Cuando cursaba el quinto año de primaria a los diez años, tuve una experiencia no tan grata que marco mi vida. Era de costumbre que en este grado, las clases eran por las tardes, de 1:00 a 5:00 pm; se acostumbraba que a mitad de este lapso de tiempo teníamos media hora de recreo (descanso). Recuerdo que era la temporada de una fruta exótica y deliciosa que se le conoce como “huaya”, “mamoncillo” etc. Esta exquisita fruta redonda con carnada color salmón gelatinoso, agridulce, le llamaba la atención a nuestro paladar, a la hora del descanso nos encantaba ir a comprar con Doña Leila (Nombre sustituto al real), ya que en su terreno tenia muchos arboles de este fruto. Cuando llegamos a su casa, nos dijo que podíamos ir a bajarlas, y proseguimos a ir al final del terreno donde las tenia. La travesía empezó, todas felices bajando las deliciosas “huayas”; cuando terminamos de bajarlas, mi amiga se percató que entre las que había bajado, había una con dos semillas (Son muy raros encontrarlos de esta manera). De niños nos contaban leyendas y lo creíamos; y lo que se nos había contado, que si te encontrabas con una de ellas, no te la debes comer sola, porque cuando te cases y tengas hijos, tendrías gemelos; era absurdo, lo se, pero lo creíamos, jajaja, lo que tenías que hacer, para que no sucediera, era compartir con alguien la otra semilla o la otra mitad. Mi amiga me dio la otra mitad, para que no tuviera gemelos cuando se casara; la historia crucial empieza en esta parte de la escena, en el momento que mi amiga me da la segunda semilla de la misma drupa, levanté la mirada con el deseo de observar que tanto fruto tenía aquel árbol frondoso, al instante que lo hice, ¡sucedió lo inesperado!, la semilla resbaló hacia mi garganta, y me estaba asfixiando. Mis amigas se percataron de lo que sucedía, todas se quedaron en shock, no sabían que hacer, mientras sentía que moría lentamente, porque no podía respirar. Enseguida llamaron a la dueña, no sabían que hacer, ya estaba morada, solo las escuchaba decir que es lo que pasaba. Recuerdo que en la desesperación, una de ellas, me introdujo la manguera en la boca, intentando hacer que la semilla bajara por el esófago, pero fue inútil; ellas gritaban “se va morir”, “ esta morada”, entre tantos comentarios de tantas voces, pero, lo que más meimpactó de tantas voces, fue lo que la dueña de los frutos dijo: “La semilla lo va a pasar, pero en el cementerio” y soltó una sonrisa nada agradable, que me dejó traumada. Si me preguntaran cuando tiempo paso, realmente no lo se, pero no fueron pocos minutos, porque mis amigas tuvieron el tiempo suficiente para ir a la casa de mi tía que vivía a una esquina de distancia, y decidieron ir por ella porque ya no sabían que hacer; fueron y volvieron con mi tía en el lugar de la escena. Cuando todo parecía que se había terminado en esta tierra, y pensando que ya la muerte se aproximaba, sentí que la semilla estaba bajando lentamente al esófago, y poco a poco logre respirar. Esta experiencia traumática para mis compañeras y para mí, nos costó que nos prohibieran las salidas fuera de la escuela a la hora del recreo; ya se imaginan, todo el pueblo se enteró quien era la culpable. En ese entonces no sabía que en los planes de Dios mi vida estaba; años mas tarde cuando lo conocí y le entregué mi vida, comprendí el propósito de seguir en esta tierra. En la Biblia encontramos a un hombre llamado Jeremías que fue llamado para una misión, su vida tenía un propósito, pero el no lo había comprendido, hasta que escucho estas palabras, que fueron la pauta para su llamado y el propósito de su vida «Yo te elegí antes de que nacieras; te aparté para que hablaras en mi nombre a todas las naciones del mundo». Jeremías 1:5 (TLA). Cuando entregamos nuestra vida a Dios, entendemos que no somos obra de la casualidad, que tenemos un propósito en este mundo; han pasado muchos años de esta anécdota, y aún tengo la dicha de respirar, gracias a Dios. Cuando las palabras de la dueña de esos arboles frutales dijo “Lo va pasar en el cementerio” pensé que así sería, ya estaba resignada a morir a la edad de 10 años, pero Dios tenía otros planes para mi vida; lamentablemente la señora no la volví a ver después de mudarme a la ciudad, porque falleció. Quizá ahora piensas que tú vida no tiene sentido, pero si abrí mi corazón para contar esta experiencia no tan agradable para mi, es para que sepas que entre tantas personas que ya no están en esta tierra, tu sigues respirando, porque los planes de Dios son perfectos y en esos planes estas tú, solamente tienes que acercarte a Él para que lo conozcas y tu vida cobre sentido, te invito, ven conócelo.
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