El crujir del vinilo, producía un sentimiento de nostalgia, y anticipaba la calidad de sonido analogico, que tanto echaba de menos, ¡ mierda digital! pensó, mientras disfrutaba de esa preciosa canción llamada «el reproche» de Ray Perez, saboreaba un whisky de doce años que tenía guardado para una ocasión especial, que nunca acababa de llegar….Miraba por el balcón disfrutando, de la vista de la ciudad envuelta en la noche, y se abstrae en la profundidad de esta, pues simplemente observaba, sin imaginar nada, sin meditar….. como disfrutaba esos momentos de calidad , en los que no tenía que pensar….simplemente estar, apagar el interruptor del desencanto y del yo, del super yo, del ello y de su puta madre…..y fue más allá que el mal intencionado sofista Sócrates en su frase -«Solo sé, que no se nada» , pues el ni siquiera quería saber eso. Pretende despojarse, de toda la angustia del cavilar, del incierto futuro y el aciago pasado, de su inerte presente, pues el futuro es ahora… , el verdadero mecanico, reseteo final, que le otorgase la paz, y le redujese esa condición humana, que le distanciaba de otros seres vivos y le producia una sensacion de mala calidad; como lo digital a la música.. . Así transcurría esa extraña noche, cancion a cancion, y copa a copa en la soledad de aquella habitación, y cómplice la noche, de lo que sucedería.

Por la habitación había, numerosos libros de medicina, y cirugía, el más próximo, a nuestro protagonista, presentaba un mapa encefálico… en el reflejo del espejo, podía verse un punto rojo dibujado con rotulador en la sien, a la altura del lóbulo parietal… en la mano que no sujetaba el vaso de whisky, portaba un taladro.

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