CAPÍTULO CUATRO
FAMILIA
Después de la práctica de hoy la doctora Kumiko me dice que quería hablar de algo conmigo, así que nos dirigimos juntas al cuarto de baño donde ella me dice que podemos bañarnos juntas.
Dudo un poco al quitarme la ropa y ella se da cuenta
– no te preocupes que las dos somos chicas – es lo que me dice mientras termina de quitarse sus pantalones. La verdad, no me preocupo porque ella vea mi cuerpo, ya estoy acostumbrada a que los demás lo vean; lo que sí me avergüenza un poco, y hace que me ruborice, es poder ver el cuerpo desnudo de otra persona. Nunca lo había hecho.
– Dime, linda – me dice ella mientras entra a la ducha que acaba de abrir – ¿qué es lo que pasa? Puedo notar que te incomoda algo.
– No, no es nada que me incomode… solo que…
– Solo que..? – repite ella.
– Es que nunca he visto el cuerpo de alguien más – digo avergonzada.
– ¡Oh! cariño, no tienes de que preocuparte. Es normal que las chicas quieran bañarse juntas. Mira a tu alrededor; hay muchas duchas aquí. Este cuarto de baño ha sido diseñado para que las chicas compartan sus cosas mientras se asean.
Entiendo que ella trata de entrar en confianza con este asunto de los baños así que le devuelvo una sonrisa tímida mientras termino de desvestirme y entro a la ducha continua de donde esta ella.
– ¿Qué era eso de lo que querías hablarme? – le pregunto.
– ¡Ah! Sí, quería preguntarte si ya tienes algo para ponerte esta tarde.
– La verdad que no.
Le digo mientras hago un gesto en mi rostro. Ella se ríe y luego lleva su dedo índice a la comisura de sus labios, como si estuviera pensando en algo.
– Sabes – por fin dice – he estado pensando que podría prestarte un poco de ropa. Ya sabes, para que luzcas presentable en la reunión de esta tarde.
– ¡Pero tus pechos son más grandes que los míos! – protesto parodiando una rabieta – de seguro que me quedaría grande.
– ¡Sabía que dirías eso! – me dice un tanto emocionada.
– Bueno, solo estaba jugando – le digo poniéndome un poco tímida. – Espero que no se lo tome en serio. Sabe, no soy ninguna malcriada ni nada de eso.
– Tranquila sé cómo eres; lo que trataba de decirte es que quiero que vengas conmigo a comprar algo lindo para esta tarde.
– ¡En serio! Se lo agradecería mucho.
– Claro que lo digo en serio – me dice ella mientras pone sus manos en su cintura y saca pecho – ya hable con Crissos y está de acuerdo.
– Doctora no haga eso que ya estoy empezando a tenerle envidia – le digo volviendo a mi parodia infantil y reímos juntas.
Media hora después de salir del cuarto de baños estoy en el pasillo al pie de mi habitación esperando a la doctora Kumiko con la única ropa que tengo: un conjunto blanco que se asemeja al uniforme de un enfermero de hospital.
Cuando noto que la doctora se acerca la recibo con una gran sonrisa. Ella me saluda y extiende su mano, yo la tomo y nos vamos de compras. Para mí por primera vez en tres años.
…
El reloj de pared que hay en mi cuarto marca las tres y cincuenta y supongo que Crissos pasará por mí en cualquier momento. Lo estoy esperando sentado en mi cama con la ropa que él me alcanzo después del entrenamiento, según lo que me ha dicho es la ropa que mi yo alternativo de esta dimensión usaba cuando fue traído aquí; llevo puesto unos vaqueros negros, camiseta roja, zapatillas deportivas azules y una chaqueta de cuero.
Alguien toca la puerta. Cuando abro mi supervisor me saluda con un apretón de manos y me indica que lo siga con un gesto que hace con la cabeza.
– ¿Estás listo? – me pregunta sin regresar a verme.
– La verdad que no – le digo sincerándome un poco con él – pero es algo que no puedo dejar pasar.
Crissos no me pregunta nada más y continuamos caminando; es hasta que pasamos la habitación de Maggie que reanudo la conversación.
– ¿Maggie no vendrá con nosotros?
– Ella y Kumiko nos verán allá.
– Entiendo. – le digo y me quedo un poco pensativo. Pero no por lo que ella puede estar haciendo con la doctora, eso puedo imaginármelo, lo que me preocupa es otra cosa.
