Amanecer uno junto al otro

Los días eran eternos, afligidos por causas cotidianas que martillaban la memoria con la crueldad de los segundos, a decir verdad, no dejaba de pensar en ella, en su manera idónea de combatir mi aburrimiento de volver mis días algo irreal, pues ella era mi cura, mi complemento, mi virtud.

Llegaba a la casa después de la lluvia, ella se demoraba aun mas en llegar, así que aprovechando este espacio, destapaba una botella de whisky, una botella de gelndfiddich 18 años, la cual me dejaba inundar los sentidos con su aroma y su sabor, sentía como una ráfaga de fuego ardiente danzaba mientras llegaba al centro de mi ser. Conecte mi celular al equipo de sonido y deje que una melodía chillout llenara la soledad del lugar, unas trompetas al estilo jazz jugaban con tambores y se mezclaba con el palpitar de mi apaciguado corazón, en ello, ella llego.

Se quedo de pie mirando el interior del lugar, callada y empapada por la lluvia que había caído, tenia unas botas cafés, de esas que parecen hechas para la nieve, un pantalón que dejaba entrever sus delicadas y esbeltas piernas, una chaqueta verde oliva escondía una blusa blanca con encajes, su cabello color caoba desprendía unas gotas que caían bellamente al suelo, parpadeo dos veces y se quito la chaqueta dejándola ahí, en la entrada del apartamento, me he puesto de pie y he ido a su encuentro, lentamente tome su mano izquierda y deje que mi mano libre viajara por las curvas de su espalda, allí todo se volvía único.

Allí, bajo esa canción interminable, dejábamos que la ropa desapareciera, hacíamos el amor con la excusa de ser un calmante después de los días de trabajo, hacíamos pausas para hablar del día, de la política o simplemente para cruzar nuestras miradas. Hacíamos el amor como si fuera la primera vez, como si descubriéramos una peca, una mancha o algo que no habíamos visto antes, era como un juego, pero para mi, era magia, al terminar, no nos separábamos, seguíamos hablando, leíamos algún libro o simplemente seguíamos con las caricias, y cuando el suelo se apoderaba de nosotros, sus piernas se cruzaban con las mías, sus manos encajaban con mis manos, parecían haber sido creadas para encajar a la perfección, sus latidos completaban esa melodía de su voz, aun lo recuerdo; recuerdo esas noches donde lo único que importaba era amanecer uno junto al otro…

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