Un camino sin fin

        ~ CAPITULO 1~ 

        EL COMIENZO. 

¿Por qué maldita sea? ¿Por qué? Se preguntaba una adolescente en el borde de sus lágrimas. 

–Señor, Tú que me distes las fuerzas para quererlo y arriesgar todo por él, haz que este sentimiento desaparezca.

-¿Por qué? ¿Por qué se burló de mí de la manera tan rastrera que existe? ¡Fui solamente para él un objeto, una burla más!. Una idiota más que lo quería, pero esta idiota que lo quiso, supo callar para calmar miles de angustias que se oían a los fuertes vientos y que añoraban una respuesta por parte de él. Me lastime a mí misma para no lastimarlo a él pero eso no le importo, cuando el daño me lo hizo a mí. ¿Por qué tuvisteis que cruzarlo en mi camino? ¿Por qué hicisteis que lo quisiera? Gritaba arrodillada en el húmedo suelo clamando al cielo una respuesta mientras dejaba que las gotas de lluvia limpiara su encarnado ser.

A lo lejos de ese tenebroso bosque se oyeron pasos que ella no escuchó. Era tanto su dolor que sus sentidos ignoraban cada movimiento que se proclamaba en el aire. 

-Es por esto que interrumpieron mi largo sueño. Reclamaba al cielo molesto. ¿Solo para ver cómo llora?

-¡¿QUÉ?! Levantó su mirada donde sus ojos castaños aún con lágrimas, se encontraron con un joven de su misma edad con una mirada negra y temerosa que hacía erizar la piel a cualquiera que lo viese, vistiéndose con una larga y gran túnica negra.

-¿Quién eres tú? Pregunto sorprendida.

-Yo soy él que debería preguntarte eso ¿Quién eres tú y qué haces aquí? ¿Acaso no tienes miedo de que te lastimen o te pase algo?

-No creo que me lastimen más de lo que lo han hecho. Le respondió tristemente volviendo su mirada al suelo donde nuevamente sus lágrimas volvieron a caer. 

-¿Entonces le darás el deseo a las demás personas de verte así? Pregunto incrédulo viendo cómo se consumía poco a poco en el inmenso frío y como el dolor la devoraba por dentro. 

Sin pensar en lo que hacía cogió un pañuelo que vio en el piso, supuso que era de ella, por lo cual agarró su brazo con aquel pañuelo llevándola hacia una cueva. Ignoro las miles quejas de ella y a la fuerza la introdujo dentro de la cueva. 

–No te haré daño te traje aquí para que no pasaras frio. Dijo a la vez que se sentaba en una piedra dándole una señal para que se sentara junto a él. 

Vacilando no supo si sentarse o no junto a él, pero la mirada que él le proporcionaba, le daba a entender que no era de esas personas que repetían las cosas dos veces. Decidida se sentó junto a él causando que sus cuerpos chocaran entre sí. Al percatarse de aquel percance se alejó violentamente de ella haciéndola caer al suelo donde la mirada de él se iba proclamando poco a poco el miedo. 

–No te atrevas a tocarme. Le ordenó.

-¿Por qué? Pregunto curiosa.

– ¡PORQUE NO! Respondió.

– ¡Bueno! Dijo ella con suma tristeza. Se sorprendió cuando sintió algo pesado en su cabeza donde lo único que podía ver era oscuridad. Poco a poco fue acomodando lo que se encontraba en su cabeza y al percatarse de la prenda que tenía en sus manos se sorprendió aún más ¡Era su túnica! Sorprendida dirigió la mirada hacia él, exigiendo una respuesta, por lo que él logro entender muy bien lo que su miraba trataba de decirle. 

– Póntela así tu cuerpo dejara de temblar. 

– ¡DEJA DE MIRARME! Recalcó molesto.

-Gracias. Respondió a la vez que se ponía la túnica encima de sus ropas húmedas donde el calor no se hizo esperar en su cuerpo. 

-Realmente eres Rara. Contesto mientras se sentaba junto a ella nuevamente. 

-¿Qué mal te hicieron para que no te hayas percatado de que tus pies te dirigían a un bosque como este? Le pregunto a la vez que la veía agachar la cabeza.

–Si no me quieres decir no lo digas pero debes….