Sin darme cuenta ya nos encontramos en el ascensor bajando a la planta principal, que dicho sea de paso será la primera vez que la vea. Pero nada de eso me llama la atención, mi mente está en otra parte. Las puertas se abren y salimos a una amplia sala de recepción; hasta donde recuerdo muy parecida a la de los hospitales en los que he estado internado en la otra dimensión, sin bajar nuestro ritmo Crissos saluda a algunas personas que le regresan el saludo, noto que algunas personas se detienen para inclinar su rostro ante él. No puedo terminar de creerme que los usuarios tengamos ese recibimiento por parte de los ciudadanos de esta dimensión.
Llegamos hasta la puerta principal del hospital y Crissos se detiene.
– ¿Aun quieres hacer esto?
– No voy a cambiar de parecer aunque me lo preguntes cien veces.
– Sabes que podría intentarlo. – me dice él con una ligera sonrisa en el rostro.
– Que va Crissos – le respondo levantando los hombros y haciendo gestos con las manos
– es lo mínimo que puedo hacer por estas personas.
Ya no me responde, pero a cambio de eso me queda mirando como si estuviera viendo a través de mí.
– ¿Sucede algo?
– No – dice volviendo en sí – es solo que me recuerdas a alguien.
Abre la puerta de cristal y me encuentro ante las calles de una metrópolis de ensueño.
…
Miro por la ventana del auto de Kumiko las hermosas calles de una ciudad un tanto futurista que no ha perdido elementos de su pasado. Las calles, las casas y las tiendas me recuerdan mucho a Inglaterra, tienen una mezcla entre antiguo y moderno que me hace sentir como en casa y no dejo de asombrarme de todas las cosas que alcanzo a ver. Es tal y como me lo había comentado Kumiko; las personas de este lugar en verdad se ven felices, las calles están llenas de personas que se saludan amablemente con una sonrisa; no hay mucho ruido de los autos y por lo general es la risa de los niños el sonido más fuerte que logro escuchar.
– Doctora… – le digo mientras regreso a verla conduciendo.
– Dime querida.
– Si este es el mundo que tenemos que proteger, encantada lo haré.
– ¡Oh! Eso es una buena noticia, lo sabias.
– Si, lo sé – le digo mientras vuelvo mi mirada a la ventana – me pregunto que pensara mi hermano de esto.
…
– Ya estamos llegando – es lo que me anuncia Crissos mientras va disminuyendo la velocidad; pasamos junto a un parque y estacionamos justo enfrente de él.
Cuando desciendo del vehículo me vuelvo para ver mejor el parque que se encuentra frente a nosotros y alcanzo a ver cuatro, hasta cinco, gigantescas estructuras en forma de ovalo que se alinean perfectamente a lo largo de lo que puede ser el parque más grande que jamás haya visto. Dentro de las estructuras ovaladas hay mucha vegetación tanto en la parte superior como en la inferior dentro del anillo ovalado que forma la estructura. Noto también que han logrado recrear un ecosistema ideal para que la vegetación completa del parque permanezca como en temporada de primavera; además, no lo había notado pero el sol está muy brillante y cálido, el parque entero es atravesado por un riachuelo artificial en el cual noto que hay vida animal, los árboles son completamente frondosos y el césped verde encendido. Es como si esta instalación tuviera vida propia.
– Sorprendente, ¿no? – me dice mi supervisor que ahora está a mi lado contemplando el mismo paisaje.
– Sí, completamente. Nunca pensé que se podrían hacer este tipo de cosas.
– Creo que tendrás que acostumbrarte a algunas cosas que ya existen aquí.
– Sí, eso parece – le contesto.
Coloca su mano en mi hombro y me hace un gesto con la cabeza indicando que lo siga. Obedezco en silencio y nos dirigimos a una de las tantas bancas que hay a nuestra disposición.
– Me acaban de llamar las chicas – logra decirme – al parecer han tenido un pequeño contratiempo y llegaran un poco tarde.
– Entonces… ¿las esperamos?
– Estaba esperando a que me digas eso.
Las chicas llegan veinte minutos más tarde y estacionan su auto detrás del de Crissos. Cuando bajan les hacemos una señal para que nos ubiquen con la mirada y sepan que las estábamos esperando.
