba estampillas, también mil y una vez me había dejado jugar con su colección de soldados de plomo y me divertía contándome historias de los viajes que no habíamos hecho juntos, sabía también de su adhesión a los deportes como el turf, el boxeo o el fútbol y también sabía que hasta los 45 años había sido un virtuoso y animado cazador pero cuándo había intentado tocar el tema, se andaba con evasivas visiblemente perturbado. Encontramos en una caja de madera cerrada un montón de trapos, un par de cartas, unas cuantas balas y un rifle de caza partido al medio, todas sus otras armas las había mandado a destruir varios años antes de que yo naciera, pero nadie sabía nada del rifle Springfield, todos nos miramos absortos y pensamos “Acá está”, pensamos en si nuestra muerta madre hacía ya tres años sabría que aquí había estado el rifle por más de cuarenta años.

Mis hermanos tampoco nunca habían tratado el tema conmigo, pues se trataba de un tabú en la familia los días de cazador de nuestro padre, solo se decía que era muy virtuoso y se dejaba entrever que una tragedia o algo parecido lo habían alejado de la afición, seguimos recorriendo la casa y nos fuimos encontrando con toda una vida, la de mis padres que irónicamente ya estaban muertos los dos, pero también vimos nuestra vida porque ese era la casa de nuestra infancia y aunque mi hermano mayor me lleva más de 20 años años y nunca vivió conmigo bajo el mismo techo cada vez que estamos en esa casa nos sentimos en un plano de igualdad total, somos como chicos en ese sentido.

Una vez que había hecho parte del trabajo decidimos que ya era suficiente por hoy y que volveríamos otro día a continuar, no había sido una tarde más, el rifle nos había movilizado aún más a todos así que me sentí con derecho a preguntar “¿Por qué a nuestro padre le perturbaba tanto hablar de sus días de cazador?” pregunté. Mis hermanos se miraron entre si y mi hermana me dijo que me siente y miro a Raúl el mayor de todos y con un gesto le dijo “Adelante”.

Raúl me miró nervioso y me dijo “Papá mató a uno de sus mejores amigos en una cacería de ciervos en Estados Unidos y a partir de ese momento decidió destruir todas sus armas, tirar todos sus trofeos, pudo desprenderse de todo menos del recuerdo por eso se perturbaba tanto, a él todos los días le dolía eso en su corazón. Tan traumático fue porque fue frente a todos sus otros amigos, esos a los que él les insistía para ir a cazar, esos que muchas veces se peleaban con sus esposas o madres que se oponían a tal actividad, yo y era grande y recuerdo perfectamente las cabezas de ciervos, las pieles de oso, lo mismo que las de leopardos o leones, comer ñandúes, mulitas, liebres, dicen que era muy bueno, lo hizo por casi todo el mundo hasta es tarde fatídica donde todo se vino abajo, donde nadie sabe cómo pudo confundir un ciervo con su amigo, tuvo que ir a juicio, pero lo declararon inocente, vos porque sos el más chico pero aún recuerdo a papá contando la escena ‘Disparé y escuché que en lugar del quejido de un ciervo el que se quejaba era un hombre, no puedo creer haber matado así al Fito’, después de eso con mamá decidieron tener tres hijos más, el tercero fuiste vos. Ahora en un rato cuando los vea les voy a contar lo mismo a María y a Rodolfo o si querés contales vos, eso ya no importa”

Los tres hermanos permanecieron un rato callados, absortos cada uno en su pensamiento, cada uno en su recuerdo, en su angustia. Rememorar todo aquello era muy removedor para los hermanos más grandes y muy sorprendente para el más chico

  • ¿Por qué papá no fue preso? – pregunté
  • Se demostró que fue un accidente y al ser en Estados Unidos pudo pagar la fianza – contestó mi hermana, al tiempo que se levantaba

Sirvió algo de beber y de repente la noche comenzó a entrar por la ventana, aquel día que se apagaba de a poco me traía recuerdos de mi padre, el vaso de whisky se terminó y ninguno decía mucho, me despedí de cada con un afectuoso abrazo y me marché manejando, la noche, la ruta y la radio eran solo un fondo común en un día tan distinto.

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