-Me lastimaron burlándose de mí. Dijo nuevamente llorando. 

–Quise a alguien que jugo conmigo, engañándome, mientras que yo lo único que hacía fue quererlo siendo aquello mi peor tormento, teniendo a otra donde sus palabras y sus acciones eran falsas como el canto de una sirena. Confesó en la inmensa lluvia que se propagaba con cada palabra. 

–Te estás haciendo daño. Dijo viendo hacia el exterior de la cueva sintiendo que los ojos de ella se clavaban en él dándole su atención.

-¿No crees que es hora de que sigas? Por culpa de él te has introducido en este bosque, ignorando hacia donde te dirigían tus pies, sin saber que si este lugar es seguro. No creo que valga la pena que sufras por alguien de esa magnitud, deberías olvidar todo eso.

-Además si ya tiene a alguien no durará tanto tiempo y después de su ruptura vendrá a buscarte sin él mismo saber el porqué. Le dijo mientras que ella por su parte entendía cada palabra y lo que eso significaba dándole una sonrisa que él no pudo evitar ver sintiéndose impotente ante el encanto de aquella mujer. 

–Nuevamente te doy gracias por haberme ayudado. Sus lágrimas habían dejado de caer por sus mejillas. 

-Bueno al menos has dejado de llorar. Dijo evitando su mirada. 

No lo sabía pero aquella mujer le hacía sentir de una manera extraña pero ¿Por qué?
La lluvia fue pasando poco a poco dejando al descubierto el hermoso arcoíris que contemplaban los dos dentro de esa cueva que traspasan los rayos del sol.

-Es hora de regresar. Dijo volteandose hacia ella. 

–No puedes permanecer en este lugar.

-No quiero irme, quiero permanecer aquí. Sus ojos le suplicaban que no la alejara de aquel lugar pero él no podía dejarla allí más tiempo. ¡Tenía que irse! Además porque preocuparse por ella, no era de su incumbencia, bien podía dejarla aquí a su merced mientras él desaparecía pero ¿Por qué no lo hizo?

-Mira. Le dijo con autoridad cerrando fuertemente los ojos.

–Este lugar es mi hogar y no puedo dejar que permanezca una niña llorona y resabiada que no quiera irse. Si no te vas te dejaré aquí para que mueras.


          ~ CAPITULO 2 ~ 

        ME ARRIESGARE 

La mirada que recibió de parte de ella le dio a entender que hubo crueldad en sus palabras sin la más mínima pisca de sentimientos y más cuando ella le dio una sonrisa triste.
-¡Esta bien! Disculpa por invadir tu territorio y por ser tan caprichosa.Dijo levantándose de la roca en donde se encontraban sentados. 

–Ten, gracias por la túnica. Se la entrego y a la par que él la recibía asombrado, ella ya se había ido de la cueva dejándolo a él petrificado ante su repentina acción.
Sin ni siquiera él saberlo fue detrás de ella queriéndola detener sosteniendo su brazo, pero en ese instante recordó que no podía tocarla. Cuando ambos se dieron cuenta de aquella acción quedaron sorprendidos. Ella no esperaba que él la siguiera después que le dijo de una manera cruel que se marchara mientras que él no sabía porque su cuerpo reacciono de esa forma. 

-¿Ocurre algo? Dijo con un tono frio al fijar su vista en la mano de él a pocos centímetros de su brazo.
-No. Respondió recobrando la cordura.
-Entonces, ¿Por qué… No pudo terminar lo que le iba a decir ya que él nuevamente con el pañuelo le agarro el brazo pero de una manera sobreprotectora.
-No creo que quieras perderte de nuevo, si ni siquiera sabes cómo fue que te introdujisteis en este bosque. Le dijo empezando a caminar a su lado. Ella tenía miles de preguntas que deseaba hacerle pero una era la más importante para ella. Así que se armó de valor para decírselo. -¿Volveré a verte? Pregunto fijando su mirada hacia el camino. No podía ver su expresión, temiendo que se encontrara enojado pero solamente se escuchaba el soplido del viento que tocaba la copa de los árboles.

Su pregunta le sorprendió demasiado pero lo que más le sorprendió es que fue incapaz de decirle ¡NO! simplemente se quedo callado pensando: ¿La volvería ver? ¿Deseaba verla?
-Hoy salisteis con aquel sujeto ¿verdad? Le preguntó.
-¿Cómo lo supisteis? Preguntó Renata incrédula.
-Tengo razón entonces. Dijo acercándose a ella. 