Ahora entiendo por qué se han demorado; se han tomado el tiempo de prepararse para la ocasión, ambas están luciendo vestidos que resaltan su belleza, la doctora ha optado por una blusa color blanco de tres cuartos de manga que lleva un lazo amarillo adornando el cuello de la blusa, una falda de corte sencillo por debajo de la rodilla color marrón claro y sus tradicionales gafas de medida. En cambio Maggie está llamando más la atención luciendo un, sencillo pero hermoso, vestido color rosa con detalles de encaje en la parte frontal del vestido. No soy bueno describiendo la forma de vestirse de una mujer, pero sí tendría que decir algo, y lo digo, es que Maggie está completamente hermosa en ese vestido, además, alcanzo a ver que calza unas sandalias blancas que la hacen ver un poco más alta y Kumiko se ha encargado de peinar su cabello plateado.
Después de recibir los halagos las chicas nos piden perdón por la demora y luego nos aproximamos a la puerta de la casa de enfrente de donde hemos estacionado los autos. Nos abre una mujer de unos cincuenta años de edad que hace una reverencia inclinando un poco su cabeza en cuanto ve a Crissos y a Kumiko, después de eso los saluda afectuosamente con un beso en la mejilla, cuando llega a nosotros nos mira atentamente por un momento como examinándonos para que después de unos segundos nos dé un fuerte y cálido abrazo con tanta fuerza que siento que nos ha trasmitido muchos de sus sentimientos. La mujer nos hace pasar y nos pide que esperemos en la sala mientras va por su esposo, un hombre que también bordea los cincuenta años de edad.
– Me sorprendí cuando me lo dijeron – nos dice por fin el hombre – pero ahora que los tengo enfrente de mí, no me lo puedo ni creer.
– Teníamos que venir a verlos – le respondo – hay algo que tengo que decirles.
– ¿Les parece bien si primero comemos algo y bebemos un poco de té? – propone la mujer.
– ¡Sí! – apoya Maggie.
Nos sentamos en silencio mientras la mujer nos sirve un poco de té y bocadillos recién horneados. Todos estamos callados y ninguno de nosotros se atreve a romper ese silencio que ya se está volviendo incómodo.
– Entonces… – por fin el hombre se atreve a decir – ¿qué es eso que nos tienes que decir?
– Ah sí – me pongo de pie e inclino un poco mi cabeza, así como los vi hacerlo a ellos hace poco – ¡quiero pedirle perdón por haber tomado los cuerpos de sus hijos en esta dimensión!
Lo digo tan fuerte que todos, incluso mis acompañantes, se quedan sin palabras.
Finalmente oigo que el hombre y su mujer hablan entre ellos. Para cuando levanto mi cabeza noto que en verdad están sonriendo y regresan a ver. No están llorando. No percibo ningún sentimiento negativo como tristeza u odio, en verdad no lo entiendo.
– Así que sí era eso – dice la mujer mientras da unos pasos hacia mí – querido no tienes que sentirte culpable por lo que ha pasado.
– Pero yo…
– Tu no nos has arrebatado nada – interviene el hombre – ni siquiera elegiste esto, o ¿sí?
– No – le respondo – no lo pedí.
– Entonces no tienes que pedirnos perdón por nada – dice la mujer.
– Así es, es algo que pasa y ya. No podemos hacer nada al respecto – dice el hombre con una voz pausada y suave que me tranquiliza – Ni siquiera nuestros superiores saben por qué ocurre esto. Lo que sí sabemos es que pertenecemos a esta sociedad que nos ha dado todo lo que tenemos hasta ahora, creo que es justo que contribuyamos en algo.
– Pero ¡perdieron a sus dos hijos! – le digo.
– Estamos conscientes de eso – dice la mujer.
– Aun así yo…
– Desde que estas aquí es porque ya lo sabes, pero déjame decírtelo de todos modos – me dice el hombre – Nuestro mundo hace aproximadamente sesenta años sufrió la mayor de las catástrofes: una guerra nuclear. Nuestros antepasados se vieron envueltos en una disputa por el poder y los recursos naturales que poseía cada nación hasta que irónicamente terminaron por destruirlos y en el proceso hombres, mujeres, niños, animales y la naturaleza en sí se fueron marchitando, acabando y muriendo. Cuando ya todo parecía perdido y contra todo pronóstico aparecieron doce adolescentes que nadie conocía y consiguieron con su máximo esfuerzo traernos un rayo de esperanza.
