CAPÍTULO CINCO
REFUERZOS
¡No sé cómo nos metimos en esto! Se supone que no tenía que pasar. Lo que se suponía tenía que ser un procedimiento de rutina en un lugar despejado término por convertirse en una masacre total contra una de las peores especies de depredadores que habitan esta tierra: licántropos, o mejor dicho hombres lobo.
Aunque conserven características típicas de aquel animal que alguna vez fueron; como la ferocidad y la fuerza, se podría decir que su astucia y velocidad de reacción han aumentado. Con ello se han convertido en criaturas peligrosas que solo los usuarios más experimentados podrían enfrentar, llegando a ser uno de los más temidos.
Se suponía que no teníamos que habernos cruzado con ellos, estamos muy lejos de lo que es su territorio.
Todo empezó hace dos horas con diecisiete minutos. Como es nuestra rutina, acompañamos a un grupo de técnicos encargados del mantenimiento de las sondas de la zona norte; todo iba bien, incluso di mi reporte diario sin ninguna novedad a mi superior, eso fue justo antes de reagruparnos para volver a la Base. Nos tomaron con la guardia baja. No lo esperábamos ni en el peor de los escenarios. Como dice en los reportes nos atacaron en grupos de a tres. Los primeros tres fueron un grupo de avanzada que se encargó más que todo de dispersarnos, luego aparecieron tres más que se encargaron de devorar a mis compañeros. En estos momentos me encuentro frente a una trinchera improvisada con una mesa y algunas cajas de instrumentos protegiendo a los pocos técnicos que lograron escapar del primer ataque de los lobos, poco a poco nos han ido arrinconando y acabando con nosotros; al principio éramos una escolta de cuatro usuarios al mando de un supervisor y un grupo de cinco técnicos de soporte. Ahora solo quedamos mi compañera de cuarto, Ore, dos técnicos civiles asustados y yo.
Tengo que agradecer que Ore ha desarrollado muy bien su Iluminaria y con ella está impidiendo que los lobos se acerquen a nosotros, en cambio yo solo puedo utilizar mi intangibilidad dado que es inútil intentar cegarlos con mi Ilux ya que nos siguen percibiendo con su sentido del olfato. Lo único que puedo hacer ahora para cumplir con mi misión, o al menos lo que queda de ella, es proteger a estas personas, es por ello que voy al frente de la batalla utilizando mi habilidad para pasar atreves de sus ataques y materializándome inmediatamente para poder contraatacar. Ya llevo cerca de una hora y treinta minutos peleando de esta manera, no sé cuánto tiempo más podré aguantar; usar tanto tiempo mi don para protegerme me está debilitando y me estoy dando cuenta que los lobos están concentrando sus ataques únicamente hacia mí; en parte eso es bueno, de esa manera podré mantenerlos ocupados mientras que Ore prepara otra llamarada.
– Agáchate – oigo gritar a Ore.
Le hago caso mientras me materializo y ruedo metro y medio sobre el suelo con dirección a ella, mientras lo hago una bola de fuego del tamaño de un balón de baloncesto pasa por encima de mí y golpea a uno de los lobos, el cual rueda por el suelo frenéticamente intentando apagar el fuego sin éxito alguno. Me levanto y corro para refugiarme junto a los técnicos sobrevivientes que rápidamente me brindan un poco de agua y me informan que han conseguido un radio de la estación y ya han enviado una señal pidiendo ayuda, un grupo de rescate está en camino. Esta última noticia me alivia un poco y esbozo una ligera sonrisa.
– ¡Todo va a estar bien amiga! – alcanza a decirme Ore por sobre su hombro – ¡solo tenemos que aguantar un poco más!
– ¡Sí! – le respondo ya más tranquila – solo un poco más.