-Más vale arriesgarse en vez de tener que haber pensado que hubiera sucedido. Susurro en su oído poniéndole la piel de gallina dejándola atónita. 

–Recuerda esto: ¨La oscuridad está en todos lados y no podrás salvarte de ella¨
-¿Por qué me dices eso? Pregunto asustada mirándolo con un gran temor queriendo alejarla de ella pero pronto noto que en un abrir y cerrar de ojos él había desaparecido apareciendo en una fuente donde aquel que había roto su corazón la esperaba totalmente desesperado. 

– ¿Qué hace él aquí? Pensó teniéndola abrazada. 

-¿Arturo? Preguntó. 

-Dime, ¿Por qué Renata? ¿Por qué te fuiste corriendo? Sus ojos café estaban al borde de las lágrimas al pensar que pudo haberla perdido. 

–No vuelvas a darme este susto. Le dijo mientras la abrazaba fuertemente.
-Lo siento me perdí. Contesto desviando su mirada.
-¿Renata? ¿Qué es esa marca que tienes en el cuello? Pregunto con curiosidad.
-¿Qué?
De pronto saco un espejo que guardaba en su pantalón Jean viendo aquella marca sin saber su significado.
-¿💥? ¿Qué significa? Pregunto Renata mirando a Arturo que se encontraba esperando una respuesta.
De repente se sintió mareada viendo como todo se ponía totalmente oscuro pero antes de perder el conocimiento dentro de esa oscuridad se escuchaba a alguien decirle
» Pronto vendré por ti» .


~CAPITULO 3~

Me perteneces 

A los lejos se observaba a un chico en un tenebroso bosque mirándola fijamente en los brazos de aquel sujeto llamándola desesperadamente pidiendo ayuda a la gente que se iba acercando.

-¿Qué tratas de hacer hermano? Pregunto un chico con una gran túnica gris cubriendo todo su cuerpo dejando al descubierto solamente sus ojos celestes mientras se paraba a lado de Benjamín viendo como aquella mujer era consumida en la propia oscuridad de su hermano.

-Deseo que sea mía. Contesto viendo a la ambulancia llevándose a Renata junto al chico que se hallaba asustado.

En una inmersa oscuridad se encontraba Renata temiendo a los ruidos que se escuchaban, sin saber de dónde provenían. Segundos después vio un extraño brillo que la guiaba hacia una chica que se encontraba arrodillada, llorando, lamentándose, suplicando el perdón de aquel corazón roto que se encontraba en frente de ella. Su lamento era tanto que el corazón se encerró a si mismo con una gran nostalgia en una muralla protegiéndose de cualquier mal, ya no quería seguir partiéndose, sus pedazos eran tantos que no podían contarse a simple vista y por más armado que este pretendía parecer se lograba divisar el tormento junto la angustia de padecer nuevamente ante el sufrimiento donde lo único que deseaba era ser amado por una vez en su vida sin miedo a que nuevamente lo traicionen.
Los ojos de Renata al contemplar aquella muralla que encerraba al corazón empezaron a llorar fijándose en aquella mujer pidiéndole que no lo haga, sus gritos de dolor podían conmover hasta al ser más frio.
-¿Te encuentras bien? Pregunto Renata tocándole el hombro como señal de consuelo pero al ver quien era, su sorpresa fue aún más grande que cualquier otra, sus ojos y cabello castaño la delataban, podría reconocer a esa persona a simple vista ¡Era ella!
-¿Qué? ¿Esto no puede ser posible? Dijo Renata pavorida mientras la mirada de aquella chica, era clavada en la suya.
-¿Qué haces en este lugar? Pregunto poniéndose de pie. No demostró asombro ni nada, sus ojos castaños no visualizaban ningún brillo, eran fríos, temerosos, vivían sin luz de esperanza. -¡¿QUÉ HACES AQUÍ?! Pregunto nuevamente alzando la voz al ver que ella no decía nada.
-Yo…no lo sé… Contestó Renata asustada. 