No tengo nada que decir al respecto, esta “explicación” ya me la había dado Crissos cuando desperté y en algunos de nuestros entrenamientos, pero viniendo de él pareciera que todo tiene sentido.
– Por generaciones enteras – continúa el hombre – nuestros padres han venido pasando la historia de cómo ocurrieron los hechos que nos llevaron a nuestra propia destrucción y con ello su deseo de gratitud para con los Usuarios. Aun en la actualidad ellos nos protegen.
Noto que el hombre hace una pausa para observar donde están Crissos y la doctora. Supongo que ellos han hecho su aporte a esta familia.
– Si ellos están dispuestos a protegernos con sus vidas. Nosotros también haremos nuestra parte.
– Es por ello que no te tienes que preocupar por nada – dice la mujer mientras me abraza – eres muy joven para llevar cargas que no te pertenecen.
Con estas palabras siento que toda la culpa que llevaba por dentro se ha ido. En verdad necesitaba venir a ver a estas personas.
Terminamos nuestra tarde comiendo pastelillos servidos por la delicadeza de Maggie, que se ha ofrecido a ayudar y conversando amenamente de las anécdotas de la familia y los lazos que ellos tienen con nuestro supervisor y nuestra doctora. Resulta que Marko, el esposo, es técnico de mantenimiento y en una de sus rutinas en una hidro-plataforma tuvo un incidente con carroñeros, una especie de monstruos que habita en lo que queda de la tierra; y fue Crissos el que lo salvo de morir. Por su parte, Kumiko ha sido la doctora a cargo de los tres partos de Elena, la esposa, y con ello nos enteramos que tenemos una hermana que no pudo estar presente por motivos de trabajo, lo cual entendemos ya que al parecer esta gente es muy comprometida a sus labores.
Nos quedamos a cenar con la esperanza de poder conocer a la hija de los dueños de casa, pero no tenemos suerte.
– Gracias por recibirnos – dice Crissos a los esposos.
– Ni lo menciones, ustedes siempre serán bien recibidos en nuestra casa – le responde Marko.
– La pase muy bien – pronuncia Maggie – pero a diferencia de Aru yo tengo una petición para ustedes.
Nos quedamos absortos al escucharla decir eso, sin embargo la pareja no se muestra incomoda y le preguntan a Maggie qué es lo que les quiere pedir.
– Me gustaría que me consideraran como su hija y poder venir a visitarlos cuando yo quiera. ¡Ha! También quisiera llamarlos papá y mamá.
– ¡Ey! Maggie, esas son tres cosas – le digo – dijiste que solo una.
Los mayores ríen por la escena. Se están tomando esto con calma.
Ya me estoy acostumbrando a tener una hermana como Maggie.
– Para nosotros sería un placer – responde Marko – sin embargo no sabemos si podemos. – y se detiene un momento para observar a Crissos, como esperando su aprobación.
– No creo que haya algún problema – contesta finalmente mi supervisor – ustedes son personas de confianza y estoy seguro que los cuidaran bien. Además nos encontramos muy cerca de la Base.
– ¡Bien! Entonces podemos ser una familia – se emociona Maggie.
– Un momento jovencita – interviene Kumiko – primero hay que tener la aprobación.
– Bien, entonces ni bien la tengamos vamos a venir a visitarlos de nuevo.
– Linda, si la obtienen hasta incluso podrían vivir juntos si eso es lo que quieren.
– Por nosotros no hay ningún problema – dice Elena – estaríamos encantados.
– Crissos – digo un poco serio opacando el momento, sé que después Maggie me regañará por esto – entonces ¿mañana empezamos con nuestro reclutamiento?
– Así es amigo – contesta él – mañana a primera hora los llevare a que se presenten en la Base.
– Así es – dice nuestra doctora – a partir de mañana tendremos que ponernos serios.
Sé lo que significa. Desde que escuche de ello unos días atrás he querido experimentar en carne propia lo que significa ser entrenado, nunca lo hice en mi otra vida, pero ahora que tengo un cuerpo en forma y con muy buena salud; sin contar con el poder que tengo y los que podría despertar, creo que sería capaz de hacer cualquier cosa.
– Hermano – oigo decir a Maggie – ¡hagamos nuestro mayor esfuerzo!
– Sí – le respondo – ¡Hagámoslo!
OPINIONES Y COMENTARIOS