Mientras aun hablamos observo lo que tanto me temía. Uno de los lobos, de pronto y el más osado, esquiva el patrón de disparos aleatorios de Ore y corre velozmente en dirección nuestra. Todo ocurre muy rápido; me levanto para tratar de proteger a la que posiblemente es mi única amiga, pero no me doy cuenta que no me he vuelto intangible, desenvaino nuevamente mi espada y me pongo frente a mi amiga con la intención de protegerla cortando a su atacante, pero mi oponente es muy fuerte y astuto. Bloquea el corte de mi espada con su pata izquierda y la hoja queda atrapada en la herida, no puedo sacarla por más que lo intento y esta oportunidad es aprovechada por la bestia para derribarme con su otro brazo, ruedo en dirección contraria a la de mi amiga y siento que el golpe me a dislocado el brazo izquierdo, así que me preparo para lo peor, pero en vez de eso el lobo no va por mí y se dirige a la trinchera donde ya veo a Ore lanzarle bolas de fuego más grande de lo común, el lobo las esquiva y mientras se acerca noto que las bolas de fuego van bajando en intensidad, Ore ha llegado a su límite. Cuando el lobo está lo suficientemente cerca de ella se levanta sobre sus patas traseras y compruebo por mí misma porque les dicen Hombres lobo – ¡No! – grito con todas mis fuerzas mientras veo que el monstruo levanta su brazo no lastimado con sus garras en disposición de ataque. Mi compañera en cambio esta con los ojos cerrados y la respiración calmada como resignándose a lo que va a pasar, cuando el lobo ruge y baja su garra para cortarla mi amiga abre sus ojos y levanta ambas manos delante expulsando una gran llamarada de fuego que envuelve por completo a la bestia y lo arroja cinco metros fuera de allí. Después de eso Ore cae y no la vuelvo a ver levantarse.
Con las pocas fuerzas que me quedan me arrastro en su dirección y uno de los técnicos me ayuda a acercarme, el otro está tratando de despertar a Ore y cuando llego donde ellos lo encuentro tomándole el pulso.
– Esta inconsciente – me anuncia al verme.
– ¿Se pondrá bien? – le pregunto con la esperanza de encontrar una respuesta positiva.
– No sabría decirle – me contesta el hombre – en el estado en el que se encuentra no creo que lo logre. Lo siento.
– ¡No lo sientas! – le grito – ella se pondrá bien.
– ¿Qué haremos ahora? – me pregunta el otro hombre que aún me sostiene.
– No se preocupen – les digo tomando todas las fuerzas que me quedan para pararme por mi sola – yo haré todo lo que pueda hasta que vengan los refuerzos.
– Pero parece que las cosas se han calmado – me dice el técnico que deposita la cabeza de Ore con cuidado en el suelo.
– No – le respondo – ten por seguro que vendrán con más fuerza.
Detesto no equivocarme. Tan pronto como dije eso vemos un pequeño grupo de hasta seis lobos acercarse por la frontera. Vienen corriendo a gran velocidad en cuatro patas; una vez más tomo mi espada y me pongo al frente en un acto de valentía más que de prudencia, como habitualmente suelo hacerlo.
Cuando los lobos ya han atravesado el perímetro de las instalaciones y se dirigen hacia nosotros veo una nave descender a gran velocidad, lleva la parte trasera descubierta de la cual saltan dos personas, al parecer hombres, uno más alto que el otro. Mientras van cayendo el más alto toma del brazo al otro y lo avienta con dirección a unos metros delante de los lobos que se han detenido al ver su intrépido movimiento. Al caer el muchacho golpe el suelo con sus manos abiertas y siento una fuerte vibración el en suelo, supongo que el impacto ha sido más fuerte donde él y los lobos se encuentran ya que estos últimos se han tambaleado y perdido el equilibrio totalmente. El hombre más alto cae después y su aterrizaje es pesado, pero este no emite ninguna vibración por los suelos como el primero, en cambio deja un enorme cráter donde ha aterrizado. Una vez en tierra la pareja se vuelve a tomar de las manos y el más alto de ellos empieza a dar vueltas al primero y luego lo arroja como si fuera una bala en un torneo olímpico, pero en vez de impactar contra el lobo que ya lo esperan con el hocico abierto y las garras dispuestas a desgarrarlo, el muchacho extiendo sus brazos y sus piernas al mismo tiempo para golpear a cuatro de ellos mientras que su compañero derriba a los dos restantes con sus propias manos. No lo puedo creer aun, pero es lo mejor que nos ha podido haber pasado.