– ¿Esa marca? Pregunto nuevamente pero esta vez con curiosidad y podría casi jurar que sus voz sonaba tenebrosa.
– ¡¿Quién?! ¡¿Quién te la hizo?! Le sujeto fuertemente los hombros viéndola a los ojos.

– ¿Cómo fue que permitisteis que te hicieran esa marca?

-¿Sabes qué significa? Pregunto viendo como empezaba angustiarse. 

-¡¿QUÉ ?! Dijo con asombro, el miedo iba reflejándose en su voz aunque sus ojos aún seguían oscurecidos. 

-¿Dejasteis que te la hicieran sin saber qué significa?
-No fue que yo lo permitiera, cuando me di cuenta ya la tenía y no sabía cómo. Explicó Renata viendo como la chica iba poniéndose pálida.
-Esa marca es muy reconocida por todos aquellos que habitamos en la oscuridad y sobre todo porque es de…. 

-Uhmmm…. ¿Dónde estoy? Pregunto Renata cuando se desperto y vio a la mujer que se encontraba con un traje de enfermera.

-Ya has despertado. Contesto sonriéndole. 

-Estamos en el hospital, los informes indican que te desmayastes cerca de una fuente después de haber desaparecido. 

-No recuerdo nada de eso. Dijo sorprendida.

-Es normal, no te preocupes. Tu novio se quedó muy preocupado por tí, no se ha despegado de los asientos. Le dije que cuando despiertes lo llamaría. 

-¿Cuál novio? Pregunto con inquietud.

-El chico que se encontraba contigo en todo momento, es más gritaba desesperadamente por ayuda y cuando llego la ambulancia con lágrimas en los ojos nos pidió que no te alejáramos de él debido que no quería perderte.

-Él no es mi novio. Respondió Renata con un suspiro. 

-¡Vaya! Pensé que sí lo era. Contesto con duda la enfermera. 

– ¿Quieres que lo haga pasar? Pregunto viendo cómo se tapaba con la sabana de la cama. 

-No, quiero descansar. Respondió viendo como la enfermera comenzaba a salir del cuarto dejándola completamente sola.

-Así que Arturo estaba realmente preocupado. Pensó. 

–Bueno que más da solo soy una amiga es normal que esté preocupado. Se dijo a si misma quedándose dormida. 

-Vaya, no pensé verte tan rápido. Dijeron detrás de ella logrando que su cuerpo tiemble del miedo.
En aquella oscuridad pudo apreciar el joven de aquella vez. La oscuridad reflejaba el brillo intenso que emanaban sus ojos de color carmesí. 

–No debes tener miedo, aún no es el momento en el que debes tenerlo. Además, esa marca te protegerá en este lugar. Dijo señalando la marca que se encontraba en la parte derecha de su cuello.
-¿Marca? ¿Acaso tú la hicisteis? Pregunto Renata con curiosidad.

-Si. Respondió tranquilamente.

-¿Por qué? Pregunto sorprendida.

–Pensé que no querías que me acercara a ti.

-Es verdad, pero por alguna extraña razón siento que debo tenerte junto a mí. Dijo viéndola a los ojos.

–Aquellos que vean la marca en tu cuello sabrán quién te la hizo, siendo incapaces de acercarse o hacerte daño. 

-¿Por qué? ¿Qué es lo significa? Pregunto nuevamente con curiosidad.
-¡Semblante Oscuro!

-¿Qué es eso? 

-Pronto lo sabrás. Dijo proporcionándole un beso en los labios. 

-Pensé que no podías tocarme. Respondió una Renata avergonzada.

-Mientras tengas esa marca puedo tocarte a mi voluntad y en cualquier momento. Recuerda esto ¡ERES MIA! ¡ME PERTENECES!
Diciendo esto volvió a besarla con pasión, sintiéndose gustoso con el sabor de los labios de Renata. 

-¿Qué es lo que tiene esta mujer que me atrae hacia ella? Pensó mientras le agarraba la cintura atrayéndola hacia su cuerpo frio. 

-Me gustaría continuar con lo nuestro pero tienes que despertar de esta oscuridad. Dijo firmemente mirándola intensamente. 

-Renata. Has despertado.
Oía como Arturo la llamaba emocionado.

-¿Qué haces aquí? Pregunto

-Me preocupaba saber cómo estabas, además que la enfermera no me dejaba entrar por ningún motivo y no sabía porque era. Concluyo haciendo una cara interrogativa.

