Sentir la soledad entre las trémulas caricias de una insensible noche, que busca reconocer los pecados de una mirada rutilante ¿Seguirás presenciándote?
Emanar las verdades, cortando mi lengua imberbe y entender, que todavía tengo impregnadas las palabras en mi tráquea.
¿Cuántas mentiras, cuesta tu verdad?
Aferrarte a mí, a mis manos frías como un muerto debajo de la cama, impacientar a los retazos insolentes que nos cubren y arder con el hierro oxidado que me niega aullar.
Dedicarte mi muerte como un acto de fe, y negarte hasta el purgatorio.
Desdicha puritana, alabarte con mis cuerdas quemadas y quedarme eternamente en el silencio.
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