Para cuando me doy cuenta la nave está sobrevolando encima de nosotros y dos personas más han descendido de ella y se encuentras frente a nosotros dispuestos a brindarnos los primeros auxilios.
– Revísala – le indica la persona más alta a la otra más pequeña.
Es la voz de una mujer la que ahora se dirige a mí para comunicarme:
– Soy la doctora Kumiko, personal médico asignado al grupo de rescate que solicitaste.
La mujer se retira su casco y descubre su larga cabellera rubio azulejo el cual azota su cara con el viento que emite la nave. Es una mujer de unos veintitantos años, sus ojos azules claros miran los míos y una sonrisa tranquilizante se esboza en su rostro. Se acerca a mí y mira mi hombro.
– Tengo que poner eso en su lugar – me dice haciendo un gesto con sus ojos refiriéndose a mi hombro dislocado.
– Lo sé – le respondo – has lo que tengas que hacer.
Ni bien termino de decir eso me sorprende al poner rápidamente su mano izquierda en mi hombro y jalar mi brazo con su otra mano para que el hueso quede en su lugar, inmediatamente después se quita los guantes y coloca una de sus manos nuevamente en mi hombro, al hacerlo emite un ligero brillo esmeralda y empiezo a sentir como el dolor va disminuyendo gradualmente.
– E sanado sus heridas – informa la voz de una niña pequeña a mis espaldas – pero aún sigue inconsciente.
– ¿Revisaste signos vitales? – le responde la doctora.
– Estables.
– Déjame ver, mientras tanto evacua a los civiles y a su compañera.
– Entendido.
La mujer se dirige donde esta acostada Ore y pasa una de sus manos con ese brillo esmeralda emanando de ella por todo el cuerpo de mi compañera, sin detenerse en un lugar en específico, luego apoya su oído sobre su pecho para oír los latidos de su corazón, cuando se levanta su mirada a cambiado ahora es una mirada de preocupación, algo no está bien.
– ¡Maggie ven aquí en este momento! – grita la mujer a su compañera.
Ella termina de enganchar el armes al último técnico rescatado y la polea se encarga de subirlo a la nave donde ya lo esperan dos personas más aparte de su compañero para recibirlo. Luego ella se apresura a reunirse con la que supongo es la oficial al mando.
– ¿En qué te puedo ayudar? – le pregunta una vez que se ha sacado su casco protector. Efectivamente es una niña de aproximadamente unos doce años.
– Quiero que me ayudes con una reanimación – le explica la doctora.
– ¿Qué es lo que está pasando? – pregunto buscando respuestas a lo que estoy viendo – se pondrá bien, ¿verdad?
– Sí que lo hará – me dice la doctora mientras restringe que me acerque a mi amiga – pero necesito que evacues el lugar. ¡Ahora!
– ¡No! – respondo – no me iré de aquí sin ella.
La doctora intenta poner su mano en mi hombro para impedir que avance, pero hago que su mano atraviese mi cuerpo. No se sorprende, en cambio da un suspiro de resignación.
– Está bien, quédate – sonrió cuando me dice esto – solo déjanos trabajar.
– Sí, claro.
Oímos aullidos y regresamos a ver la batalla de nuestros compañeros contra los lobos que quedan en pie. En el suelo, inertes y sin vida yacen los cuerpos de tres lobos, todos con heridas letales. Al parecer ellos dos han terminado con la mitad de los lobos en apenas nueve minutos.
– ¡Cuidado! – grita uno de ellos.
Regreso la mira a ellos para ver que uno de los lobos ha logrado escapar y se dirige rápidamente hacia nosotras. Nuestros compañeros no pueden hacer nada porque en esos momentos se encuentran librando cada uno su propia batalla.
Me paro y empuño mi arma preparándome para enfrentar a la bestia, pero de pronto una mano me jala por el hombro. Es la doctora.
– Te dije que nos dejaras trabajar, ¿no?
