Lo primero que escuche fue el estruendoso timbre.
Abrí la puerta. Era mi amigo Luis.
—Inocencia ¿cómo te va? ¿cómo te trata la vida? Mejor no me digas, quiero verlo con mis propios ojos. Me aparto con sutileza y fue en dirección a mi recamara.
—¿Qué es esto? no necesitas esto, ni esto.
Mientras arrojaba las cosas me hablaba de su vida.
—Oye ¿qué hace eso en esa esquina sucia?
—Es mi cerebro, ayer le dio un ataque y sin querer lo moje. Lo deje ahí para que se secara. Luego lo levantare.
—Parece que lleva ahí tirado días, se te echara a perder.
—Estará bien, no creo que eso pase, y si lo hace, no me importa realmente.
—No, no, lo recogeré por ti. Este cerebro necesita cuidado. Vamos lo lavare por ti. Lo arrojó a la lavadora.
—Me estoy preocupando ¿crees que este bien?
—¡Claro! no te preocupes, lo he lavado por ti, soy tu amigo ¿crees que yo te haría daño?
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