-Yo le dije que no te hiciera pasar. Respondió tan tranquila.

-¿Por qué? Pregunto Arturo viéndola fijamente con sus ojos café.

-¿Por qué hicisteis eso? ¡Estaba realmente preocupado por ti!

-¿Y? Yo no dije que lo hicieras. Contesto con indiferencia. 

–Otra cosa más, en realidad no quiero verte.

-¡¿QUÉ?! Dijo mirándola atónito, la mirada de Renata mostraba una frialdad jamás vista en ella. No podía reconocer a la persona que tenía en frente de él.
-Me gustas menos que antes y te voy queriendo menos que ayer. Dijo sin remordimiento.
– ¡Ya no te quiero! Concluyo.
-R-R-Renata.
Arturo no podía creer las palabras que salían de los labios de Renata. Aquella chicha en la que estuvo enamorado durante años estaba a punto de perderla.
Por su idiotez no pudo explicarle ese día lo que realmente había pasado. Que la persona que vio junto a él no era nadie importante solo una compañera que lo había besado. No quería que Renata pensarà que la habia traicionado y que había jugado con sus sentimientos, sino todo lo contrario quería decirle ese día que realmente la amaba pero el destino fue tan cruel que la alejo de él. Cuando arturo detuvo aquel beso Renata lo había visto todo. En sus ojos se iban reflejando sus lágrimas a punto de caer de sus pupilas y sin esperar ninguna explicación por parte Arturo comenzó a correr sin rumbo fijo. 

-Ya no seré un estorbo para ti, aquel amor que sentía por ti ha desaparecido no te quiero, ni te amo. Ahora por favor vete. Concluyó Renata mirando a Arturo con indiferencia.
Poco a poco Arturo se fue dirigiendo hacia la salida dejando sola a Renata mientras él se llevaba su propio dolor.


~ CAPITULO 4~

Perdi tu amor 

A fuera del hospital, el cielo se iba oscureciendo nuevamente como en aquel día; las gotas de lluvia caían para desaparecer junto con la tormenta, mientras el viento soplaba con fuerza dando a notar su increíble fuerza, la gente corría buscando refugio pero había alguien que en ese instante que no le importaba nada. La había perdido no había duda de ello, los ojos castaños de su amada demostraban seguridad en su decisión. 

-RENATA… ¿POR QUÉ? DIME ¿POR QUÉ? Grito con fuerza comenzando a llorar. 

No podía calmar su dolor, ni entender que había pasado. Ella lo amaba estaba seguro de eso antes, su mirada la delataba, su timidez al tenerlo cerca se lo confirmaba ¡Ella lo amaba!
Se iba a declarar a ella ese día, estaba decidido a confesarle su amor, llevaba años enamorado de ella pero el miedo del rechazo lo hacía callar, pero en aquel día se había armado de valor estando completamente seguro de que ella lo iba a corresponder. Entonces ¿Qué fue lo que paso? ¿Qué sucedió? 

-MALDITA SEA RENATA¿POR QUÉ ME. HACES ESTO? Pregunto Arturo al cielo con tristeza. 

-Maldecir ha alguien no está bien. Dijeron atrás de él. 

-¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? Pregunto incrédulo por la aparición repentina de aquel sujeto. 

-Esto parece ya rutina. Benjamín se paro en seco tratando de contener su ira. 

– Mi nombre no es de tu incumbencia.
Sus ojos carmesí no mostraban ningún tipo de brillo. 

-Entonces vete… Le respondió Arturo firme.
-Mmmmm…. Y dejar que sigas maldiciendo a mi mujer de ningún modo.


-¿Tu mujer? Pregunto Arturo sorprendido. 

-¿Sorprendido? Contestó Benjamín con una sonrisa irónica.


-Eres un maldito bastardo. Dijo Arturo entre dientes levantándose decidido atacar pero los ojos carmesí de aquel chico se clavaron en él inmovilizándolo completamente. 

-No puedes atacar a la oscuridad. Le dijo con orgullo. 

–Nadie puede hacerlo. Concluyo para después irse dejando a Arturo desconcertado recuperando poco a poco la movilidad de su cuerpo.
Antes de que desapareciera, Arturo no vacilo en preguntar siendo esa situación su única oportunidad. 