Apunta con su mano izquierda al generador de energía del cuarto de mantenimiento y extrae toda la energía eléctrica que puede para después descargarla con su mano derecha sobre el lobo. El animal recibe el impacto y cae muerto.
– Elécomun – me explica Kumiko al verme sorprendida.
Noto que las otras personas también han terminado con sus batallas y ahora se encuentran asegurando el perímetro. Regreso junto con la doctora a donde se encuentra Ore y la niña médico que dejamos junto a ella nos recibe con una sonrisa.
– Ya no tienen que preocuparse – nos informa – la pude traer de vuelta por mí misma.
Llevo mi mirada al rostro de mi amiga y me doy cuenta que se encuentra con los ojos abiertos y me está sonriendo a duras penas. Me arrodillo frente a ella y ella se incorpora un poco, para cuando lo hace me abalanzó sobre ella y la abrazo sin previo aviso. Pensé que la perdería.
– ¿Qué fue lo que hiciste? – le pregunta la doctora a su asistente.
– No lo sé con exactitud – responde ella – pero sentí que podía hacer más que solo curar sus heridas, así que me adentre en su interior y le di una mano para volver.
– Entiendes que lo que acabas de hacer es muy peligroso.
– No lo sabía, lo siento. Pero no podía permitir que ella se quedara así, su amiga estaba sufriendo mucho.
– No sé lo que esté pasando pero no tenemos tiempo para esto – interviene la persona más alta que estuvo luchando contra los lobos.
– ¿Cuál es la situación? – pregunta la doctora.
– Los vencimos a todos, pero presiento que vendrán más.
– Bien, entonces tendremos que evacuar ahora.
– ¡Aru, tenemos que irnos! – ordena el hombre.
– Entendido – le contesta el muchacho que aún no descubre su rostro.
El hombre hace unas señas a los tripulantes de la nave y estos dejan caer dos armes en los cuales se enganchan el hombre y la doctora. Una vez que están asegurados la pequeña abraza a la doctora y esta hace un gesto con el pulgar al personal de la nave y es subida de inmediato mientras que el hombre toma en brazos a mi compañera y es subido con ella. Pienso que nos bajaran los armes de nuevos para poder subir, pero en vez de eso el muchacho me abraza con un brazo y me pide que me sostenga de él, acto seguido sus piernas se estiran para levantarnos por los aires y luego estira su brazo libre para tomar una de las barandas de seguridad de la nave. Noto que así como estiro su brazo para alcanzar la nave ahora lo está encogiendo para subir a ella; miro hacia abajo y veo que sus pies están normales. Cuando ya estamos dentro de la nave, esta cierra sus compuertas y sobrevuela la zona afectada por la batalla. En el campo quemado alcanzo a ver no solo los cuerpos de los lobos, sino también los cuerpos de mis compañeros y de las victimas despedazados. Las instalaciones han quedado destruidas, de los técnicos de mantenimiento que me asignaron proteger solo quedan dos personas. Definitivamente esta no ha sido una de nuestras mejores misiones.
– Entonces – me dirijo a mis rescatantes – ¿alguno de ustedes me va a decir si esto es normal o no?
– Esperábamos que tú nos lo dijeras – responde la doctora – no te sorprendiste para nada cuando viste a tu compañera.
– ¿Que acaso no es una reacción normal? – pregunta sorprendida la niña.
– Por supuesto que no. Así como tampoco es normal que un solo médico pueda llevar a cabo una reanimación con éxito sin tener consecuencias en su propio cuerpo – explica el hombre – hasta yo sé eso.
– Hasta para nosotros, los usuarios, que podemos hacer cosas extraordinarias – vuelve a tomar la palabra la doctora – lo normal hubiese sido que juntas lleváramos a cabo la reanimación y termináramos exhaustas. Mientras que ella ni siquiera tendría que haberse convertido en su versión más joven.
– ¿Eso que quiere decir? – pregunto asustada.
– Quiere decir – me contesta el hombre – que tú y tu amiga han tenido mucha suerte.
Esto último me llena de ira, pero me contengo. Aprieto mis puños hasta que me duelen los nudillos.
– Qué bueno que llegamos justo a tiempo – vuelve a decir y no aguanto más.
– ¡¿Justo a tiempo?! ¡Demoraron mucho! – le grito enfurecida.
El muchacho, que permanece junto a mí se quita su casco e intenta hacerme sentar en silencio. La nave ya se encuentra en movimiento y la turbulencia en mucha.
– Si hubieran llegado unos minutos antes… – vuelvo a reprocharle – los otros no…
– Nos movilizamos tan pronto nos llegó la orden – interviene el hombre más serio.
A su lado se ponen de pie la doctora y la niña que anteriormente estuvieron atendiendo a mi amiga.
– Espero que entiendas la situación ya que eres una usuaria muy talentosa, como para haber sobrevivido todo este tiempo – continua – lamentamos mucho todas las perdidas, pero nos alegra que pudimos sacarlos con vida a ustedes.
Entiendo lo que me está diciendo. Yo sabía exactamente a lo que me estaba metiendo cuando decidí convertirme en guardia.
– Lo siento – me fuerzo a mí misma para decirlo.
– Descuida – me dice la doctora – entiendo como debes sentirte, yo también he perdido compañeros en campo.
– ¡Muy bien! – nos asusta el hombre – ¿me dejarías presentarte a mi equipo?
A pesar de ser muy ruidoso, me está empezando a caer bien. Se parece mucho a Ore, que ya descansa en mi regazo.
– Ella es nuestro personal médico, la doctora Kumiko; la pequeña a su lado es Maggie – dice el hombre haciendo una pausa para que ella salude con su mano – ella y su hermano Aru que está junto a ti están a mi cargo. Yo soy Crissos, su supervisor.
– ¿Escuche que dijiste que ellos dos son hermanos? ¿Pensé que eso no era posible?
– No es que no lo sea – me dice él – nunca antes se había visto, eso es todo.
– Además, solo somos hermanos en esta dimensión – interviene la pequeña – en la otra dimensión mi hermano y yo no teníamos parentesco alguno.
– No lo entiendo del todo – escucho decir débilmente a Ore – pero, gracias por venir por nosotros.
Lo que viene a continuación es mi fase protectora. Tal vez ella y yo no tengamos un parentesco como lo tienen estos dos, sin embargo la quiero como si fuese mi hermana de sangre y no está en mis planes verla sufrir nuevamente.
Mientras me arropo junto a Ore en la camilla del cuerpo médico veo a Crissos discutir con la doctora, eso es extraño. Miro en la otra dirección y veo como Maggie reposa su cabeza sobre el hombro de su hermano. Me intriga un poco la situación con ellos dos después de decirme que son hermanos en esta dimensión; sin embargo, retiro mi mirada de ellos y trato de prestar atención a lo que discuten los mayores. Aunque me encuentro muy lejos de ellos como para poder escuchar lo que están diciendo, me encuentro captando la totalidad del mensaje con solo leer sus labios.
– Tendrás que informarlo ni bien aterricemos en la ciudad – le dice ella.
– No puedo creer que esto haya pasado – dice él un poco emocionado – son solo niñas, ¿Cómo es que…?
– No lo sé… pero te puedo asegurar que ambas califican.
– ¿Estás segura? De pronto y sus poderes curativos han alcanzado un nuevo nivel.
– Crissos… – dice la doctora dejando un pequeño silencio para después continuar – estoy completamente segura que la vi usar ese don. Y la reacción fisiológica de la otra chica solo se puede deber a ese otro don.
– Perdóname que haya preguntado, pero, solo que aún no lo termino de asimilar.
– Te entiendo, pero es nuestra responsabilidad informar de esto.
Un nuevo silencio entre ellos empieza y la expresión en sus rostros cambia, como si lamentaran lo que viene a continuación.
– Así que era cierto después de todo – dice ella rompiendo el silencio.
– Siempre creí que lo fuera – dice él – pero nunca creí que vería uno de cerca, menos dos.
– Me he encariñado mucho con esa pequeña, será muy difícil verla partir.
– Sí, lo sé… pero, es necesario – dice él – después de todo es nuestra responsabilidad.
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