–Espera ¿Renata en verdad se convirtió en tu mujer?


-Sí. Respondió volteándolo a ver.
–Ella es mi mujer desde aquella vez que tuvo la marca en su cuello, en ese instante se convirtió parte de mí. Pero no le he hecho nada de que ustedes los humanos hacen para llamar a alguien “mi mujer”. No puedo tocar a un humano, sin embargo bajo la oscuridad que le plantee sí. Contestó con un brillo amenazador que se planteaba en sus ojos carmesí. 

-¿Por qué? ¿Por qué le has hecho eso? Yo la amaba como nunca había amado a nadie y ella me correspondía yo lo sabía ese día, iba a declararme pero interpreto mal una escena. Contestó Arturo desesperado. 

-Sí es así como dices ¿Por qué no fuiste tras ella? Sino que la dejasteis sola corriendo sin rumbo fijo, sin ver que sus pies la guiaban hacia mí. El hecho de que seas un ESTÚPIDO no significa que tenga que cargar con tus responsabilidades. Concluyo dejándolo solo sin haberle dicho una sola palabra más, desapareciendo en la oscuridad.
Arturo quedo completamente solo pensando una y otra vez lo que le había dicho. 

–Primero Renata ahora este sujeto, no creo que pueda con todo esto. Dijo para sí mismo, dirigiéndose hacia el hospital nuevamente en donde se encontraba ella.

Renata se encontraba pensativa por lo ocurrido con Arturo, sin saber porque lo trato de esa manera tan cruel, pareciera como si algo dentro de ella en ese momento habría salido desde su interior apoderándose de su cuerpo.
– ¡Pase! Dijo al oír el sonido de la puerta llamando.


-¡¿Arturo?! Preguntó con asombro.
-Hola, solo quería saber: ¿Cómo te encuentras? A pesar de que la voz de Arturo sonaba con ternura el brillo de sus ojos demostraban una gran tristeza profunda. 

-Bien gracias. Dijo regalándole una sonrisa amistosa.

–La enferma dijo que a partir de mañana podía irme a retomar mi vida.
-Bueno me alegro de que todo esté bien.
Miro a Renata por unos segundos con una mirada triste para decirle. 

–Sabes hace tiempo quería decirte que te amo. Las palabras de Arturo dejaron a Renata atónita y confundida.
-Pero me he dado cuenta que no se trata de pensar que esa persona perdurara su amor por ti para siempre. Es una gran tontería pensar de esa forma. Si no se aprende a cultivarlo de la mejor manera, desaparecerá. Todos somos capaces de sentir amor por un instante de nuestra vida pero son muy poco los que mantienen ese amor. 

-¿Por qué me dices todo esto? Pregunto Renata con asombro. 

-Porque soy realmente un estúpido, no supe demostrarte mi amor, fui idiota al pensar que tu amor por mí se mantendría, te descuide para después perderte ese día. No te dedique el tiempo que debía haberlo hecho, solo lo que me quedaba de sobra, no estuve para ti cuando me necesitabas. Te hice pensar que no te quería y ahora estoy pagando mi error. El amor no se trata de pensar que como la otra persona te ama lo seguirá haciendo aunque cometas mil errores y la descuides. A veces estaba para ti, y otras veces no y en aquellas veces es cuando más sola te sentías, sin embargo siempre estuvistes en mi mente. 

-¡Arturo! No debes seguir lamentándote, ya paso. Contestó tranquila. 

-Si hubiera hecho todo lo contrario sé que en este instante tú estuvieras junto a mí. ¿Por qué no lo entendí antes? Sino que ahora lo entiendo. Ya no puedo hacer nada. Es hora que me vaya, necesitas descansar. 

Al confesar su amor Arturo no tenía más que decir por lo que él solo quería huir de ella. 

-Sabes aún podemos mantener nuestra amistad. Le contesto con una sonrisa.
Aunque le doliera oír esas palabras proviniendo de ella, no podía alejarse, quería tenerla cerca aunque sea de esa manera. 

-Si. Le dijo con una sonrisa melancólica dejándola sola.


-Eso fue raro pero por algún motivo no pude sentir compasión. Pensó quedándose dormida, mientras el sol se ocultaba dando paso a la fría noche.


URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS